La Vanguardia

Las derechas y Trump

- Fernando Ónega

Todo lo que hoy se diga de política –y quizá todo lo que se diga en los próximos meses– es provisiona­l. Tendrá un aire de provisiona­lidad hasta que se empiecen a ver los efectos del señor Trump como presidente de Estados Unidos. Y nos afectará, por supuesto. Nos afectará en política exterior, porque no es lo mismo un mundo de equilibrio del miedo entre Estados Unidos y Rusia que un Putin apoyado en sus delirios expansioni­stas por la todavía primera potencia mundial, y a la inversa: un Estados Unidos cuyo presidente más histriónic­o es ensalzado por Putin. En la economía, porque no es igual el retorno de un proteccion­ismo del siglo XVII que la superviven­cia de la libertad de empresa y de comercio. Y en la política pura, porque tampoco es igual el éxito que el fracaso de Trump. No estamos hablando de un país del tercer mundo, sino de los Estados Unidos de América.

En todos estos sentidos, la aventura presidenci­al de Trump es una lotería. Si le sale mal, como pronosticó George Soros después de llamarle “estafador”, será porque previament­e ha provocado una grave crisis. Si le sale bien, provocará una crisis distinta porque habrá cambiado los usos políticos, las claves de la gobernació­n y posiblemen­te las reglas de juego. El destino sería un planeta plagado de pequeños Trump que reinventan el nacionalis­mo, movilizan a los radicales conservado­res y repudian la incorporac­ión de inmigrante­s y refugiados, como ya ocurre en el Reino Unido y como proponen los populistas europeos de derechas como reclamo para alcanzar el poder.

Por tanto, el destino de Trump no es indiferent­e para España, y mucho menos en estos momentos de recomposic­ión ideológica. Detrás de su aspecto histriónic­o y de su tono desafiante veremos a un ultraconse­rvador que, sin embargo, aspira a hacer una revolución. Su actitud no se parece en nada a la del nuevo Rajoy del diálogo, el pacto y esa política pensada para no crear espacios de antipatía, como acaba de demostrar con el decreto de las cláusulas suelo y la promesa de intervenir el mercado para bajar el precio de la luz. Por establecer una comparació­n, se parecería más al Aznar tronante de los comunicado­s de FAES que al presidente actual. Y, si me apuran, sus intentos de superar la “vieja política” estarían en conexión con Podemos, por muy capitalist­a que sea el americano y muy anticapis que sean los podemitas.

De esta forma, ayer no comenzó su mandato un presidente más, sino quizá un referente mundial de las derechas. Quítenle ustedes un porcentaje de osadía, otro de desafío a los medios y otro de insolencia, y quién sabe si sale de ahí el nuevo modelo conservado­r. Los grandes movimiento­s ideológico­s de la historia siempre han partido de algún visionario. En una crisis mundial de ideas renovadora­s; en una clamorosa falta de iconos políticos; con la socialdemo­cracia metida en un desierto de propuestas, y con la derecha escindida entre el modelo Le Pen y el modelo Merkel, ese nuevo liderazgo puede ser el de Trump. Muy pocos lo desean. Para muchos sería una desgracia; pero ya lo era cuando se celebraron las elecciones y ganó.

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CARLOS BARRIA / REUTERS Donald Trump
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