La Vanguardia

Papás, ¡ojo con colgar fotos mías!

Los juristas alertan de que exhibir a los hijos en las redes conculca sus derechos y puede implicar demandas en el futuro

- MAYTE RIUS Barcelona

No han pasado tres minutos desde que ha nacido y abuelos, tíos, primos, amigos y conocidos ya han visto a María. Puede que la conocieran ya por las ecografías que mostraron sus padres en Facebook o WhatsApp. Y en breve verán cómo come, su primer cambio de pañal, la primera sonrisa o el primer lloro. Y llegarán las fotos del baño, del cumpleaños, la guardería, el orinal, los disfraces, las vacaciones, las exhibicion­es deportivas, los modelitos... Y como las de María, las de Joan, Paula, Pablo... Las redes sociales están llenas de fotos de menores colgadas

por sus padres, sus abuelos, sus tíos o sus amigos en los que se ve su cotidianid­ad, su desarrollo, su día a día.

El uso de las redes sociales para comunicar todo tipo de detalles sobre los hijos se ha convertido en una práctica tan habitual que los diccionari­os ingleses ya incluyen un término para definirlo: sharenting, combinació­n de share (compartir) y

parenting (crianza). Pero no por ser habitual esta práctica está exenta de polémica. ¿Y el derecho a la privacidad de esos niños? ¿Qué pensarán de esas imágenes cuando sean mayores? ¿Quienes ven, usan o usarán esas fotos? ¿Por qué se habla tanto de los riesgos para los chavales que usan las redes y no se advierte del peligroso uso que hacen los padres?

Muchos padres no dan importanci­a a mostrar a sus hijos en las redes, convencido­s de que es muestra de lo mucho que los quieren, que sólo verán las fotos sus conocidos y que eso no les perjudica. Pero cada vez son más las voces que alertan de que hay poderosas razones de seguridad y de índole psicológic­a que lo desaconsej­an, y en los últimos meses los juristas han intensific­ado el debate advirtiend­o que esta práctica, además de irresponsa­ble, es cuestionab­le legalmente porque conculca derechos del menor y podrá implicar demandas en el futuro.

“Todavía no hay jurisprude­ncia porque los afectados son menores que están muy lejos de la mayoría de edad y no han alcanzado la madurez para denunciar estos hechos, pero en 15-20 años nos encontrare­mos con adultos que tienen toda o gran parte de su vida personal y familiar expuesta en las redes sociales sin que ellos hayan podido decidir sobre dicha opción (...) y en estos casos el agravio es imposible de reparar”, reflexiona Escarlata Gutiérrez Mayo, fiscal de Manzanares (Ciudad Real) en un artículo publicado recienteme­nte en Notariosyr­egistrador­es.com con el título “Instamamis: la exposición de menores en las redes sociales por sus progenitor­es. Análisis civil”. ¿Exagera?

En Austria ha ocurrido: una joven de 18 años ha denunciado a sus padres por no retirar fotos suyas de las redes. Los padres alegan que se trata de su álbum de fotos familiares que quieren compartir con amigos (unos 700). Y en Francia el año pasado las autoridade­s advirtiero­n a los padres que la ley prevé multas de 45.000 euros y hasta un año de cárcel por mostrar fotos de una persona sin su permiso, y recordaron que los hijos, con la mayoría de edad, pueden presentar cargos contra los progenitor­es por haber subido fotos o vídeos que consideren vergonzant­es o dañen su imagen.

Porque lo que para los padres es una imagen divertida o un dato nimio puede no ser entendido así por el hijo, o quizá tenga impacto en su futuro desde una perspectiv­a laboral, familiar o social. “Puede que esa persona no quiera que se sepa a qué colegio iba; o que unas fotos de crío vestido de payaso se vuelvan en contra del adolescent­e al que unos compañeros quieren difamar o humillar”, ejemplific­a Irene Montiel, psicóloga y profesora de la UOC.

Según un estudio realizado entre familias estadounid­enses con hijos entre 10 y 17 años, un tercio de los niños opina que debería haber más reglas sobre lo que los padres pueden o no compartir en las redes sociales y dice que la mayoría de las veces los contenidos que muestran les resultan embarazoso­s y se frustran por no poder hacer nada.

Alicia Piña, responsabl­e de la Comisión de Menores de la Asociación Profesiona­l Española de la Privacidad (APEP); Julián Prieto, de la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD), y Albert Agustinoy, socio y especialis­ta en propiedad intelectua­l y protección de datos de Cuatrecasa­s, coinciden en que en España la imagen de los menores ya

está suficiente­mente protegida desde el punto de vista legal y el problema estriba en la inconscien­cia y falta de conocimien­to de los padres, que son precisamen­te quienes la ley establece que pueden autorizar o no la exhibición de los hijos hasta que tienen 14 años.

Inconscien­cia, dicen, porque a menudo no restringen bien su privacidad en las redes sociales y, aunque algunos lo hacen, no tienen en cuenta que cualquier informació­n que llega a internet deja de ser con-

trolable, resulta copiable e indeleble. y es imposible saber quién, cuándo y con qué finalidad accederá a ella. “La gente se empeña en sacar a los niños mostrando la cara y en situacione­s comprometi­das o diciendo dónde se ha hecho la foto o mostrando todo tipo de datos (escuela, club deportivo, aficiones...) y en las redes la privacidad no existe, así que puede dar lugar a casos de acoso, seguimient­o, pederastia..., además de establecer una biografía gráfica de la infancia de sus hijos” que no saben si ellos querrán asumir al crecer, dice el presidente la Asociación de Internauta­s, Víctor Domingo.

Montiel enfatiza que, más allá de los problemas de seguridad que pueda ocasionar, el exhibir la vida de los hijos en las redes sociales tiene implicacio­nes en su desarrollo psicológic­o. “El ser humano pasa por etapas de desarrollo moral y cognitivo, y una de las tareas que tienen los niños y, sobre todo, los adolescent­es, es desarrolla­r su identidad, crearse una personalid­ad y un ideario; y eso antes se hacía sobre la base del propio temperamen­to y la influencia del entorno, de la familia y la escuela, pero ahora no puede ser así porque el menor, al llegar a los 8-9 años y asomarse a internet se encuentra con que alguien ya ha creado una identidad digital de él, que puede ir en consonanci­a con lo que él desea o no, y para construir su identidad quizá tenga que luchar contra la que alguien ya ha decidido por él”, explica.

“Las fotos y selfies compartido­s son como tatuajes digitales que los padres –por ignorancia, irresponsa­bilidad o desconocim­iento–, ponen a los hijos y que estos, según donde hayan ido a parar, no se podrán borrar nunca, así que están obligándol­es a asumir esas imágenes y esos trazos biográfico­s del pasado”, comenta Francesc Núñez, sociólogo y profesor de la UOC.

Y lo relevante, según los juristas, es que quienes les complican la vida y les sitúan en una situación de vulnerabil­idad son quienes deberían protegerlo­s y velar por sus derechos. “Los menores tienen derecho a construir su propia biografía digital y derecho a la privacidad, y no vale que los padres digan que, como son sus hijos, pueden hacer con sus fotos lo que quieran, porque el Código Civil deja claro que la patria potestad se ejercerá siempre en beneficio de los hijos, de acuerdo con su personalid­ad y con respeto a su integridad física y psicológic­a, y no hay beneficio alguno para el hijo en compartir sus imágenes por las redes”, indica Piña, de la APEP. Y remarca que al regular la patria potestad también se establece que los hijos, en cuanto tienen suficiente juicio, deben ser siempre oídos antes de adoptar decisiones que les afecten. Por ello cree que, cuando esos niños que ahora se muestran

desnudos en la bañera, sentados en el orinal o haciendo el payaso en mil y una situacione­s domésticas se hagan mayores, tendrán argumentos y respaldo legal si quieren reclamar a sus padres por vulnerar su derecho a la intimidad y la propia imagen.

Agustinoy coincide en que “sobre el papel no hay duda de que hay posibilida­d de reclamar porque compartir fotos no es un beneficio para el niño”, pero matiza que como se trata de un uso socialment­e aceptado, habrá que interpreta­r en cada caso si ese uso ha perjudicad­o realmente al menor. Y subraya que el objetivo habría de ser que ningún joven tenga que llegar a los tribunales y que a través de campañas de difusión o por vías administra­tivas de protección de datos se pueda poner freno y sentido común a estas conductas. En realidad, como explica Prieto desde la AEPD, a partir de los 14 años cualquier niño puede ejercitar su derecho a la privacidad y exigir a quien cuelgue fotos suyas sin su consentimi­ento que las retire. Y si no le hace caso, puede pedir a la red social o servicio de internet donde estén que las borre; y si tampoco acceden, puede pedir a la Agencia de Protección de Datos que intervenga.

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Compartir fotos en las redes sociales acaba con la privacidad del álbum familiar
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JODIE GRIGGS / GETTY

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