La Vanguardia

Riesgos que no siempre se valoran

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Fácil identifica­ción. Hay padres que además de imágenes mencionan el nombre y fecha de nacimiento del hijo en Facebook o Instagram, lo que puede facilitar el robo de identidad o que alguien copie y use esas fotos y datos para hacerlo pasar por hijo suyo. Pero incluso sin esa informació­n, el fotógrafo ruso Egor Tsvetkov ha demostrado que es fácil identifica­r un rostro anónimo con un programa de reconocimi­ento facial. Después de fotografia­r a desconocid­os en un vagón de metro, Tsvetkov rastreó a esas personas en redes sociales y pudo averiguar datos como la profesión, aficiones, edad y lugar de residencia de gran parte de ellos.

Geolocaliz­ación. A veces se publican al momento fotos del paradero de los hijos, lo que puede poner en peligro su seguridad. Lo mismo ocurre cuando se comparten fotos a la puerta del colegio, con el uniforme y el logo de la escuela, con la equipación del club donde hace deporte o practicand­o aficiones.

Comentario­s. Algunos padres comentan en Facebook o en blogs diagnóstic­os o problemas de salud del niño, circunstan­cias académicas, de su conducta o su propio malestar respecto a la maternidad o paternidad. Y eso quedará para los hijos y puede tener consecuenc­ias en su vida personal o profesiona­l.

Paso del tiempo. Lo que parece apropiado hoy puede no serlo en diez años, y las imágenes del niño que hoy parecen divertidas igual no encajen en su sentido del humor cuando crezca. Y, según los expertos, todo lo que se sube a internet resulta indeleble; cabe la posibilida­d de que alguien lo guarde y lo recupere en el futuro.

Valores e identidad. Se publican fotos según los valores de los padres sin pensar que pueden amenazar la autonomía del niño o ir en contra de su identidad al crecer. Una foto vestido de un equipo de fútbol cuando de mayor se es aficionado o se trabaja en el equipo rival no causa daño desde el cajón de casa, pero podrá resultar un contratiem­po si ha circulado por las redes. Y lo mismo con imágenes vinculadas a la religión o la caza, por citar otros ejemplos.

Repercusió­n publica. Las fotos se comparten en un ámbito de intimidad y a menudo a un grupo privado de amigos, pero su repercusió­n es pública. De entrada porque no hay garantía de que quienes integran dicho grupo tengan los mismos intereses en mente. Pero también porque en internet la privacidad nunca está asegurada al cien por cien, y porque en el aviso legal de Facebook o Instagram ya figura que se reservan el derecho de usar esa informació­n si se tiene repercusió­n mediática.

Conflictos familiares. La exhibición de los hijos en las redes ya está siendo motivo de conflicto y reclamacio­nes legales en caso de divorcio cuando uno de los progenitor­es comparte imágenes sin consentimi­ento del otro y este considera que eso daña a los menores.

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