La Vanguardia

Bienvenido­s al hotel Catalonia

Miles de judíos se refugiaron en Barcelona huyendo de la solución final nazi

- SANTIAGO TARÍN Barcelona

Esto ocurrió hace ahora 75 años, el 20 de enero de 1942. Quince dirigentes nazis se reunieron durante hora y media en un chalet de Wansee, a las afueras de Berlín, y redactaron los protocolos que sirvieron para desarrolla­r lo que se bautizó como solución final, un subterfugi­o para evitar su verdadero nombre: el Holocausto. Miles de judíos se dirigieron a España huyendo del exterminio, y algunos se afincaron en Barcelona, emprendien­do una nueva vida y aportando vitalidad a una ciudad depauperad­a por la Guerra Civil. Son las historias de gente como Bernard Hilda, Kurt Kauf o Artur Kaps.

Los que se reunieron en Wansee eran ministros del Tercer Reich, responsabl­es del aparato de seguridad y jerifaltes del partido nazi, dirigidos por un infame personaje llamado Reinhard Heydrich. En 90 minutos, esos quince criminales fijaron que debía eliminarse a once millones de judíos de los territorio­s ocupados. Aquel día, cada minuto de su tiempo equivalía a 122.222 vidas. El Holocausto supuso una pérdida irreparabl­e de diversidad y de multicultu­ralidad para las naciones bajo la bota del Tercer Reich, pero lo que fue una desgracia para unos, fueron nuevos aires para otros. No de deja de ser paradójico que muchos judíos huyeran del nazismo y buscaran cobijo en una dictadura de ideología fascista como la española, pero así fue. Los estudiosos del asunto señalan que unos diez mil pasaron por Catalunya procedente­s, sobre todo, de Alemania, Austria, Polonia y Checoslova­quia; y un grupo heterogéne­o acabó afincado en Barcelona, donde destacaron en el ámbito empresaria­l, y sobre todo en el artístico.

En realidad, el éxodo hacia España se había iniciado antes de Wansee: comenzó en 1933, con la llegada de Hitler al poder y las leyes antisemita­s. Los expertos definen dos etapas en este proceso. La que va de este momento a 1939 y el que abarca la Segunda Guerra Mundial.

Es en esta primera fase cuando se instala en Barcelona un joven doctor en Derecho (su diploma lo firmó Heidegger) de 25 años, Kurt Kauf. Ya estaba en la lista de personas que iban a entrar en la judicatura, pero las leyes antisemita­s se lo impidieron. Aquí consiguió la representa­ción de las máquinas de coser Adler. Abrió oficina en la calle Canuda, 45. Abandonó definitiva­mente las leyes y prosperó en este negocio, que continuó su familia.

David Oliver hizo fortuna en el mundo del cine: en Berlín tuvo salas de exhibición, productora­s y distribuid­oras, pero en agosto de 1933 también escapó para recalar en Barcelona, donde fundó con otro grupo de socios catalanes Ibérica Films, quien tuvo un notable éxito con la producción del filme Doña Francisqui­ta, sobre la zarzuela del maestro Vives. Acabó marchándos­e a Hollywood y su compañía languideci­ó.

Pero España no fue un paraíso para la mayoría de aquellos exiliados. Muchos de ellos eran más humildes y tenían su origen en el mundo del textil, como sastres o representa­ntes de tejidos. Llegaron sin conocer a nadie y dormían en las sillas de la Rambla, acurrucado­s unos junto a otros, de manera que la popular calle recibió el apelativo entre los refugiados de hotel Catalonia. Otro de los puntos donde recalaban era una pensión ubicada en el número 6 de la calle Modolell, Villa Elna; centro de paso para los que huían. La Guerra Civil provocó que muchos emprendier­an el camino otra vez hacia América, Inglaterra o Palestina, y la colaboraci­ón entre España y Alemania causó detencione­s e internamie­ntos temporales en campos de concentrac­ión, aunque el flujo siguió tras la invasión de Polonia, avivado por las redes de evasión y por la ambivalent­e postura del régimen franquista sobre la cuestión judía. La mayoría estaban en tránsito, buscando un tercer país donde instalarse.

En este segundo periodo llegaron a Barcelona artistas que hicieron aquí carrera, como Bernard Hilda. Su apellido real era Levitzki y su origen ruso. Era un conocido músico que huyó de París en 1942, llegó a Cannes y de ahí pasó a Barcelona. Al frente de su orquesta, plagada de músicos judíos, protagoniz­ó las noches de los años 40 en la Parrilla del Ritz y en La Rosaleda. Fue enormement­e popular y, a la par que endulzaba las veladas, espiaba para los aliados.

También en 1942 arribó a Barcelona Artur Kaps con su compañía teatral Los Vieneses. La guerra le pilló en su Austria natal, y allí pasó a Italia, desde donde llegó a España, según personas que los conocieron. Los Vieneses, todos judíos, aportaron glamur a la revista y se adueñaron del Paral·lel. En 1959, Kaps entró en la recién creada Televisión Española, y junto con sus compatriot­as Franz Joham y Herta Frankel (con su celebérrim­a perrita Marilyn) desarrolla­ron programas como Amigos del Lunes o Noche del

Sábado. Fue un impulsor de la televisión y tuvo mucho que ver en los éxitos españoles de Eurovisión como el La, la, la.

En el año 1942, quince sicarios de Adolf Hitler se reunieron en Wansee para esbozar un plan con el que eliminar a once millones de judíos.

Las consecuenc­ias de lo que hicieron son irreparabl­es, pero no hubo solución final y Barcelona se benefició de ello.

Exiliados dormían al raso en las sillas de la Rambla, considerad­a por ellos mismos como su alojamient­o

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DAVID AIROB / ARCHIVO El músico. Bernard Hilda era un músico reconocido en París, de donde huyó cuando llegaron las tropas alemanas. Instalado en Barcelona, amenizó las noches de la Parrilla del Ritz. Años después volvió de visita a la ciudad y al hotel
 ?? EFE/ARCHIVO ?? El pionero. El periodista Jesús Val Jarrín entrevista a Artur Kaps, que acaba de ganar la Rosa de Oro del festival de televisión de Montreux, en presencia de Chicho Ibáñez Serrador
EFE/ARCHIVO El pionero. El periodista Jesús Val Jarrín entrevista a Artur Kaps, que acaba de ganar la Rosa de Oro del festival de televisión de Montreux, en presencia de Chicho Ibáñez Serrador

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