En busca de nuevos retos
David Andrés acaba de ser elegido por Forbes uno de los jóvenes más emprendedores de Europa; su restaurante Somiatruites es uno de los retos de este chef empeñado en superarse
El día en que a David Andrés sus padres lo llevaron a cenar al restaurante Àbac, supo que quería ser cocinero. La vocación le entró por el paladar, mientras saboreaba platos que aún recuerda en un lugar que le pareció mágico. La experiencia lo turbó de tal modo que su timidez no fue un obstáculo para pedirle al chef, por aquel entonces Xavier Pellicer, que le permitiera hacer unas prácticas.
Cuando al día siguiente se incorporó como aprendiz y le preguntaron si tenía listos sus cuchillos, al chaval se le puso cara de tonto. Los únicos instrumentos que él dominaba eran los patines de ruedas y el stick, con los que llegó a formar parte de la selección española de hockey, pero de cuchillos no sabía nada de nada.
Perseverante, como una gota malaya, trabajó duro hasta aprender y ganarse el respeto del jefe, a quien no llegó a colmar la paciencia aquel novato que se empeñaba en ser cocinero. El contador volvió a ponerse a cero cuando tomó las riendas del restaurante Jordi Cruz. Pero en su empeño por seguir aprendiendo, el inmutable Andrés también acabó ganándose su confianza e incluso llegó a convertirse –sin que ese fuera su objetivo– en su mano derecha y en su mejor aliado en la cocina.
El deporte de competición, que abandonó por su nueva vocación, fue la mejor base sobre la que empezó su carrera de fondo y su afición a probarse a sí mismo compitiendo en los fogones o imponiéndose nuevos retos. Uno de ellos fue compaginar su trabajo a las órdenes de Cruz con la apertura de su propio negocio, el Somiatruites, que comparte con su hermano Xavier, arquitecto que creó el espacio, que atienden con la ayuda de sus padres. “El objetivo siempre fue aportar un aire fresco a mi ciudad, Igualada, en un local que la gente sintiera suyo. La Anoia fue la comarca que más sufrió en el peor momento de la crisis y estaba claro que tenía que ser un restaurante cercano y de un precio asequible”. Elaboraciones como el brioche frito de escudella, la truitapizza (una combinación entre ambas preparaciones), el risotto con carbonara y un falso hue-
Para el cocinero era importante crear un espacio que conectara con la gente de Igualada
En el 2016 y el 2017 ganó la final de España y Portugal para la San Pellegrino Young Chef
vo o el cheesecake son algunas de las propuestas que no se han movido de la carta . El pasado noviembre Andrés celebró que su Somiatruites apareciera recomendado en la guía Michelin casi como si hubiera recibido una estrella, porque por fin Igualada aparecía en la biblia de la gastronomía. Y porque Andrés es un corredor de fondo.
En el 2015 y en el 2016 consiguió ganar la final de España y Portugal del San Pellegrino Young Chef que elegía al mejor cocinero joven del mundo y llegó a la final, que en ambas ocasiones se celebró en Milán. Cuando en sendas ediciones se quedó a las puertas de lograrlo, encajó el resultado convencido de que había sido un privilegio aprender y conversar con sus ídolos de la alta cocina, como Andoni Luis Aduriz o Joan Roca, que esta semana lo han felicitado por su nueva hazaña: ser elegido por Forbes como uno de los jóvenes menores de treinta años más emprendedores de Europa, encabezando la categoría de Artes.
Cuando lo llamaron para decirle que era uno de los candidatos a entrar en la lista de Forbes, respondió que había otros que lo merecían más que él y dio los nombres de los ganadores del premio internacional que él había estado a punto de conseguir, así como el de algún otro joven destacado en su ámbito. La responsable de la publicación respondió que había estado en la final de Milán y lo había visto trabajar. Andrés sigue sorprendido por la repercusión del reconocimiento. Abrumado por el interés de los medios y sobre todo por las felicitaciones de los chefs a los que tanto admira. “Creo que me premiaron por la valentía de abrir mi propio restaurante con 22 años y de compaginarlo con la alta cocina”. Alguien intuyó, seguramente, la nobleza de alguien que compite no para ganar a un adversario, sino para crecer.