La Vanguardia

Día 1 después de Trump

- Llucia Ramis Barcelona

Pues sí. Contra el pronóstico de economista­s, politólogo­s, estadistas, tertuliano­s, tuiteros y otros expertos, Donald Trump es el presidente de Estados Unidos. Y de momento el mundo no se ha acabado. Démosle cien días de confianza, seguro que no defrauda. No sería raro que impusiera las siglas a.T. y d.T. para referirse a lo que ocurrió antes de su mandato y lo que empieza después.

Dice Gerard Quintana que él compone para el futuro. Tal vez escribir consista en eso, en dejar constancia de un presente que sólo será comprensib­le dentro de unos años. Lo comentamos tres días a.T. en el restaurant­e Tramonti, donde Rafel Nadal presenta en un almuerzo informal La senyora

Stendhal, acompañado de la editora de Columna, Glòria Gasch. El periodista y escritor Manuel Cuyàs acaba de preguntarl­e por qué ha hecho una novela y no una crónica. Así se inicia una conversaci­ón sobre la capacidad que tiene el escritor de alterar la realidad para contar una historia, frente a la del cronista, obligado a reflejarla. ¿Y los lectores influyen en la obra? Uno le comentó a Jenn Díaz que, si centraba sus novelas en generacion­es pasadas, él nunca sabría cómo veía ella la suya propia. Sílvia Soler considera que es difícil asimilar el ahora desde el ahora mismo, y que para describirl­o es necesaria la perspectiv­a del tiempo. ¿Pero no escribe sobre las élites actuales Cristian Segura, por ejemplo, que está preparando un libro sobre cómo han cambiado esas élites catalanas? ¿No escribían sobre su presente Proust o Céline?

“Steiner decía que Céline era moralmente repugnante”, comenta el arquitecto y poeta Quim Español, que hablará de la diferencia entre la ambigüedad insignific­ante y la polisignif­icativa cuando el debate derive hacia la cuestión: para quién escribimos. El que disfrute lo hará por satisfacci­ón. Pero un texto tiene tantas vidas como lectores. Eduard Voltas dice que no se ve capaz de gustar con una novela, y él es como una folclórica: se debe a su público.

El pintor Joan Pere Viladecans escucha, “que es como se aprende”. También está la agente Maria Cardona. Hablamos de Yuval Noah Harari, Jonathan Littell, y del camino hacia la desdemocra­cia. De lo difícil que es hoy saber en qué punto empieza la verdad, cuando todo parece mentira.

Justamente Guillem Terribas hablaba con Bernat Puigtobell­a de algo parecido en la barra de La Coromines del CCCB, cuatro días a.T, durante el cóctel del II Premi Llibres Anagrama de Novel·la. Terribas está a punto de publicar Ale-

gra’m la vida, sus memorias cinéfilas, y contaba que cuanto más mentira son las películas, más se las cree: “Si dicen estar basadas en hechos reales, sólo me fijo en lo que no es verosímil; en cambio, Con la

muerte en los talones es tan poco probable que me dejo llevar”.

Tina Vallès ha recibido el galardón por La memòria de l’arbre, una historia que, como la de Rafel Nadal, está contada desde la perspectiv­a de un niño. En este caso, sus abuelos se instalan en la casa de sus padres, y el niño se pregunta si eso es bueno o malo. Vallès es vecina de la editora Pema Maymó. Las dos tienen gemelos nacidos el mismo mes. Entre los invitados están los ganadores del año pasado, Albert Forns y Anna Ballbona, también Pilar Beltran, Joan Sala, Montse Ayats, Andreu Gomila, Oriol Castanys, Ignacio Orovio. Jorge Herralde aún se recupera de una mala caída que tuvo después del premio Herralde. La clínica de rehabilita­ción parece su despacho, llena de manuscrito­s. Lali Gubern dice que está de buen humor. Él se resigna a disfrutar de la paz en lo inevitable, a lo que la nueva directora de Anagrama, Silvia Sesé, respondió que no lo imaginaba tan espiritual. Herralde replicó: “Es de Marco Aurelio”.

Jordi Amat y Luis Solano llegan alegres tras haber comido con el hombre que le hace los discursos a Rajoy. Solano charla con una chica de Buenos Aires, amiga de Milena Busquets. Se llama María Hegoua-

buru y considera que allí la política es adolescent­e, en comparació­n con la de aquí, ya madura: “Tener de presidente a alguien a quien no invitarían ni a su fiesta de cumpleaños demuestra que en España son muy civilizado­s”. Solano publicará en Libros del Asteroide a un autor argentino: Pedro Mairal. Hegouaburu le responde que no es argentino, sino uruguayo. ¿Uruguayo o argentino? Consultan en Google: es argentino. Pero la novela se titula

La uruguaya.

Pablo Ríos ya sabía que ganaría Trump. “Después de ocho años con un negro de presidente, no iban a votar a una mujer”, dice en la librería Universal. “Además, ¿quién recuerda el eslogan de Hillary? ¿’Yo no soy mi marido’?”. Normalment­e Ríos dibuja sobre fútbol y ovnis, está haciendo la biografía de Jesucristo. Tras las elecciones de EE.UU., colgó unos chistes en las redes, que enseguida tuvieron 200 retuits. Octavio Botana, de la editorial Sapristi, contactó con él y le pidió lo imposible: hacer un cómic en nueve días.

Así surgió Presidente Trump. Dios perdone a

América, cuarenta y seis historieta­s sobre las primeras decisiones que tomará en el despacho oval. Los derechos ya se han vendido a Alemania, Francia y los americanos se lo están pensando.

Ríos se fijó en que los americanos suelen reírse más del físico de su nuevo presidente que de su manera de actuar. Es muy pop. A veces la única manera de combatir el miedo es a través de la risa, por eso se ridiculiza tanto a Donald Trump. Además su Twitter es un expendedor constante de chistes, otro caso en el que la realidad supera a la parodia. Ríos vaticina que su mandato durará o dos semanas u ocho años, y que en cualquier caso provocará una guerra nuclear. Parece mentira. Por eso esperemos que este pronóstico sea tan certero como en su momento lo fue el de los expertos.

Ríos vaticina que su mandato durará o dos semanas u ocho años, y que provocará una guerra nuclear

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ANAGRAMA
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KIM MANRESA
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LLUCIA RAMIS
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