El ‘milagro’ de Ribera mide la madurez de España
El destino ha querido que Jordi Ribera Romans (Sarrià de Ter, 1963) pase su primera reválida en el banquillo de España contra el molde que él construyó, su magna obra, su pequeño milagro: Brasil. Una selección humilde, sin pedigrí en el balonmano, que el técnico catalán construyó de la nada en ocho años (2005-08, 2012-16), la llevó a un 7.º puesto de unos Juegos Olímpicos y le confirió un estilo singular, aguerrido, alegre, que ahora le ha conducido entre los 16 mejores del mundo. Brasil es el examinador de octavos hoy en Montpellier (20.45 h).
“¿Si es especial? En la pista todos los partidos son iguales. Son cosas del destino...”, dice Ribera, fiel a su estilo sobrio, realista, enemigo de tópicos, literatura barata y grandilocuencias. Por eso, no sabría decir si jugarse el pase a cuartos ante su exselección es un regalo, o más bien podría ser un regalo envenenado.
A priori, conocer mejor que nadie las costuras del rival, por ser su sastre, le da una ventaja táctica a España: difícilmente le sorprenderá el juego y las características de los jugadores que él mismo Ribera escogió desde juveniles. “Busqué por todo el país jugadores con un perfil que me permitiesen ser campeones del mundo; al final del campus, después de muchas cribas, seleccioné a 13 o 14, que constituyeron la selección juvenil, luego pasaron a la júnior y al final fueron 4 los que entraron en la selección olímpica: la primera línea”, explicaba a este diario.
El fruto es una selección atrevida con una primera línea con “jugadores muy interesantes, con buena capacidad de lanzamiento”, como Haniel Langaro (Naturhouse) y Guilherme Toledo (ex-Granollers), que llevan el 40% de los goles; y una defensa “siempre incómoda con un 5:1 muy abierto”, con el sello Ribera. “La hacíamos arriesgada, más abierta, con anticipación, buscando sorprender a los rivales”, contaba.
Para Ribera, Brasil fue un “campo de experimentos” que pretende aplicar en España para llegar a Tokio 2020 con una nueva generación que aspire al oro. En el camino, en el Mundial de Francia, los nuevos hispanos empiezan a coger velocidad de crucero y a invitar a soñar con medallas. De los 16 equipos de octavos, son el segundo mejor ataque (160 goles; Suecia, 162) y la cuarta defensa (115 goles; Alemania, 107). “Tenemos que seguir creciendo”, dice Ribera, sin vender humo.