La Vanguardia

“Cambié el guión porque no quise hacer un personaje inconsiste­nte”

- GABRIEL LERMAN

Aunque en su carrera no han faltado los altibajos, nadie puede discutir que Kevin Costner logró concretar su sueño de conquistar Hollywood. Si bien el Oscar sólo le tocó con su varita una vez, dejándole dos estatuilla­s, a la mejor película y mejor director por Bailando con lobos, por la que también fue nominado al mejor actor, fue durante buena parte de sus cuatro décadas en el cine una de sus estrellas más populares. Con 62 años, ahora que los papeles protagonis­tas ya no abundan para él, elige proyectos en los que su nombre ayuda a asegurar financiaci­ón. En Figuras ocultas, recién estrenada, interpreta al jefe de la NASA que en la década de los sesenta descubre el talento matemático de una chica negra (Taraji. P. Henson) que debe lidiar a diario con la discrimina­ción.

¿De niño quería ser astronauta?

No. Recuerdo que le preguntaba­n a los otros niños si querían ir al espacio y la mitad del aula decía que sí, pero a mí no me interesaba. Podían pasar tantas cosas malas en el espacio que yo prefería que fuese otro y luego me lo explicase. Yo quería ir a las islas Turks y Caicos. Mi sueño era ir a la playa.

En el póster de Figuras ocultas, la que no se ve es la suya...

Y así debe ser. Desde el momento en que me ofrecieron el papel supe que no iba a estar en el póster. Cuando leí el guion me fascinó, pero no me sorprendió que no se conociera lo que hacen estas mujeres. A veces no entendemos las páginas de nuestra propia historia y esta estaba oculta, pero no fue por descuido. Sencillame­nte la gente en su momento no reconoció su importanci­a. Yo no tenía la menor idea de la trascenden­cia de la participac­ión de los afroameric­anos en el programa espacial.

¿Por qué aceptó el proyecto?

Quería apoyar esta película y me interesaba que mi personaje fuera el que apoya y estimula a la verdadera protagonis­ta de la historia.

Pero su personaje no existió en la vida real.

No. Es el único que es una composició­n de varias personas que sí existieron. Cuando me llegó el guion hablé por teléfono con Theodore Melfi, el director, y le dije que me daba cuenta que la película trataba sobre estas chicas y que no tenía ningún interés en cambiarlo. Pero en el caso de mi personaje no se veían de forma clara sus intencione­s y aunque le expliqué que soy de esos actores a los que no les gusta que estén cambiando los diálogos y las escenas cuando ha empezado el rodaje, le dije que no entendía al personaje.

¿Qué le dijo?

Que ese era el personaje con el que más problemas había tenido porque no estaba basado en una sola persona sino en tres, uno de los cuales era racista y el otro muy aburrido. Le expliqué que en el guión ese hombre parecía esquizofré­nico y que si bien yo ya he interpreta­do racistas y asesinos, lo que no podía hacer era un personaje inconsiste­nte.

¿Y entonces?

Le propuse que reescribie­ra el personaje como un hombre que puede guiar la historia al menos cuando está en la NASA y a quien sólo le importa llegar a buen puerto con el programa sin prestar atención a los detalles, como el baño para gente de color. Y así lo hizo. Tengo que aclarar que muchas veces me dicen que van a trabajar conmigo en el papel para que esté satisfecho y que firme el contrato que me vincula a la película, porque eso les sirve para conseguir financiaci­ón. Pero una vez tienen el papel firmado, se termina la colaboraci­ón o están siempre muy ocupados. Pero Theo siempre estuvo dispuesto a escucharme y a hacer los ajustes que fueran necesarios.

Con semejante carrera, ¿de qué está más orgulloso?

En la noche de Halloween llevé a mis tres niños pequeños a buscar golosinas y mis dos hijos mayores, que ya tienen más de 30, vinieron a acompañar a sus hermanitos,

que son de otro matrimonio. Me he casado dos veces y cada vez he tenido tres hijos. Los mayores vinieron para asegurarse de que todo iba bien con los pequeñines y estar a mi lado y en ese momento sentí que más allá de mis logros o no en mi vida profesiona­l, esa otra parte la había hecho muy bien. A esa edad mis hijos mayores tenían muchos otros sitios para ir...

¿Es cierto que decidió ser actor después de un encuentro casual con Richard Burton en un avión?

No es completame­nte cierto, porque en ese momento yo ya estaba pensando en ser actor. Ya había empezado a tomar clases de teatro por las noches. Nos conocimos en mi luna de miel en Puerto Vallarta. Estaba en el aeropuerto con mi novia y a Richard le permitiero­n subir al avión antes que al resto. En el avión, todos los asientos a su alrededor estaban vacíos; los había comprado para que nadie le molestara. Yo estaba sentado unas cinco hileras detrás y pensaba en lo mucho que me gustaría hablar con él porque no sabía qué hacer con mi vida pero me gustaba imaginarme como actor. Yo sabía que Burton era un actor pero también conocía lo que se decía de él, que tenía una vida difícil, que luchaba con el alcohol y que no siempre le iba bien con las mujeres. Mi madre le seguía bastante y pensaba que toda la gente en Hollywood lidiaba con problemas similares.

¿Qué pasó?

Burton leía un libro de Gore Vidal sobre Lincoln y esperé que lo dejara para acercarme. Todo el mundo me vio avanzar por el avión sin entender qué hacía. Le dije: “Señor Burton, no le quiero molestar, pero cuando termine de leer, ¿le podría pedir unos consejos?”. Me dijo que cuando terminara con el libro hablaría conmigo. Me volví a mi asiento.

¿Le llamó?

Yo no le perdía de vista. Terminó el libro, lo puso a su lado y se echó a dormir. Pensé que nunca iba a hablar conmigo. Pero cinco minutos después se sentó, miró hacia atrás y yo me volví a acercar mientras todos me miraban. Me senté junto a él y tuvimos una conversaci­ón privada durante diez minutos. Fue muy amable. No me dio consejos y lo que me dijo no lo voy a compartir.

¿Volvieron a verse?

Cuando llegamos a Los Ángeles, él pasó por la aduana sin hacer cola. Mi esposa y yo esperábamo­s un autobús y vimos una enorme limusina. Se paró, Richard se asomó y me deseó buena suerte. Luego subió la ventanilla y siguió. Lamento no haber podido volver a hablar con él.

¿Le sorprende el camino por el que le ha llevado la vida?

Por supuesto. Yo crecí en un hogar muy conservado­r y nunca me rebelé contra mis padres, aunque tenía mis problemas con ellos, pero jamás recurrí a drogas o alcohol. Mi hermano se fue a la guerra de Vietnam y yo me sentí obligado a hacer lo que mis padres esperaban de mí, terminar la escuela secundaria e ir a la universida­d para tener un trabajo. Mis padres se casaron muy jóvenes, mi hermano se casó a los 20 y yo a los 22. La verdad es que me sentía atrapado. En la universida­d me sentía un mediocre, todos eran más inteligent­es que yo.

Y cambió de rumbo.

Sabía que mi virtud era contar historias, escribir poesía, aunque procuraba que mi padre no se enterara. Él me había enseñado a pelear y a hacer labores físicas, era un hombre muy fuerte y sabía pelear a puño limpio. Yo crecí en ese mundo, pero me gustaban otras cosas. Escribía canciones, estudiaba piano, una parte de mí era un narrador. Sabía que la actuación era un camino alternativ­o, pero no había ninguna garantía de que me fuese bien. Aunque había que intentarlo y eso hice.

“Mi padre era fuerte, peleaba a puño limpio; yo procuraba que no se enterara de que escribía poesía”

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Con 62 años recién cumplidos, Costner ha estrenado Figuras ocultas, en la que interpreta al jefe de la NASA en l
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RANDY HOLMES / ABC / GETTY IMAGES los años sesenta

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