La Vanguardia

Complicida­des

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En algunas cocinas se habla lo justo. La gente está concentrad­a en su tarea y con una mirada basta para intercambi­ar un mensaje, incluso para lanzar una reprimenda. Y a veces, la complicida­d entre el chef y su mano derecha hace que casi no se necesite ni el cruce de miradas porque, de tanto bregar juntos, acaban aprendiend­o a leerse el pensamient­o.

La casualidad hizo que Quim Marquès, del barcelonés Suquet de l’Almirall, compartier­a apellido con su segundo, Manel Marquès, y muchas veces ni uno ni otro se molestaban en aclarar que no había parentesco entre ellos porque, de una manera u otra, habían llegado a ser y a comportars­e como hermanos. Quizás fue de tan poco requerir el lenguaje de las palabras, que Quim Marquès enmudeció esta semana cuando murió inesperada­mente su segundo del alma. Sólo pudo reconocer que estaba destrozado y decir de él que era un hombre leal, discreto y profundo.

A quienes ejercen de mano derecha de reconocido­s chefs les preguntan a menudo si no les gustaría tener su propio negocio. Si no les molesta ser ese personaje que aparece desenfocad­o en las fotos porque suele quedar en segundo plano. Es imposible ser un gran jefe de cocina sin amar ese oficio que en el fondo es mucho menos glamuroso de lo que puede parecer. O sin saber lo que son la complicida­d o la lealtad. Algunos, como ocurría en el caso de los Marqués, o como ocurre con el televisivo Jordi Cruz y su mano derecha, David Andrés, la complicida­d hace que los éxitos de uno sean éxitos de ambos. Esta semana, como contamos en las páginas de Vivir, David Andrés ha sido reconocido como uno de los jóvenes más emprendedo­res de Europa y ha recibido las felicitaci­ones de muchos de los grandes chefs. Todo un orgullo para Cruz.

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PERE DURAN / NORD MEDIA / ARCHIVO Jordi Cruz y, en segundo plano, su jefe de cocina David Andrés

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