El Moll de la Fusta
Hacia el año 1990 Pasqual Maragall me encargó un estudio urbanístico del frente marítimo de Barcelona. El motivo de ello fue que yo había asesorado a Enrique Lacalle, a la sazón candidato del PP a la alcaldía de Barcelona, y había centrado la campaña en el ataque a las plazas duras que propugnaba Bohigas. Cosas como la plaza de la estación de Sants, por ejemplo.
Mi teoría es que las plazas duras son una imitación fuera de lugar de las plazas diseñadas en los países nórdicos y se publican en las revistas italianas y que el señor Bohigas fue víctima de esa moda. En el clima de Barcelona una plaza de asfalto y metal es inutilizable cuando el sol aprieta a partir de junio y, además, es inhóspita, fría y desagradable en cualquier momento del año.
En mi estudio del frente marítimo de Barcelona pude conocer a fondo el predicamento del Moll de la Fusta y, por extensión, el de la Vila Olímpica.
El problema del Moll de la Fusta es que la remodelación del paseo Colom diseñada en 1987 por SolàMorales separó el Barri Gòtic del mar porque colocó una balaustrada que impide el paso desde las calles que bajan del Gòtic hasta la orilla del mar. Cuando realicé el estudio comprobé que para pasar del Barri Gòtic al mar sólo había dos pasos peatonales, uno en Colón y el otro en Correos. A todo lo largo del paseo Colom las calles que bajan del Barri Gòtic hacia el mar quedaban cortadas al peatón por la balaustrada de SolàMorales. Literalmente había separado Barcelona del mar, en vez de unirlos.
El proyecto no tuvo el consenso de los grupos políticos del Consistorio: CDC criticó la propuesta porque no resolvía los problemas de circulación y separaba la urbe del mar. Como así ha sido.
Ahora el gobierno de la alcaldesa quiere convertir el Moll de la Fusta en el gran rincón público de Ciutat Vella. Totalmente de acuerdo, sólo que no es ni puede ser un rincón porque es un centro, el centro de Barcelona saliendo al mar. “Queremos que el Moll de la Fusta y el Port Vell sean espacios que respondan a las necesidades de los ciudadanos –explica Gala Pin, edil del distrito–. Tenemos que revertir la situación histórica que convirtió estos lugares en barreras entre la ciudadanía y el mar. Estos ámbitos han de ser el gran pulmón de Ciutat Vella”.
Pues muy sencillo, señora Pin: derriben las barreras y balaustradas que colocó SolàMorales y remodelen el paseo Colom para que la gente salga del Gòtic y cruce hacia el agua directamente, sin tener que ir a buscar un paseo peatonal a medio kilómetro de distancia. Aunque parezca increíble, sólo hay un paso de cebra en Colón y otro en Correos. El resto del paseo está obstruido por diversos tipos de obstáculos y barreras.
El paseo Colom se debe diseñar como un gran salón –como el de Víctor Pradera en Arc de Triomf– y Correos como un gran paso de cebra continuo que una el barrio con el mar.
Otra barrera innecesaria se diseñó en la Vila Olímpica. Pese a que los partidarios de abrir Barcelona al mar –que somos todos, supongo– se han quejado históricamente de que el ferrocarril había separado los pueblos costeros del Maresme de sus playas, cuando llega el momento de levantar de cero la Vila Olímpica, Bohigas sitúa una autopista de ocho carriles entre las viviendas y el mar. Quiso imitar a Chicago, supongo, en vez de a Niza. Lo adecuado en un país mediterráneo es el esquema Niza, Cannes, Sitges, sin ir más lejos: casas, paseos, playa y mar.
Acceder a la playa desde la Vila Olímpica exige atravesar puentes, rondas, carreteras, obstáculos, cuando lo lógico era poner las rondas soterradas en segunda línea de la Vila sin alterar el acceso de las viviendas al mar. Ocasión perdida. Eso no tuvo arreglo. Sí, en cambio, el hecho de que no hubiese terrazas en las viviendas –supongo que porque en aquella época no estaba de moda porque Rossi no las ponía–. Enrique Lacalle lo señaló en su campaña y así aparecieron las tímidas terrazas que hay en la Vila Olímpica. Pocas, eso sí.
Consultar al vecino, al usuario del espacio público, es lo correcto porque al fin el urbanismo es lo que se encuentra el peatón cuando sale a la calle. Tal es la fuerza del ciudadano de a pie que, sin que exista un paseo diseñado, este se ha creado por el uso entre el hotel Arts y el hotel Vela, unos kilómetros de playa por los que una muchedumbre de peatones, patines, bicis y diversos artilugios motores deambulan a diario.
Algo así me gustaría ver en el Moll de la Fusta e incluso en el paseo Colom. El ona de Bar-cel-ona es tan potente como el bar y como el cel. Vamos a disfrutar este clima privilegiado que tenemos en espacios públicos accesibles, abiertos y cómodos. Se lo debemos a los nietos. Yo, por lo menos, a mi nieta Alicia.
Consultar al vecino es lo correcto porque el urbanismo es lo que se encuentra el peatón cuando sale a la calle