La Vanguardia

Al rescate de la Siria bombardead­a

Madrid reúne un cargamento de ayuda humanitari­a para los cascos blancos y las zonas rebeldes sitiadas

- FÉLIX FLORES Madrid

Cuando empezó la revolución, en el 2011, los sirios tenían la opción de aliarse con el pueblo o ser pasivos, tomar las armas, salir del país o ayudar. La mía fue no optar por la actividad militar o política. Todo ha cambiado para mí, la familia, las cosas básicas de la vida... Pero vale la pena”. Quien habla es Abdelrahma­n al Mauás y pertenece a los cascos blancos, la organizaci­ón de rescatista­s que trabaja en zonas rebeldes.

En el contexto oscuro de una guerra sin testigos independie­ntes, los cascos blancos se han convertido desde el 2013 en primer referente de los bombardeos aéreos sobre la población civil. Su trabajo es tan simple como necesario y arriesgado: sacar personas de entre las ruinas: más de 82.000, con unos 170 muertos por su parte, sobre todo desde que “el 31 de septiembre del 2014 –explica Al Mauás– intervino la aviación rusa y sufrimos el primer

doble golpe”, un segundo bombardeo, al cabo de 15 minutos, sobre un lugar ya atacado que acaba atrapando a los rescatista­s. Si el dato estadístic­o parece abultado, Ahmad Yusef, otro casco blanco, asegura que “documentam­os las personas rescatadas y las que enterramos, solo hablamos de lo que hemos visto; de hecho nuestras cifras siempre son menores que las que dan otros”. “No hay justificac­ión para bombardear una casa”, añaden.

Los cascos blancos van a recibir en Madrid cuatro camiones de bomberos, que partirán hacia Turquía, y luego a Siria, junto con un convoy de ayuda humanitari­a. Es parte de un esfuerzo conjunto de las institucio­nes madrileñas, Bomberos Unidos Sin Fronteras y la Asociación de Apoyo al Pueblo Sirio (Apps), una oenegé que, a partir de donaciones, consiguió en el 2016 hacer llegar 1,5 toneladas de ayuda (alimentos, medicinas, pañales, sillas de ruedas, material escolar...) para 300.000 personas. Su contrapart­e siria es la oenegé Sham al Jer, que aporta pruebas documental­es a la apps de cómo todo llega efectivame­nte a su destino.

El cerco de Alepo fue la demostraci­ón de cómo la ayuda humanitari­a de las agencias de la ONU puede quedar bloqueada por la burocracia, según un representa­nte de Sham el Jer, Amyad Fareku. “Cuando se aprueban las resolucion­es internacio­nales ya es tarde. En cambio, gracias a organizaci­ones como apps y a través de las redes que creamos en las comunidade­s, llegamos más rápido”.

¿Cómo se consigue todo esto en territorio­s sitiados y ocupados a menudo por milicias extremista­s? Con todos los recursos posibles –la negociació­n, el soborno...– bien conocidos por cualquier entidad que actúe en contextos de guerra.

“Siempre insistimos en que no tenemos ningún vínculo con ningún partido”, dice Fareku, un dentista que, trabajando como cirujano maxilofaci­al en Zamalka, en el este de Damasco, fue testigo de aquel ataque con gas de agosto del 2013 que causó, según se cree, 1.500 muertos. “Estaba habituado a ver la sangre pero no estaba preparado para ver niños que parecían plácidamen­te dormidos y estaban muertos”.

“Para mí es imposible la imparciali­dad. Bashar el Asad es el director de una escuela de terrorista­s, él ha apoyado al Estado Islámico y su permanenci­a es la permanenci­a de las matanzas”, afirma Faraku, que pertenece, como los cascos blancos Abdelrahma­n Mauás, antes ingeniero mecánico de Alepo, y Ahmad Yusef, profesor de matemática­s de Damasco, a aquella primera hornada de jóvenes revolucion­arios hoy sepultada bajo el peso de los grupos islamistas o yihadistas.

Los cascos blancos mantienen en cambio un discurso de absoluta neutralida­d. El hecho de trabajar en terreno controlado por estos grupos y de recibir millones en financiaci­ón de los gobiernos de Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Alemania, Holanda y Japón –con el apoyo de Turquía, donde se han entrenado sus 3.200 efectivos– les ha hecho objeto de una campaña por parte de Rusia, Irán y círculos de extrema derecha y de la izquierda (española, notoriamen­te...) que los señala como agentes de una conspiraci­ón que une a la OTAN y al yihadismo contra el régimen sirio.

Candidatos al Nobel de la Paz en el 2016, ahora un corto documental producido por Netflix los lleva a los Oscars, y han sido contestado­s por otro documental ruso en el que un demacrado exmiembro del equipo denuncia su parcialida­d. “Lo sabemos –dice Al Mauás–. Abdulhadi Kamel estaba en la caravana de evacuación de Alepo el 16 de diciembre, fue herido en un hombro por Hizbulah y llevado a un hospital en la zona del régimen, le detuvieron y le forzaron a decir lo que dijo. Se nota que es propaganda, y estamos preocupado­s por su vida”.

“Es cierto que entre nosotros hay gente que había tomado las armas –dice Al Mauás–. Damos la bienvenida a cualquiera que deje las armas porque cree que la labor humanitari­a es más noble que la militar”. Y añade Yusef: “No conozco a nadie que haya hecho al revés”.

ABDELRAHMA­N, CASCO BLANCO “Damos la bienvenida a todo el que deje las armas, es más noble la labor humanitari­a”

ROMPIENDO EL CERCO La Asociación de Apoyo al Pueblo Sirio envió 1,5 toneladas de ayuda en el 2016

SE DECLARAN NEUTRALES Los cascos sufren una campaña rusa que los acusa de lazos con la OTAN y el yihadismo

 ?? DANI DUCH ?? Abdelrahma­n Mauás y Ahmad Yusef, miembros de los cascos blancos sirios, ayer en la sede de Casa Árabe en Madrid
DANI DUCH Abdelrahma­n Mauás y Ahmad Yusef, miembros de los cascos blancos sirios, ayer en la sede de Casa Árabe en Madrid

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