Trío de jueces conservadores para la presidencia
EL SUCESOR DE PÉREZ DE LOS COBOS SERÁ UNA INCÓGNITA HASTA EL ÚLTIMO MOMENTO
El presidente del Tribunal Constitucional (TC), Francisco Pérez de los Cobos, acudió ayer a la apertura del año judicial en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH). Una presencia premonitoria. Se da por hecho que su siguiente destino estará muy pronto allí, en dicha institución, en sustitución del magistrado progresista Luis López Guerra. Y para suceder a Pérez de los Cobos se manejan en el Constitucional tres nombres. El primero sigue siendo el del catedrático de Filosofía del Derecho Andrés Ollero. Las versiones de la negociación para renovar el TC que daban por hecho que Ollero quedaba excluido por haber sido vetado por el PSOE causaron gran malestar en el seno del Constitucional. Y ello porque si bien es cierto que la trayectoria de Ollero como diputado del PP durante 17 años no genera especial adhesión en el PSOE, el hecho es que la elección del presidente del TC no depende de los partidos políticos, sino de los doce magistrados que integran la institución. Sólo ellos están llamados a votar para la elección del presidente del Constitucional. Y entre dichos jueces la idea de que son sólo ejecutores o marionetas de lo que unos dirigentes políticos decidan en el exterior causa profunda indignación. Ollero, en todo caso, no es el único candidato para la presidencia del TC. Tiene opciones el magistrado Juan José González Rivas, no menos conservador que Ollero, pero sí menos proclive a la exposición pública. González Rivas tiene fama de erudito del derecho, dotado de una memoria enciclopédica. En el TC se valoran mucho esas cualidades, pero también se estima que la presidencia de la institución entraña obligaciones de presencia social y proyección pública que pudieran no encajar bien con sus preferencias de comportamiento. Cada vez que se hacen las anteriores reflexiones, las miradas se centran en el tercer nombre, el del catedrático de derecho constitucional Pedro González-Trevijano. Su perfil no es sólo el de un buen jurista, sino el de un humanista, conservador, por supuesto, como los anteriores, pero con especiales dotes de ductilidad. Su problema es que le quedan seis años de mandato, y no sólo tres, y en el TC es tradición elegir presidente a un magistrado del turno al que le quede menos tiempo en la institución.