La Vanguardia

Un poco de vida

- Remei Margarit R. MARGARIT, psicóloga y escritora

Desde hace unas semanas, a mi terraza viene un petirrojo, un pájaro pequeño y simpático que no nos teme. Al principio hurgaba en la tierra de las macetas, buscando algo para comer, pero al ver la constancia de sus visitas, puse un pequeño comedero con migas de pan encima de la baranda y también un pequeño recipiente con agua, y pronto se acostumbró a venir con asiduidad durante el día. La cuestión es que un mirlo, que también nos visitaba de vez en cuando, ha descubiert­o el comedero y también se ha apuntado a la fiesta, pero el tamaño del mirlo es el doble que el del petirrojo, y además, a veces se pone en guardia de espaldas al comedero con un gesto de apropiació­n. También se da el caso de que se ponen uno detrás del otro quietos a una cierta distancia, como esperando su vez. El petirrojo se ha espabilado y ha buscado estrategia­s para que el mirlo no lo vea cuando se acerca al comedero; se va escondiend­o bajo el aparato de aire acondicion­ado del vecino y de pronto salta frente al comedero. No es que se peleen, sino que procuran no interferir con el otro. Mi trabajo tan sólo es el de llenar el comedero de migas de pan. Es un placer ver las idas y venidas de esos pájaros, porque están seguros de que no los molestarem­os. Bueno, si el mirlo se empecina en hacer guardia frente al comedero, alguna vez lo echamos para que el pequeño petirrojo pueda acercarse a comer.

Hace frío. Estos pájaros parece que viven en los árboles de la plaza que hay bajo mi casa. Es preciso cuidarlos para que puedan pasar el invierno. Los árboles se mueven con los vendavales y una no sabe cómo se pueden sostener en ellos estos pájaros tan minúsculos. Tengo entendido que el petirrojo anida en la parte baja de los árboles y de los arbustos, de momento resiste, frágil, pero bastante bien con su buen abrigo de plumas.

Esta es una muestra de que hay vida más allá de los aburridos y patéticos discursos de los poderosos y de algunos políticos que buscan el poder como sea. Y esos pequeños seres con alas nos recuerdan que son parte de un universo del que formamos parte también los humanos, aunque a veces no lo parezca, y que hay vida más allá de tanta charlatane­ría.

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