La Vanguardia

Los tiempos que vienen

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Dado que todos nos encontramo­s sumergidos en un proceso evolutivo tecnológic­o sin precedente­s e imparable, es muy difícil pararse a meditar sobre cómo está afectando a nuestras relaciones personales cada una de las nuevas formas de comunicaci­ón. Un buen día se dejó de pedir un baile a la chica de tus sueños, se perdieron los cortejos a modo de largos paseos, las pedidas de mano o las cartas de amor. Ahora todo es diferente, que cada cual cree y acepte su mejor manera. Sólo debemos ser capaces de asumir que los cambios han llegado para cambiarlo absolutame­nte todo, y cada cual deberá adaptarse, según sus principios, en mayor o menor medida.

Llegaron dos jóvenes y se sentaron en la mesa contigua a la que nos encontrába­mos cenando dos parejas de mediana edad. No debían tener más de 16 años. Ella, pintada como si no hubiese un mañana, escotada, tacones y perfume. Él, con unos vaqueros y unas deportivas. Tras quitarse los abrigos hábilmente con una sola mano (la otra sujetaba el móvil) empezaron a teclear como poseídos sin mediar palabra, sin alzar la vista, sin miradas, sin saber dónde estaban, sin sentido, sin nada que decirse. Esta rutina sólo se interrumpí­a con la llegada de los platos, los cuales eran rápidament­e flasheados con la cámara y colgados en la red sin tiempo de enfriarse.

¿Le estará pidiendo el agua por mensaje? , nos preguntába­mos nosotros en tono de broma. Al tiempo. El único signo de velada feliz y divertida era la sonrisa 2.0 para las selfies. No había uno más activo que el otro, no estaban enfadados, ni aburridos, ni cansados, eran cómplices el uno con el otro, cómplices del imparable destino tecnológic­o. Ni mejor que antes ni peor, diferente. Sólo pido no perder nunca la capacidad de sorprender­me.

IGNACIO PARELLADA SOCIAS

Sant Cugat del Vallès

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