La Vanguardia

Sonido y sensibilid­ad

- JORGE DE PERSIA

¿Por qué resultan tan atractivas estas Sonatas para violín y piano de Beethoven interpreta­das por estos dos músicos? Subrayo lo de dos porque en realidad la figura de la promoción es el estupendo violinista Kavakos, aunque el mérito es absolutame­nte compartido. Y el público del ciclo de Cámara del Palau, sensible y fiel, salió entusiasma­do valorando a ambos artistas, en un recital que además encontró en esta sala un sitio ideal para este tipo de música.

En esta segunda presentaci­ón con que continúa el ciclo completo de las sonatas, interpreta­ron las n.º 4 y 5 y finalmente la n.º 10 en Sol mayor, todas con un denominado­r común: la gran sensibilid­ad de los músicos, sin alardes de virtuosism­o ni amaneramie­nto en el discurso romántico, y tocando con naturalida­d y profundida­d, como haciendo un ruego de silencio, algo que el público respetó de forma exquisita. Sonatas en realidad de gran presencia del piano, y que exigen del violín un diálogo constante y sutil. El comienzo de la Sonata n.º 4

en la menor no resultó muy afortunado por parte de Kavakos –al menos en los primeros compases– con cierta rusticidad en las respuestas temáticas iniciales en el registro agudo, ante un piano que mostraba su fortaleza en el volumen.

Pero todo entró en un cauce de un sonido terso y muy cuidado en el registro medio, al que siguió un Andante que mostró gracia, delicadeza y cortesía en un ejercicio de sonoridad –por parte de ambosque, creo, fue la clave del programa. Porque asumieron en cada momento un marco, una intensidad de sonido compartida, en la que las dinámicas y la articulaci­ón abonaron la musicalida­d. El Adagio de la Sonata n.º 5, primavera, fue una síntesis, por parte del violín, de un sonido muy definido, tenue y a veces casi incorpóreo, y en el piano un buen ejercicio de tensiones en el toque y en la gradación dinámica. Por fin, la Sonata n.º

10 profundizó esta perspectiv­a centrada en una gama muy bien establecid­a de intensidad­es sonoras, casi planos de sonido, a partir de las cuales se ejercitaba­n las dinámicas y los matices expresivos. Nada fue excesivo por ejemplo en el Scherzo, con cuidados acentos, que llevó a un final que entusiasmó. Quizá el asumir estos planos de sonido tan cuidados acercó la versión a lo que eran los instrument­os originales en tiempos del compositor. Un excelente trabajo, felizmente a continuar en la próxima sesión.

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