La Vanguardia

El chófer negro de Llaudet

Cincuenta años del fichaje frustrado de Walter Machado da Silva

- Xavier G. Luque Barcelona

–Señor Llaudet, si no se abre la contrataci­ón de extranjero­s ¿qué hará con Silva? –Pues mire, siempre me habría gustado tener un chófer negro.

El 31 de enero de 1967 el brasileño Walter Machado da Silva se enfundaba por primera vez la camiseta blaugrana. Fue en Caracas, en un amistoso contra el Botafogo en el que anotó un gol. Alto, de estampa atlética, futbolista de potente remate con ambas piernas y de certero cabezazo, considerad­o el reserva de Pelé en la selección brasileña, Da Silva o simplement­e Silva fue un amor imposible del Barça que ha quedado marcado por la boutade que lanzó el presidente Enric Llaudet, personaje de fuerte carácter, cuando se hartó de preguntas insidiosas.

El Barça consiguió una incorporac­ión de lujo, convencido de la inminente apertura de fronteras en el fútbol español, autárquico desde el desastre del Mundial de 1962. Pero no fue así (no se abrieron hasta 1973) y Silva regresó a su país siete meses más tarde. Amargado, después de alinearse en catorce amistosos (8 goles) y de que el Barça lo exhibiera en el Camp Nou (para recuperar parte de la inversión) y lo paseara por campos de tercera que no honraban su clase.

Esta es la historia de un fichaje frustrado tras promesas incumplida­s, pero también es un buen reflejo de cómo funcionaba el fútbol español en los grises sesenta y de cómo las estructura­s de los clubs de élite se mantenían aún en el amateurism­o.

Llaudet llegó a la presidenci­a del Barcelona en 1961 con dos problemas acuciantes: enjugar la deuda por la construcci­ón del Camp Nou y aumentar los ingresos anuales. “Somos 60.000 socios, hay 40.000 entradas a la venta en cada partido. Tenemos que ofrecer espectácul­o para llenar el Camp Nou”, explicaba. Y el mercado interno estaba agotado y, sobre todo, desbocado. “Por un posible crack español me piden doce millones (de pesetas) y en el extranjero lo tengo mejor y por seis”, se lamentaba.

La Federación Española de Fútbol estaba presidida por un militar, Benito Pico, exdirigent­e del Real Madrid. “Lo fui en varias épocas, salvo durante la República, porque entonces yo estaba de luto, ¿comprende?”, señalaba en una entrevista en 1975, cuando era el socio 17 del Real Madrid. Pero por encima de Pico quien mandaba de verdad era el delegado nacional de Deportes, el falangista José Antonio Elola-Olaso.

Llaudet vio un resquicio para obtener la apertura de fronteras cuando supo que se preparaba un relevo significat­ivo en el deporte español y que la DND quedaría en manos de Juan Antonio Samaranch, con el que tenía trato cercano. Samaranch, según testimonio­s de la época, le prometió a Llaudet que haría lo posible para permitir el fichaje de extranjero­s y el presidente blaugrana cometió el peor error estratégic­o posible: exhibir músculo y hacerse con los servicios de un auténtico crack antes de la apertura oficial.

Y podía haber sido peor, porque en realidad a quien quería Llaudet era a Pelé. Llegó incluso a pedir precio, pero el Santos se descolgó con unas cifras inasumible­s: 60 millones de pesetas por el traspaso y una ficha de 12 para el jugador. El Barcelona utilizó los servicios de un intermedia­rio, Gerardo Sanella, que fue quien puso entonces sobre la mesa el nombre de Silva. En el documento 1 del dossier Silva se puede leer como piden a Sanella “la contrataci­ón en firme del jugador negro llamado Silva, pertenecie­nte al Corinthian­s” y se concreta un precio de 180.000 dólares (10,8 millones de pesetas). Además, el Barcelona pidió informes a amigos de la directiva, como los hermanos Coll Llach. En el documento 2 leemos que Silva “hace un gol por partido” y que “dicen fue muy juerguista, pero se regeneró al casarse”. Así se fichaba.

El club blaugrana envió a su segundo entrenador, Vicenç Sasot. En mayo de 1966 informa por télex (documento 3) que “Walter es peleón y buena persona”. También habla de Antonio, un nombre en clave. Los documentos sobre Pelé por ejemplo siempre citaban a Enrique. Mientras, Sanella pide una decisión urgente e incluso se compromete a vender a Silva a Italia y recuperar los millones si finalmente no puede jugar.

En las respuestas del club (documentos 4 y 5) se da el OK: “Luche para lograrlo. Stop. Mandamos provisione­s pedidas” y también “Interesa Walter. Stop. Dado orden envío adelanto”.

Finalmente, el Corinthian­s firmó la venta (documento 6) el 11 de mayo de 1966. La mitad de los 180.000 dólares se pagaron en el acto y el resto quedó aplazado hasta el 15 de diciembre. Además, el Barcelona se interesó entonces por un oriundo: Óscar Pinino Mas, futbolista argentino hijo de catalanes que en 1973 por cierto acabó en el Real Madrid.

La utilizació­n de conocidos, amigos o familiares para los primeros informes era habitual. Y siempre de forma altruista. El padre de los Coll Llach, como reconocimi­ento, fue nombrado socio de honor del Barcelona.

Paralelame­nte, Llaudet tanteó el terreno y el 15 de junio de 1966 convocó a los presidente­s de Primera a una reunión en el Palace de Madrid. Quería saber quiénes estaban por la apertura de fronteras. El Madrid no acudió, pero anunció que le daba igual. Abstención. El Espanyol ni siquiera contestó a la invitación. No acudió, como el Sevilla. Del resto, 10 votaron a favor y sólo 3 en contra: Athletic, Zaragoza y Pontevedra. Pero la última palabra era de la DND. Llaudet esperaba que se hiciera efectivo (sucedió en enero de 1967) el nombramien­to de Samaranch.

NO A LOS EXTRANJERO­S El presidente blaugrana confió en que Samaranch abriría las fronteras y se lanzó al fichaje de un crack EL OSADO LLAUDET Pidió precio por Pelé, pero era inasumible; entonces apostó por Silva, un atlético delantero de lujo SEIS MESES DE ESPERA Después de 14 amistosos y ocho goles, y sin que cambiara el veto, Silva regresó a Brasil

En la prensa de Madrid la iniciativa del Barcelona fue recibida a hachazos. En ABC el columnista deportivo Gilera ocupó toda una página que se cerraba con esta frase lapidaria: “Ni importació­n de extranjero­s ni exportació­n de nacionales. Vamos a vivir con lo nuestro y sin emigrantes. Será señal de un mejor orden económico y deportivo”. Marca lanzó un editorial en portada: “Monólogo, parcialida­d y error” y hablaba de un presidente (Llaudet) “adinerado por enajenacio­nes de terrenos”, de una asamblea de clubs “peregrina” y de que se pretende que “brote otro sarpullido de Gibraltare­s futbolísti­cos”.

Fue poco más tarde cuando Llaudet lanzó la frase que ha quedado para la historia. Luego pidió perdón y cuando Silva llegó a Barcelona (el 21 de febrero de 1967, foto 7) se ofreció para conducir personalme­nte el coche que lo trasladó del aeropuerto al Camp Nou. Antes, el 29 de julio de 1966, la DND (todavía con Elola-Olaso) había reiterado el cierre de fronteras, decisión que Samaranch no cambió. ¿Por qué? ¿Qué presiones tuvo, si la mayoría de los clubs estaban a favor?

En Barcelona, Silva se instaló con su familia en un piso de la calle Capitán Arenas número 17, en un edificio al que se accede por un pequeño túnel. Habló con la prensa (foto 8) y el 28 de febrero de 1967 fue presentado en el Camp Nou, ante el Feyenoord. Luego jugó otros partidos contra el Cagliari, el Standard de Lieja... Pero a medida que se sucedían los amistosos y vio que no tenía futuro fue perdiendo la ilusión. No le gustó que lo exhibieran en algunos partidos de nivel muy discreto, en Figueres, Mataró, La Bisbal... “No soy un fenómeno de feria”, dijo.

Entre las recaudacio­nes y el posterior traspaso a Brasil la operación no fue económicam­ente tan desastrosa como se ha dicho, en absoluto. Pero entre los barcelonis­tas quedó una sensación amarga. La de aquello que pudo ser y no fue. Sus compañeros le recuerdan como un gran futbolista. Rexach, Fusté, Gallego, Sadurní... todos hablan, cincuenta años más arde, de un futbolista de enorme lase “mucho más que un simple matador, habilidoso, muy comleto, regateaba bien...”, han coentado a La Vanguardia. Sadur, por ejemplo, no ha olvidado la ra que puso Silva al ver el césped La Bisbal. “Aquí no puedo jur”, dijo. Lo hizo y marcó dos gos, por cierto. Estuvo a punto de r sancionado con 10.000 peses... ¡por fumar! Tenía la costume de hacerlo después de los ennamiento­s “como la mayoría de brasileños”, dijo. “Tonifica mis rvios y me deja tranquilo y satisho”. Tampoco era tan extraño tonces. Poco antes del Mundial 1966 los internacio­nales espales Gento y Lapetra comentaque, para estar en mejor for, habían reducido su dosis dia“a seis pitillos”. Eran otros pos. ilva, desvincula­do por compleel Barça, volvió al Camp Nou el Flamengo, para el Gamper 968. En la semifinal contra el letic le marcó un golazo de tia Iríbar que levantó al público os asientos. En la final, contra Barça (un espectacul­ar 5-4) bién marcó. “Era muy bueno. ro mucho!” rememora Fusté. Quizá demasiado.

SUS COMPAÑEROS “Era habilidoso, completo, regateaba, chutaba con las dos piernas y tenía un gran remate de cabeza” EL DOSSIER SILVA Salen a la luz los documentos de una negociació­n entre amateur y profesiona­l EL REGRESO FUGAZ Jugó el Gamper de 1968 con el Flamengo y marcó un golazo de tijera al Athletic de Iríbar

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