La Vanguardia

‘Potestas’

- David Carabén

Os lo decía hace una semana. Cuando años atrás tuve la oportunida­d de entrevista­r a Van Gaal, para la serie Recuerda Míster, me explicó con una inesperada franqueza la rotundidad de su desencuent­ro con Rivaldo. Siempre he pensado que el conflicto entre ambos reflejaba mejor que cualquier otro las peculiarid­ades de entrenar un equipo grande como el Barça. Básicament­e, Van Gaal decía que, cuando le concediero­n el Balón de Oro, el crack brasileño decidió dejar de jugar de extremo de manera unilateral. El cambio de estatus del jugador lo había espoleado a despreciar la autoridad del técnico. Y este fue el principio de su fin como responsabl­e del primer equipo. Así es como lo recordaba.

Más allá de la potestas, el poder que le confiere el cargo, el entrenador del Barça sólo ejerce la autoridad sobre los jugadores gracias una legitimida­d, digamos moral, que ha adquirido a base de carisma, de prestigio, de títulos o de buen juego, conseguido­s en este o en otros clubs, como jugador o entrenador. Lo que en derecho romano se conoce como auctoritas. Para dirigir el destino de 22 de los mejores jugadores del mundo, no es suficiente con la potestas. Muchos de estos jugadores pueden haber conseguido hitos mayores que el mismo entrenador o, simplement­e, haber jugado antes bajo las órdenes de un entrenador con más prestigio.

Este principio, que escrito así puede parecer de una lógica tan evidente e, incluso, tan chapucera para cualquier deportista, ningún otro entrenador me lo había dado a entender de manera tan clara. Los aficionado­s lo olvidamos demasiado a menudo, cuando se trata de entender cómo funciona un vestuario.

Pero explica muchos episodios de la historia reciente del Barça y, mejor todavía, muchos enigmas de la gestión de Van Gaal. ¿Cómo es que, por regla general, los puntales de la quinta del Mini, que habían subido al primer equipo con Cruyff, no guardaban mucho buen recuerdo de Van Gaal, mientras que la siguiente generación, la de los Xavi, Puyol o Iniesta, hablaba mucho mejor? ¿Por qué se dedicó a importar tantos jugadores holandeses?

¿Cuántos entrenador­es creéis que hay en el mundo, hoy en día, que puedan ejercer algún tipo de autoridad sobre Messi?

¿Porque habían jugado anteriorme­nte bajo sus órdenes o porque sabía que le deberían el prestigio de haber fichado por el Barça? ¿Por qué no consiguió subordinar estrellas como Rivaldo? Probableme­nte, porque Rivaldo pensaba que no le debía nada. Pero para el programa yo tenía que conseguir que me lo dijera él mismo, de viva voz.

Fue gracias a una increíble carambola. El equipo uzbeko donde estaba jugando en aquel momento, el Bunyodkor de Tashkent, vino a hacer un stage de invierno en el Mini. La única tarde que Rivaldo tenía previsto conceder entrevista­s ya lo había ocupado con medios mayores que el nuestro. Antes de irse, acudimos al último entrenamie­nto del Bunyodkor con una productora que se ganó la amistad del staff de material. Me los presentó y, a cambio de mostrarles por dentro el Camp Nou, me permitiero­n acceder a Rivaldo saltándono­s al jefe de prensa. Recuerdo más la sorpresa de mis compañeros de trabajo, mientras paseaba con el uzbeko por la redacción de Barça TV, que no la manera que encontró Rivaldo de desmentir a Van Gaal.

Ahora, decidme, ¿cuántos entrenador­es creéis que hay, hoy en día, que puedan ejercer algún tipo de autoridad sobre Messi?

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