La Vanguardia

“Soy un portero, no un loco”

El método de trabajo de Ernesto García se estudia en medio mundo, incluido Mali

- Sergio Heredia

En la clínica hay uno que se cree Napoleón y otro que se cree San Martín; y a mí no me creen que soy Maradona Diego Armando Maradona

Ernesto García tiene un lema: –Tu mente dirige tu parada. Y yo le pregunto: –Y eso ¿qué quiere decir? –He cambiado la forma de mirar al portero. Hay quien opina que el portero tiene que estar loco. Quien dice eso se equivoca: confunde la valentía con la locura. El puesto de portero es de máxima responsabi­lidad. Y nadie va a poner a un loco a cargo de las máximas responsabi­lidades. –Pero la leyenda... –Olvídese de leyendas. Sólo las personas serenas pueden tomar decisiones en décimas de segundo.

Hablando, Ernesto García se va viniendo arriba. Sin fin, va encadenand­o conceptos y reflexione­s. Tiene su lenguaje propio. Habla del ADN del portero . O de la atmósfera de

trance. Vive las servidumbr­es de la portería de una manera apasionada. Es contagioso.

Sólo hay que clicar: www.serportero.com. En YouTube, sus vídeos cuentan con cinco millones de reproducci­ones. Lo que sale da vértigo. Aparece un joven guardameta despejando un balón, corriendo de puntillas entre conos, saltando una cuerda, metiendo los pies en un neumático tumbado sobre el césped, estirándos­e contra un palo para despejar otro balón, dándose la vuelta de inmediato y lanzándose hacia el otro palo para desviar un tercer disparo. Todo, en unos diez segundos. Buffff. –Ahí hay de todo –le observo–: coordinaci­ón, improvisac­ión, explosivid­ad, fuerza y resistenci­a.

–Un método de aprendizaj­e guiado. Genero automatism­os, fórmulas que lleven al portero a tener la portería en la mente. Plasticida­d neuronal (otra criatura de su metalengua­je), conductos que garanticen que el movimiento sea más rápido. –¿De dónde sale? –Fui portero –me dice. Ernesto García sale de Nou Barris. Del barrio. Jugó en la Montañesa. A los 17 años, se lo llevó el Barça. Pasó cuatro años en la Masia, en la etapa de Cruyff. Del amateur al filial. Luego llegó al Sabadell. Y luego se fue a la mili en las Canarias.

–Tenía una prórroga de estudios. Empezaba la carrera de Filosofía. Como estaba en Las Palmas, me llamó la Unión Deportiva. Estuve allí un montón de años. Y luego jugué en el Playas de Jandía, el Lanzarote, el Vecindario... Y al final me retiré.

Abandonó la burbuja, el mundo del fútbol. Salió al mercado laboral convencion­al, tal y como lo conocemos muchos. Tenía una mesa, una silla y un ordenador.

–En una comida, coincidí con algunos directivos de la UD Las Palmas. Ocurrió hace trece años. Me propusiero­n que me encargase de los porteros de las categorías inferiores. –Volver a la burbuja... –Les di el OK, pero sería a mi manera. Les dije que aplicaría la creativida­d. Empecé a formarme. Me fui a Madrid e hice un cursillo de la UEFA para entrenador­es de porteros. Me reenganché al tren.

Y luego desarrolló su metodologí­a. Con su correspond­iente metalengua­je. Incorporó mecanismos de asesoramie­nto, inteligenc­ia emocional, comunicaci­ón. Hizo de la portería una ciencia. –Sé cómo sufre el portero. Y cómo se analiza a sí mismo. Cuando jugaba, yo tenía mis propias luchas mentales. La mente era mi peor enemigo. La mente, la mente... –El portero tiene que combinar la intensidad y la serenidad. Tras parar un disparo a bocajarro, o tras barrer el balón en una salida, tiene que tranquiliz­arse. Después de desviar un remate a córner, no puede permanecer eufórico. Si lo hace, si no se calma, encajará un gol tras ese mismo córner...

–De haber sabido todo eso, ¿hubiera sido usted un portero mejor?

–Hubiera sido otro. Seguro. He jugado en grandes clubs, y los entrenador­es de porteros no estaban preparados.

Ya lo ven. Tiene una aspiración: que nadie más se eche a perder.

Ernesto García ha montado tres centros de formación en Las Palmas. Lleva a chavales de entre ocho y veinte años. –Ahí, disfruto como un enano. –¿Y con el fútbol profesiona­l? –También, también. Pero lo de los chavales... Me pone un ejemplo. Fue a dar una ponencia para treinta entrenador­es. Como falló el ordenador, tuvo que renunciar al PowerPoint. Se arremangó. Salieron todos al campo de fútbol. Puso a seis porteros a trabajar juntos. Al principio, los chicos no se aclaraban. –Pero luego, pillaron todos los gestos. Se formó un hilo, un nexo de unión: se coordinaba­n entre sí. Los entrenador­es acabaron aplaudiénd­onos.

Vienen de Canadá, a estudiar sus métodos. Le invitan a seminarios en China. Tiene un buen amigo en Mali. Se llama Diaby.

Diaby tiene su propia escuela en Bamako. Trabaja imitando los mecanismos de Ernesto García. También muestra sus trabajos en YouTube. Es curioso lo que hace Diaby, un punto hipnótico.

–Iré a ver a Diaby. Pero no es barato ¿sabe?

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ALSOLAJERO Ernesto García, entre sus alumnos, en un curso en Lanzarote, en el 2016
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