La Vanguardia

Un europeo de La Pampa

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El artista que musicó poemas de Machado y Hernández, y que utilizó Serrat, sigue cantando en España y Sudamérica

Alberto Cortez (1940) nació en Argentina pero a los veinte años llegó a Europa en barco y se convirtió en un cantautor que mezclaba Atahualpa Yupanqui con la influencia Jacques Brel. Compuso sobre poemas de Machado que después utilizó Serrat, pero también fue padre de melodías como Me lo dijo Pérez que populariza­ron desde Karina a Los Tres Sudamerica­nos. José Alberto García Gallo, su verdadero nombre, sigue trabajando porque le gusta pero también porque lo necesita. “Si tengo un jardín y un perro es porque me lo he ganado a pulso”, nos cuenta desde Madrid donde reside desde hace tiempo. Recienteme­nte ha dado recitales en León y Gijón y pronto cantará también en San Salvador (El Salvador) y Guayaquil (Ecuador).

“Tuve una infancia feliz en una casa muy concurrida en la que nunca oí una discusión de mis padres”. La familia vivía en Rancul, un rincón perdido de La Pampa. La casa tenía un patio tan enorme como los árboles, albergaba un frontón en el que jugaba y una especie de bar que había instalado su padre. Cuando su madre iba a dar a luz a su hermano, le mandaron a buscar al médico. Era la una de la madrugada. Con Raúl se llevaban siete años. “Murió con un cigarrillo en el cenicero, siempre me acordaré”. Como también recuerda los buenos momentos de cómplice que uno comparte con un hermano.

Los primeros pasos musicales los dio en la escuela, donde se cantaban letras militares. “Mi maestra de piano fue Elena Zamayoa que me enseñó a tocarlo cuando tenía seis años”. Cumplidos los doce,la familia se trasladó a San Rafael, al sur de Mendoza, una zona de viñedos y alamedas. En 1958 se convirtió en universita­rio en Buenos Aires y empezó a actuar con su guitarra por los clubs.

En 1960 es cuando se embarca con destino a Génova. Cantó en Bélgica y conoció a su novia Renée Govaerts, que aún hoy es su mujer. “Ella me impuso aprender francés, inglés y flamenco, y esto me abrió muchas puertas”. Algunas no deseadas, como la propuesta de un productor norteameri­cano homosexual que quería llevárselo a la cama. “Ahí terminó mi breve estancia en Los Estados Unidos, claro que aún estaba asombrado de mí mismo al pensar cómo desde una aldea argentina había llegado primero a Bélgica y después a Nueva York montado en avión”.

De vuelta, en París, vio clara la vocación que debía seguir. Su canción La escalera, que grabó con Paul Mauriat, le acercó a Édith Piaf. “La vi por primera vez en un teatro de Bruselas, en un recital al que me invitó. Cuando salió parecía una momia, pequeñita, baja, mal peinada, de repente empezó a cantar y todo se transformó en aplausos... quedé impresiona­do”. Después estuvo en su casa porque el productor de Cortez quería que Piaf cantara La escalera. “Tenía fama de que le gustaban los jovencitos y la verdad es que yo estaba de buen ver”, pero al cabo de pocas semanas la cantante murió.

Desde que a sus once años compuso temas como Un cigarrillo y La lluvia y tú, Cortez es conocido por El abuelo, Callejero, En un rincón del alma, Cuando un amigo se va... Grabó su primer disco con Waldo de los Ríos e hizo una gira con Facundo Cabral, que fue asesinado en extrañas circunstan­cias. “A Serrat lo conocí en una comida, me hizo escuchar La tieta, nos entendimos desde el primer momento y somos amigos”. El cantautor catalán incorporó temas de Cortez (Retrato y Las moscas) en el álbum dedicado a Antonio Machado. Lo mismo ocurrió con Nanas de la cebolla en el de Miguel Hernández. “Compuse las nanas un día que oí en el paseo de mar de Alicante el murmullo de un pescador y al llegar al hotel la melodía salió de golpe”. El músico argentino ha colaborado con Ricard Miralles, artífice también del mejor Serrat. “Miralles come en una mesa a parte, es un estratega de la música con sus prolijos arreglos, sabe recombinar los sonidos para acompañart­e mejor, nos lo pasábamos muy bien los dos en el escenario”.

Alberto Cortez ha sufrido achaques de salud que le han apartado del escenario. Últimament­e estuvo tres años sin aparecer. A finales del año pasado el Gobierno español le concedió la medalla de Bellas Artes. “No me miro al espejo porque creo que soy un tipo asequible, hablo con todo el mundo, he intentado ser una persona digna, no cometer errores garrafales por lo que nunca he sido reprobado”, confiesa el hombre. A sus 76 años, ligero de equipaje como estableció el poeta, Cortez sabe que uno está de paso en esta vida, y él sigue haciendo canciones y cantándola­s, y se asombra aún de cómo aquel niño de la Pampa ha llegado hasta aquí.

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EFE / ARCHIVO
 ?? DIEGO PÉREZ / EFE / ARCHIVO ?? Cortez, arriba, en una foto de septiembre de 1971. Abajo, en Madrid el pasado abril
DIEGO PÉREZ / EFE / ARCHIVO Cortez, arriba, en una foto de septiembre de 1971. Abajo, en Madrid el pasado abril

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