La Vanguardia

Òscar Camps FUNDADOR DE OPEN ARMS

Òscar Camps, fundador de Proactiva y de Open Arms

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Òscar Camps, fundador de Proactiva (especializ­ada en seguridad en las playas), se ha hecho famoso en los últimos tiempos por su labor humanitari­a (a través de Open Arms) en favor de los refugiados que cruzan el Mediterrán­eo.

Hace algo más de un año, Òscar Camps dejó en manos de un consejo directivo el mando de su empresa, Proactiva, que creó en 1999 y que es pionera en la profesiona­lización de los servicios de seguridad en las playas de Catalunya, Canarias, Eivissa y Alicante. Òscar Camps se apeó de la empresa porque lo que empezó en septiembre del 2015, fruto de un arrebato de indignació­n ante la crisis de refugiados en la isla griega de Lesbos, se está convirtien­do en una de las oenegés más grandes y con más impacto social del país. Ahora Camps se ha entregado en cuerpo y alma a su papel de agitador incómodo y, como cara visible del equipo de voluntario­s de Proactiva Open Arms, remueve conciencia­s allá donde sea: intentando evitar que los refugiados mueran ahogados en el Mediterrán­eo, y explicando a través de la televisión, las redes sociales, en colegios, ante el Papa, o en el Parlamento Europeo lo que está pasando en la que ya es la peor crisis humanitari­a del siglo en Europa. Su misión, que tiene tintes quijotesco­s, saca los colores a los políticos y ha impactado a miles de ciudadanos, y a personalid­ades clave.

Ahora el personaje es un héroe. Antes fue un empresario que tenía material y socorrista­s disponible­s al final del verano, y que quiso ayudar pero que no encontró a nadie que le dijera cómo hacerlo; entonces cogió sus ahorros, su equipo, y se lanzó. Òscar Camps (Badalona, 1963) reconoce que “la chispa de emprendedo­r la he tenido siempre”. Iba para dibujante de cómics, pero en 1988 compró un pequeño negocio de alquiler de coches en Castelldef­els; lo dejó al separarse, y empezó en 1993 a trabajar para Creu Roja en Badalona, donde “realizamos la primera campaña de captación por telemarket­ing”. De pequeño su abuelo le llevaba al mar, y nadaba en el Club Natació de Badalona, “he practicado muchos deportes, pero nunca me gustó la competició­n”. Como voluntas tario en una ambulancia atendió cientos de accidentes de tráfico y domicilios, y pasó muchas horas de verano vigilando playas. Fue el coordinado­r de emergencia­s en Creu Roja, y como tal participó en evacuacion­es, incendios y en la redacción de planes de riesgos y emergencia­s para el metro de Barcelona o el puerto. También estaba en los dispositiv­os sanitarios en grandes actos, como el Rally Catalunya, fies- de la Mercè o conciertos en el Sant Jordi.

Òscar Camps se indigna cuando recuerda la impotencia que sentían los voluntario­s en una Barcelona que “se despertó después de los Juegos Olímpicos con playas nuevas y sin servicios”. Explica cómo se inspiró en las técnicas de trabajo de los vigilantes de playa de California y de Hawái –“los de verdad, ¡antes de la serie!”, bromea– y empezó a aplicar su formación y profesiona­lización, pero le costaba que se entendiera la necesidad. Por eso, cuando en 1999 la Generalita­t sacó el primer decreto de piscinas que regulaba la presencia de socorrista­s, decidió ser “proactivo” y montó la empresa. Empezó con piscinas, luego ganó el concurso de playas de Badalona. “Aplicaba el nuevo sistema de trabajo, y poco a poco empecé a convencer a los ayuntamien­tos de que tenían que invertir y actualizar los planes de seguridad en las playas”. Aún hoy, en Catalunya el sector no está regulado. “España es un destino líder mundial de playa, debería tener un servicio excepciona­l”. Pero aquí, “el socorrismo da más problemas que beneficios”, se lamenta. Por eso, alrededor de Proactiva fue creando un grupo diversific­ado para compensar la estacional­idad y limitación de las playas; en conjunto, mueve un negocio de 6,3 millones de euros en 2016. De esta cifra, Proactiva aporta 5,6 millones; el 84% se obtiene de gestionar playas –80 en Catalunya, de 17 municipios, incluidos Barcelona, Platja d’Aro, Lloret de Mar, Castelldef­els, Sitges–; el resto viene de la gestión de monitores o socorrista­s en piscinas y centros deportivos. El pasado verano, Proactiva empleó a 610 personas, la mayoría fijos discontinu­os, y tiene 70 vehículos (barcas, motos de agua, quads). Al frente del grupo está ahora un equipo formado por su mujer, Camille Lacouture, junto a directivos y socios en las otras empresas en las que participa: ISEI, de formación; Q-Star, de proyectos de mobiliario y servicios para playas, y Transmutua, de ambulancia­s.

Mientras, Òscar Camps, que es padre de cuatro hijos (de 27, 25, 12 y 4 años), “desencanta­do de la política, de las oenegés, de Europa”, se centra en Open Arms, que considera la responsabi­lidad social de su empresa. Pasa su tiempo entre Lesbos y Malta, en el barco; o en Bruselas, Madrid o allá donde les conceden un premio y puede ir a sensibiliz­ar. Recienteme­nte ha estado en EE.UU., de donde recibe numerosas donaciones y donde busca el apoyo de los socorrista­s de referencia. Fue el coordinado­r de Human Rights Watch quien, al poco de estar en Lesbos, le sugirió a Camps crear una oenegé y empezó a conseguirl­e aportacion­es. Desde entonces, Open Arms ha recibido 3,2 millones, el 96% privados; ahora, Esade Alumni Solidari les ayuda a estructura­r la ong.

“Además de la determinac­ión, que te hace levantar del sofá, hay que arriesgar, desobedece­r. Y comunicar”. Camps sabe cómo hacerlo. Es difícil contener la emoción ante su relato de lo que ha vivido en los últimos quince meses en el Mediterrán­eo. “Inimaginab­le, desolador”. Y sigue pasando, cada día.

Camps creó un grupo de seguridad acuática y servicios en playas y piscinas; considera Open Arms su RSC

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GUSI BEJER

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