La Vanguardia

UN PÚGIL SIN PERDÓN

En 1916 Jack Johnson protagoniz­ó un célebre combate con el poeta dadaísta Arthur Cravan en la plaza de toros de Barcelona

- JOSEP MASSOT Barcelona

Obama no atendió la solicitud de indulto al difunto boxeador Jack Johnson, condenado por un tribunal racista.

En la bibliograf­ía catalana sobre Arthur Cravan, Jack Johnson es una nota a pie de página. En la bibliograf­ía norteameri­cana sobre Johnson, el nombre de Cravan muchas veces ni aparece. El “sensaciona­l” combate de boxeo entre el boxeador de Texas, “campeón del mundo, negro, 110 kilos”, y el poeta dadaísta, (“campeón europeo, blanco, 105 kilos”), celebrado el día de Sant Jordi de 1916 en la plaza de toros la Monumental, no deja de originar libros, exposicion­es (el Museu Picasso ha programado una el 27 de octubre), libros

(Cravan, Maria Lluïsa Borràs) y películas (Isaki Lacuesta, Cravan vs

Cravan ). Y, sin embargo, Jack Johnson era entonces el afroameric­ano estadounid­ense más famoso del mundo y hoy, hasta el 20 de enero, objeto de una campaña para que Barak Obama, antes de dejar la Casa Blanca, anulara la sentencia de un tribunal racista que le movió a huir de EE.UU. en 1913. Snowden obtuvo el perdón, Johnson, no.

Johnson había nacido en 1878 en Galveston, Texas, en una familia de esclavos negros. Su carrera en el ring fue meteórica. Fue venciendo a todos sus rivales. Cuando en 1903 ganó el campeonato reservado a los negros, lanzó varias veces el desafío al campéon del mundo, James Jeffries, sin que éste aceptara el reto. En aquellos años se seguía el dictado de John Sullivan, el último boxeador que peleó con los puños desnudos y el primero que ya utilizó guantes: nunca quiso compartir el mismo ring con un negro.

Jeffries se retiró y la corona pasó primero a Marvin Harts y después al canadiense Tommy Burns, el Pequeño Gigante de Hannover, llamado así por su pequeña estatura. Fue el primer campeón blanco en poner su título en juego frente a un negro. El combate se celebró en Australia. Las imágenes muestran una lucha desigual entre el gigantesco Jackson y el diminuto Burns, que deambulaba grogui por el cuadriláte­ro como un borracho intentando agarrarse a una farola inexistent­e para no caer. La policía tuvo que interrumpi­r el asalto – ¿para evitar ver a un blanco yaciendo en la lona a los pies de un negro?- y Johnson se convirtió en un héroe para su raza y en una pesadilla para los blancos. La eterna sonrisa que de forma natural se dibujaba en la cara alegre de Johnson fue interpreta­da por los airados cronistas como signo de burla y humillació­n. Incluso el New York

Times alertó sobre las consecuen-

cias que podía tener el triunfo de Johnson: que miles y miles de negros, menos preparados, reivindica­ran medidas de igualdad racial.

Fue entonces cuando se acuñó el célebre apelativo La Gran Esperanza Blanca. Se buscaba un boxeador blanco que devolviera las cosas a su sitio y, no menos importante, que los avispados organizado­res pudieran sacar tajada del llamado Combatedel­Siglo.Se tentóaJeff­riecon una bolsa los suficiente­mente jugosa como para que dejara sus labores de granjero y aceptara enfrentars­e, esta vez sí, a Johnson. El combate no fue un paseo para el campeón –para su sorpresa, Jeffrie se había entrenado a fondo- pero no fue rival. Hubo foto del blanco hincando la rodilla ante el rey negro y los disturbios raciales y las antorchas del Ku Klux Klan incendiaro­n el país.

A Jack Johnson le gustaban los coches rápidos, el champán y las mujeres blancas. En 1912 el senador Robert Mann de Illinois logró que se aprobara una ley contra el transporte de mujeres para “fines ilícitos” o prostituci­ón. Johnson fue arrestado en compañía de una prostituta y después con una blanca, Lucille Cameron, su futura mujer. Por la misma ley fueron acusados Chaplin, el arquitecto Frank Lloyd Wright y un caso del que Nabokov tomó detalles para escribir Lolita. Johnson huyó del país para no cumplir el año de prisión. Primero fue a Cuba y después a París, donde su celebridad le abrió las puertas de la noche y del arte. Conoció a Blaise Cendrars y a Arthur Cravan.

Arhur Cravan era el pseudónimo literario de Fabian Avenarius Lloyd, sobrino de Oscar Wilde. Medía casi dos metros y había aprendido a imponer sus frases provocativ­os como si fueran crochets y uppercuts. Fue campeón amateur de Francia -no de Europa-, porque su rival no se presentó a la final. Vivía de una cuantiosa renta familiar que le administra­ba un gestor, lo que le permitía editar una revista Maintenant, escrita por él mismo bajo múltiples pseudónimo­s. Era el año de la irrupción Dadá, alentada por Picabia y Duchamp en Nueva York y por Tristan Tzara, Ball y Arp en Zurich. Una revuelta nihilista que en 1920, cuando se sumaron Breton, Aragon y Soupault, iba a dinamitar las estructura­s del arte.

Cravan quería ser un nuevo Oscar Wilde. Provocaba sin la gracia de Picabia -con frases tabernaria­s contra la cubista Marie Laurencin, novia de Apollinair­e, o Suzane Vallodon, que le valieron varias denuncias judiciales. En las exposicion­es boxeaba, bailaba y se desnudaba. Al estallar la Primera Guerra Mundial, se trasladó a Tossa de Mar y Barcelona con su hermano Otho Lloyd, casado con la artista rusa Olga Sacharoff. Daba clases de boxeo y buscaba desesperad­amente dinero para huir de las bayonetas alemanas e ir a Buenos Aires. Por eso aceptó el combate con Johnson.

Johnson había perdido la corona mundial con el rocoso cowboy Jessi Willard en 1915, en Cuba. Se dedicaba a dar combates de exhibición. Dio uno en Madrid, intentó el toreo (el matador negro) y se instaló en Barcelona. El cineasta Baños acordó con él que rodaría el combate con Cravan. Ya desde el primer asalto se vio que era un espectácul­o de pega, pero Johnson no podía noquear al tembloroso rival y dejar a Baños sin la película pactada. Esperó al sexto asalto para que Cravan besara la lona y recogiera el dinero para embarcarse hacia Nueva York en El Montserrat, el mismo barco en el que viajaba Trotsky.

Johnson se quedó un tiempo en Barcelona. Rodó como actor una película, Fuerza y nobleza, y montó una agencia de publicidad. Estados Unidos había entrado en guerra y el boxeador era vigilado por la policía. Varias biografías ofrecen indicios de que pudo trabajar para los alemanes, informando de los movimiento­s de submarinos en la costa española. Johnson intentó volver a su país, pero las autoridade­s le recordaron su pena pendiente. “Los alemanes me tratan como a un señor y a mi mujer como una dama”, dijo Johnson. Josep Pla en sus retratos dice que trabajaba como cobrador de morosos y que cuando fue a cobrar una deuda a una compañía flamenca salió lívido y con una guitarra aplastada en la cabeza. Pero Pla no es de fiar. Johnson regresó a su país y murió al volante de un auto a 100 kilómetros por hora. La comunidad negra aún le recuerda. Miles Davis le dedicó en 1971 un álbum (el paso del jazz de In a silent

way al funk). En el 2006 Columbia/ Legacy liberó seis horas en 5 CD de las maravillos­as The Complete Jack Johnson Sessions. Wynton Marsalis también compuso una banda sonora. Basquiat le rindió tributo . Numerosos documental­es recuerdan su vida. Pero el primer presidente negro no perdonó al primer campeón negro.

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Jack Johnson, aquí con su mujer blanca, Lucille Cameron, fue el afroameric­ano más famoso del mundo
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JOSEP MARIA CO I DE TRIOLA / ARXIU FOTOGRÀFIC CENTRE EXCURSIONI­STA DE CATALUNYA Un momento del desigual combate entre el campeón negro y el púgil poeta en la plaza de toros La Monumental
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PHOTOQUEST / GETTY
 ?? JOSEP MARIA CO I DE TRIOLA / ARXIU FOTOGRÀFIC CEC ?? Arthur Cravan, entrenándo­se antes del combate
JOSEP MARIA CO I DE TRIOLA / ARXIU FOTOGRÀFIC CEC Arthur Cravan, entrenándo­se antes del combate
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Cartel de 1916

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