La Vanguardia

Caos y confusión en el aeropuerto JFK con los pasajeros islámicos

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

Los primeros de la lista. Hameed Khalid Darweesh y Haider Sameer Abdulkhale­q Alshawi, ambos iraquíes, con los papeles en regla, ya saben lo que es sufrir en sus carnes el efecto discrimina­torio instaurado por el nuevo presidente de Estados Unidos.

A los dos les detuvieron nada más aterrizar en el JKF de Nueva York, la noche del viernes, al poco rato de que Trump firmara la orden que impide la entrada de los ciudadanos de siete países por su condición religiosa. A nivel nacional aún no se habían concretado las cifras aunque las estimacion­es apuntan a centenares.

Pero ayer, después de 17 horas de retención, y cuando se contaban al menos otros diez detenidos en esas mismas instalacio­nes –según explicaron los congresist­as Nydia Vázquez y Jerrold Nadler a las puertas del aeropuerto–, las existencia­s de los dos supuestos pioneros se separaron.

Seguirán unidos en el pleito que, en su nombre, diversas organizaci­ones en defensa de los derechos y activistas plantearon en los juzgados federales de Brooklyn contra la decisión de Trump. La misma orden ejecutiva que el vicepresid­ente Mike Pence calificó el pasado 8 de diciembre de “ofensiva e inconstitu­cional”, que es el argumento esgrimido en el pleito recién formulado.

Alshawi, que venía a reunirse en Texas con su esposa –había trabajado para una empresa estadounid­ense– y su hijo, se quedó encerrado. Por contra Darweesh volvió a respirar en libertad. “Me gusta Trump”, replicó con una sonrisa a las preguntas de los periodista­s, “aunque sus políticas..., yo venía con mi visado y una vez en tierra me dijeron que no, me llevé una sorpresa porque no había hecho nada mal”, confesó.

Darsweesh recibió un visado especial el pasado 20 de enero, la jornada inaugural del presidente Trump. Se había hecho merecedor de ese trato tras trabajar durante diez años para las fuerzas militares y el gobierno de EE.UU., entre otras tareas como traductor. En la demanda se especifica que en dos ocasiones sufrió amenazas de muerte precisamen­te por esa colaboraci­ón.

Se embarcó en Estambul con su esposa y sus tres hijos. A la familia la dejaron pasar, pero a él le llevaron a las dependenci­as de detención en cumplimien­to de la orden todavía caliente en su rúbrica. “Esto es una demostraci­ón de humanitari­smo y de lo que es América”, afirmó Darweesh una vez liberado por constatar la movilizaci­ón que se había organizado nada más trascender su caso.

“Esto es lo que me animó a venir a este país, a la tierra de la libertad, de la vida, de los derechos”, remarcó desde la euforia una vez superado el susto.

“Esta situación es una amenaza para todos los que ayudan a Estados Unidos y un mensaje terrible por ser musulmán, a los que se les equipara con lo peor”, señaló Omar Jadwat, del American Civil Liberties Union (UCLA).

Las negociacio­nes para la liberación se iniciaron de madrugada. E abogado Mark Doss, del Internatio­nal Refugee Assistance Project, se dirigió a uno de los agentes fronterizo­s y le preguntó: ¿Con quién he de hablar?”.

–Llame al señor Trump.

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