La Vanguardia

Ni rastro del TC catalán

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El Tribunal Supremo apartó a Santiago Vidal de la carrera judicial por redactar una constituci­ón catalana en sus ratos libres. Sin toga ni puñetas, el exjuez hizo cábalas sobre su futuro con los dos pies en la política. Asesor de la conselleri­a de Justicia, aspirante a conseller, senador en el tránsito hacia la Catalunya independie­nte y, por qué no, candidato a presidir un tribunal constituci­onal catalán que velara por un texto que le costó la carrera. No podrá ser.

Vidal ha pagado caro sus frivolidad­es y ha puesto en evidencia algunas de las debilidade­s del proceso soberanist­a en la construcci­ón de unas futuras estructura­s de estado. No hace falta hacer listas de jueces afectos al independen­tismo para forjar una nueva planta judicial, como relataba el exsenador en sus conferenci­as, si no se es capaz de cumplir con el mandato legal existente para preservar las institucio­nes de autogobier­no que deben derivar en estructura­s de una Catalunya independie­nte.

Es el caso del Consell de Garanties Estatutàri­es, órgano que los estrategas del proceso soberanist­a sitúan como el embrión del Constituci­onal catalán. El mandato del presidente de la institució­n, Joan Egea, propuesto por CiU, y de Carles Jaume, nombrado a instancias del PP, expiró el 23 de noviembre del 2015. También está pendiente de renovación el puesto que ocupa Eliseo Aja, que accedió a la institució­n el 2009 nombrado por el gobierno de José Montilla. A ello se suma el cese hace unos días de Joan Ridao, exsecretar­io general de ERC, para ocupar una plaza como letrado del Parlament.

En el orden del día de cada junta de portavoces aparece el recordator­io de los nombramien­tos pendientes pero nadie en la Cámara catalana parece tener prisa por poner al día la institució­n, a pesar de que las cuentas están claras a la hora del reparto de sillas vacantes. PDECat y ERC han de proponer un nombre para su designació­n desde el Parlament y otro por el Govern, los republican­os además tienen en sus manos el relevo de Ridao, mientras que un nombre propuesto por Ciutadans substituir­ía al del PP. Un reparto sin discusión que puede situar por primera vez un representa­nte de ERC en la presidenci­a del Consell.

Sorprende aún más el bloqueo de la situación cuando la oposición va a poner sobre la mesa de la institució­n las tres leyes de desconexió­n antes de su aprobación en el Parlament y, de manera inmediata, los presupuest­os que la CUP se ha comprometi­do a votar. A no ser que el objetivo sea mantener las estructura­s de Estado ya existentes en situación de incierta provisiona­lidad mientras se libra una batalla política paralela que nada tiene que ver con la independen­cia.

Mientras, el descrédito del Tribunal Constituci­onal es un argumento recurrente en el discurso del soberanism­o. Es cierto que no hay tribunal que aguante la pérdida de confianza de la sociedad que pretende juzgar. Ni proceso independen­tista que resista un empacho de frivolidad. Con o sin conferenci­as de Vidal. Y ni rastro del Constituci­onal catalán...

No hay proceso soberanist­a que resista un empacho de frivolidad en el camino hacia un nuevo Estado

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Isabel Garcia Pagan

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