Vidal, si te he visto no me acuerdo...
Nadie podrá negar que Santiago Vidal nació para mártir y sería injusto que para un mártir redomado que tenemos en la era moderna, su sacrificio sea despachado con la etiqueta de “mentiroso” por los mismos que le encumbraron. ¡Qué fácil es siempre matar al mensajero!
Santiago Vidal era el Quijote del proceso, ese movimiento por el que Catalunya se parece cada vez más a España en sus defectos (ya me dirán qué gano yo con la copia, para eso el original).
El juez sólo trataba de animar, crear ilusión y demostrar que esto nos lleva a alguna parte y no es lo que parece.
¿Exageraba? Un poco –defecto muy español, sobre todo si hay confianza y hablamos entre amigotes– pero lo hacía con simpatía y la prueba son las risas de complicidad cuando, en tono de colegas, Vidal alardea de que se la están pegando al Estado. Su auditorio se parte con la astucia y las ilegalidades, por otra parte inevitables.
El relato de Santiago Vidal sobre las relaciones exteriores de la hipotética república es inquietante. ¿El Mossad? ¿Fondos de la Rusia de Putin? O al revés. Y la OTAN asignando a Catalunya un papel de oenegé global que pacta una diplomacia franciscana a cambio de protección militar. Como tantos otros, Santiago Vidal trataba de maquillar que el proceso está más solo que la una en el mundo, como demuestran la conferencia de Bruselas –silencio clamoroso de los medios extranjeros y mucho catalán– o la recepción real al cuerpo diplomático el jueves en Madrid –que expresó un apoyo inequívoco y conjunto a la unidad de España y a su legalidad democrática–.
Santiago Vidal siempre fue así y nunca ha engañado: soñador, transparente y fantasioso, cualidades sin las cuales un juez no dedica sus horas libres a redactar una Constitución contraria al ordenamiento jurídico.
Y, sin embargo: dudo que todo lo que ha ido diciendo fuese invención.
Hace poco ya presenté la rendición por escrito sobre el procesismo. La vida es corta y esto es muy largo, farragoso y cansino pero me tomo hoy el domingo libre para escribir que si el señor Vidal ha llegado donde ha llegado –a senador, que no está mal, ya le gustaría a mi madrina presumir de ahijado senador– es porque también aquí, en la Catalunya soberanista, hay, funcionan y funcionarán las puertas giratorias. Basta con fijarse en ese despilfarro de las estructuras de Estado... ¡antes incluso del referéndum de septiembre! Y si sale el no... ¿quién paga la fiesta?
Ya sé que el Estado español despilfarra... pero, ¿no íbamos aquí a hacer un Estado modélico de primerísima? Veo muchas chapuzas. Las de toda la vida.
Al juez Vidal le fichó el Govern de Mas y el hombre se veía ministro. Se lo sacaron de encima al descubrir el personaje. Pero era nuestro mártir y ERC lo apadrinó pero de lejos y lo colocaron en el Senado, puertas giratorias, con aval de las urnas. ¡Qué cómodo es este si te he visto no me acuerdo!
Patriota modélico –y un estorbo–, le enviaron al Senado, puerta giratoria. Ahora, le tratan de trolero