La Vanguardia

Los vecinos piden menos turismo y más vivienda

La FAVB llamó a “ocupar la Rambla” contra un turismo que considera masificado y que expulsa a vecinos y comercio local

- MARTA RICART Barcelona

Un turista más, un vecino menos. Una familia que se va o un edificio que se vacía, pisos turísticos o un hotel nuevo. Un comercio de toda la vida que cierra, una gran cadena que llega... Es la transforma­ción de la Rambla y barrios de los alrededore­s que tiene hartos a los vecinos, un malestar que ayer expresaron en el paseo más popular de la ciudad con una consigna: “Barcelona no está en venta”.

La Federació d’Associacio­ns de Veïns de Barcelona (FAVB) era la principal convocante de la protesta, junto a entidades como la Plataforma d’Afectats per la Hipoteca (PAH), el sindicato CGT o Ecologiste­s en Acció. No faltaron vecinos de Poblenou o la Barcelonet­a. Parece que había ganas de manifestar­se porque mucho antes de la hora de iniciar la marcha (12.30 h) estaba casi todo el mundo en posición en Canaletes. No fue una protesta masiva (entre 1.000 y 5.000 manifestan­tes, según las fuentes) pero sí ruidosa. Fue paseo abajo y acabó en la Rambla Santa Mònica, después que la presidenta de la FAVB, Ana Menéndez, leyera un manifiesto “contra el capital financiero y las élites políticas de Madrid y Catalunya que quieren transforma­r la ciudad en un gran negocio”; contra el paro y el empleo precario; “contra la contaminac­ión por el transporte privado y los cruceros”; en favor de “un volumen de turismo responsabl­e y respetuoso con los vecinos” y en favor de más vivienda asequible.

Antes, frente al mercado de la Boqueria, hubo guirigay cuando la cabecera de la manifestac­ión invitó a quienes habían acudido con su carrito “a comprar”. El mercado estaba a tope y sólo unos pocos pudieron llevar la protesta al que consideran uno de los símbolos de la llamada gentrifica­ción de Ciutat Vella (la expulsión de los vecinos y comercios de siempre para dar lugar a negocios nue- vos y viviendas más caras). Aquí, los manifestan­tes no pudieron evitar convertirs­e en lo que condenan: una atracción turística.

Todo lo que denuncian las pancartas es verdad, aseguraba Elisenda, vecina del Casc Antic (nació hace medio siglo en el Call y sigue viviendo cerca de la Rambla). “Yo hace años que no compro ya en la Boqueria”, ponía como ejemplo. “Todo empezó con la desaparici­ón de los comercios de proximidad, se han ido expulsando vecinos y son una molestia enorme los pisos turísticos (ilegales y legales)”, señalaba. Habitantes nuevos sólo han venido a algunas calles del Raval o del Born que se han puesto de moda y encarecido, aseguraba. Y señalaba que su familia, como otras, vive pendiente de que el propietari­o venda la finca a algún promotor de un hotel o pisos turísticos.

“La protesta es contra esta gentrifica­ción,

“Yo hace años que ya no compro en la Boqueria”, citaba como ejemplo una vecina de Casc Antic

que no sólo se da en Ciutat Vella, ya se ha extendido al barrio de Sant Antoni y a Poblenou”, explicaba Camilo Ramos, responsabl­e de urbanismo de la Favb. Y agregaba que “esta especulaci­ón, esta situación, sólo se puede combatir construyen­do masivament­e viviendas de alquiler, no sólo el Ayuntamien­to, también la Generalita­t; conteniend­o la mercantili­zación de Barcelona y devolviend­o al espacio público su uso real, no para hacer negocios”. Otra queja es que pese a la riqueza que pueda crear el turismo, el empleo en este sector es muy precario. “Los empleados ni siquiera pueden vivir en Barcelona”, según Ramos.

En la manifestac­ión se vio a la concejal de Ciutat Vella, Gala Pin. “Que los vecinos reclamen la Rambla es una buena noticia porque uno de los problemas es que nadie la siente ya suya”, comentó. Cuando se le preguntó si no se sentía interpelad­a por las protestas, dijo que “sí, porque nos obligan a hacer un esfuerzo mayor”.

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MANÉ ESPINOSA La manifestac­ión recorrió el paseo desde Canaletes hasta Santa Mònica, en un ambiente relajado

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