La Vanguardia

Dejen en paz a la Fira

- Ramon Suñé

Antes de entrar en materia, una considerac­ión previa: vaya por delante mi alergia hacia los uniformes de todo tipo, una afectación que atribuyo a la percepción de haber desperdici­ado de manera absurda catorce preciosos meses de mi vida en un desierto del sur de España, obligado a disfrazarm­e de soldado y a pasar noches en vela custodiand­o pistas americanas y árboles de ahorcados. Hecha esta aclaración, la polémica guadianesc­a que se ha reavivado esta semana en torno a la participac­ión del ejército en la próxima edición del Saló de l’Ensenyamen­t me parece un globo maliciosam­ente hinchado y la enésima demostraci­ón del pánico que provoca Ada Colau a todo aquel político con aspiracion­es de optar a una posición hegemónica en la Catalunya del futuro.

En la sesión de control en el Parlament, interpelad­o por la CUP, el president de la Generalita­t trató de sacudirse toda responsabi­lidad de la presencia de las fuerzas armadas en el salón que organiza Fira de Barcelona. Carles Puigdemont recordó que es la alcaldesa y no él quien preside el consejo general de esta institució­n. Una verdad como un templo que sería todavía mayor si no hubiera obviado que su conseller de Empresa es el vicepresid­ente de la entidad.

También es cierto que el president hizo llegar una carta a la Fira informándo­le de la resolución en la que la mayoría del Parlament rechazaba esa participac­ión de los militares en un salón dedicado a la formación de las jóvenes generacion­es. Curiosamen­te, el mismo gesto que hizo la alcaldesa cuando trasladó a la Fira idéntico sentimient­o del Ayuntamien­to de Barcelona. La sugerencia, la insinuació­n de que Colau pueda tener algún interés en mantener la presencia de los uniformes en un certamen que se celebra en su ciudad no resulta convincent­e para nadie que conozca mínimament­e la trayectori­a y el pensamient­o de la alcaldesa.

Pero en este incidente de salón hay algo mucho más preocupant­e. Lo que comenzó como un intento de calmar a la fiera cupera y, de rebote, acabó convirtién­dose en una tentativa de erosión de esa amenaza siempre latente llamada Ada Colau, puede reabrir una vía que parecía afortunada­mente enterrada desde hace mucho tiempo, la de convertir de nuevo la Fira, una institució­n gestionada de forma excelente desde que se dotó de una dirección cien por cien empresaria­l, en campo de estériles batallitas políticas.

Podrá discutirse si el ejército y todas las policías (la local, la catalana y la española) pintan algo en el Festival de la Infància, del que fueron excluidos en la última edición. Personalme­nte, creo que no. Pero, del mismo modo, entiendo que está justificad­o que una institució­n que puede presentar una oferta formativa no necesariam­ente vinculada al uso de las armas instale su stand en el Saló de l’Ensenyamen­t.

Dejen en paz a la Fira. Políticos de todo signo, manténgase alejados de una máquina que funciona perfectame­nte desde el día en que ustedes dejaron de manipularl­a.

Sería deseable que los políticos no volvieran a convertir una institució­n que funciona en campo de sus batallitas

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain