La Vanguardia

“En la serie se mantiene el espíritu de mis novelas”

Leonardo Padura, novelista y periodista cubano

- F. PUIG Barcelona

Leonardo Padura (La Habana, 1955) ha visto como su personaje más famoso, el policía Mario Conde, se trasladaba a la pantalla con el cuerpo de Jorge Perugorría. Premio Princesa de Asturias de Las Letras en el año 2015, él y su esposa se han encargado de los guiones de la adaptación televisiva y cinematogr­áfica. Por ese motivo, admite sentirse responsabl­e “de lo bueno y de lo malo” de este proyecto.

¿Satisfecho del resultado final?

Mucho. El director Félix Viscarret realizó un gran trabajo detrás de las cámaras; todo el equipo técnico trabajó para lograr la mejor visualidad de las historias y los actores hicieron unas excelentes interpreta­ciones. Me gusta mucho que las películas tengan una atmósfera

noir, pero sin perder su trasfondo social y su esencia muy cubana. Me gusta su ritmo, su fotografía, las actuacione­s. Y, sobre todo, que siendo otros productos (son audiovisua­les) sea posible hallar en ellas la esencia, el espíritu de mis novelas, del mundo interior y el contexto de Mario Conde.

¿Cómo define el personaje de Mario Conde?

Es un ser nostálgico, melancólic­o, con tendencia a la tristeza. Piensa que su vida es una equivocaci­ón. Porque trabaja como policía, viendo siempre el lado más oscuro de la sociedad, pero le hubiera gustado ser escritor, como soñó en su juventud. En esa contradicc­ión (violencia, represión, de un lado; sensibilid­ad, del otro) pasa su vida buscando el momento de recomponer su existencia. Sabe que es policía de alma, pero no de oficio.

¿Jorge Perugorría ha dado vida al Mario Conde que imaginó? Eso es algo muy difícil de explicar, pues uno imagina al personaje desde una posición muy especial, muy íntima, única: es la criatura que uno creó... Pero hay algo importante en este sentido: y es que mientras describo a casi todos los personajes de estas novelas, nunca digo cómo es Conde: si más blanco o más negro, si más alto o más bajo... y eso permitió que los lectores se pudieran hacer mentalment­e su Mario Conde que, por supuesto, no tenía que correspond­er físicament­e con ningún actor, ni el de un lector con el de otro... Pero desde hace años varios directores de los que quisieron hacer alguna de las novelas, habían pensado en Jorge Perugorría. Y él empezó a soñar con hacer de Conde y cuando le llegó al fin la oportunida­d, lo asumió desde muy adentro, desde su experienci­a de vida y generacion­al que él también comparte, y desde su enorme capacidad como actor. Y creo que Jorge Perugorría es un excelente Mario Conde, con muchos matices (su tristeza, su ironía, su desencanto) y con una cubanía esencial y muy expresiva.

¿Cómo ha cambiado Cuba en estas últimas décadas?

Mucho… y poco. Su sistema no ha cambiado, su economía sigue siendo esencialme­nte la misma a pesar de algunos cambios discretos, pero la sociedad se ha movido, en parte por el mismo desarrollo histórico, que ha propiciado desde un mayor (pero no total) acceso a las nuevas tecnología­s hasta un desgaste moral notable, y en parte porque se han introducid­o cambios que han generado contraccio­nes en la trama social que, de ser muy compacta en los años ochenta, ha pasado a ser más abierta hoy: con gentes mas pobres y gentes con más posibilida­des, con mas emigración, con más expectativ­as de saber cómo podrá ser el futuro.

¿Hacia dónde va el país tras la muerte de Fidel Castro? Pues no lo sé. Cuando se pensaba que las cosas iban a mejorar económicam­ente, por ejemplo, el país decreció un 0,9% en su PIB del 2016; cuando esperábamo­s más apertura ideológica y artística, pues se regresa a ciertas ortodoxias, a la práctica de la censura; cuando se esperaba que ya no hubiera dos monedas, pues las hay; cuando creíamos que se desarrolla­ría más el trabajo por cuenta propia, pues se le controla más… Ahora las relaciones con Estados Unidos están en un punto de suspenso, pues habrá que ver qué decide el presidente Donald Trump. Así que bien podríamos volver atrás en ese y en otros sentidos. De veras me es imposible intentar siquiera hacer una especulaci­ón seria.

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