El abrazo de Eibar
Los grandes equipos requieren de grandes jugadores, condición básica que no funciona como garantía de rendimiento. Es igual de necesario el carácter y la confianza, dos elementos que no siempre se aprecian en los futbolistas que parecen disponer de todas las cualidades para triunfar. Sin autoestima es imposible triunfar en el Barça, donde nadie espera a nadie. Es un club que traspasó hace mucho tiempo la frontera de la indulgencia.
Las expectativas son tan altas que apenas hay tiempo para evaluar a los nuevos jugadores. Jugadores hechos a la medida del Barça, han decepcionado. Otros han necesitado la dosis de confianza suficiente para traspasar la frontera que separa la sospecha del reconocimiento general. No se descarta que sea el caso de Denis Suárez. Un abrazo, el que recibió de Messi en Eibar, ha operado más y mejor sobre el joven centrocampista que cualquier otra vitamina.
Denis Suárez fue una estrella juvenil en el Celta. Impactó tanto que le fichó el Manchester City como proyecto de figura. Luego vino el apagón, tan habitual en los jóvenes españoles que recalan en los clubs de la Premier League. Las insuficiencias competitivas y de adiestramiento son tan sangrantes en las etapas de formación que por cada Fábregas o Ballerín hay cien Pachecos y Méridas. Denis Suárez tuvo suerte: el Barça vio en su estilo las cualidades que merecían acreditarse en el filial.
Luis Enrique se refirió al caso Denis Suárez después de su excelente partido frente a la Real Sociedad. “Muchos jugadores tienen las condiciones aparentes para jugar en el Barça, pero no tienen ni la capacidad de sacrificio, ni la voluntad de progresar. Denis las tiene”, declaró. Fue un mensaje público de consumo interno. Había tanta intención de elogiar a Denis Suárez como de reconvenir a alguno, o algunos, de los jóvenes del filial.
El discurso de Luis Enrique encaja a la perfección con el desarrollo de Denis Suárez como jugador. Era un media punta comodón en el City, un aprendiz de centrocampista en el Barça B que dirigía Eusebio, un ocasional extremo izquierdo en el Sevilla y un interior de ataque, sobre todo por la izquierda, en el Villarreal. Ese bagaje la ha servido para abandonar el confort, aprender los gajes del fútbol profesional, adaptarse a varias posiciones y competir por la titularidad en equipos de primera línea. Pero el Barça es otra cosa.
Denis Suárez se endureció después de salir del Barça B, una evidencia que no negaba otra realidad. Su futuro en el primer equipo pasaba por convertirse en un centrocampista integral, con una mentalidad defensiva que no había mostrado anteriormente. A su favor tenía una virtud: daba la impresión de conocer al dedillo los registros que hacen tan peculiar al Barça.
Su nombre apenas mereció ruido entre los fichajes del verano. Durante la primera vuelta de la temporada no fue, ni se sintió, titular. Parecía un jugador cohibido, más pendiente de cumplir las obligaciones que de mostrar todo su talento. En ocasiones, su problema estaba más relacionado con un problema de confianza que de posibilidades. Le faltaba el punto necesario de naturalidad en el campo.
Hace una semana, Denis marcó un magnífico gol, el primero del Barça contra el rocoso Eibar. Fue un remate seco, instantáneo, sin premeditar. Un tiro de jugador hecho. Desde el borde del área, Messi corrió a abrazarlo. Fue una acción espontánea de alegría y reconocimiento. Denis Suárez jugó muy bien en Eibar y mejor aún frente a la Real Sociedad. Marcó dos tantos y se sintió tan bien que, después del segundo, se lanzó a abrazar a Messi. En el gesto se pudo interpretar el nuevo grado de confianza del joven centrocampista. Cada día está más preparado para la titularidad.
En el gesto se pudo interpretar el nuevo grado de confianza del joven centrocampista