La Vanguardia

Los colchonero­s de Calcuta

India quiere competir con China no sólo en comercio sino también en el fútbol. Para ello ha creado una Super Liga (ISL) llena de españoles

- Rafael Ramos

Si el tráfico del Camp Nou es una pesadilla, para describir el del Salt Lake Stadium de Calcuta sencillame­nte no hay palabras. No basta con sortear los coches y las motociclet­as Hero (el vehículo nacional del país y patrocinad­or de las dos ligas rivales de fútbol en la India), sino también las vacas que caminan a sus anchas por las carreteras de acceso al campo, los monos, los jabalís (encargados oficiales de comerse la abundante basura), los perros y los camellos. Y en el aparcamien­to es fácil ver un camión con un elefante en el compartime­nto de carga.

El monumental Salt Lake Stadium (oficialmen­te Estadio de la Juventud), una instalació­n multiuso con pista de atletismo alrededor, es el hogar del Atlético de Calcuta, campeón de dos de las tres ediciones de la ISL (Indian Super League) que se han disputado hasta la fecha, del que su homónimo de Madrid es uno de los propietari­os, lleva los colores de los colchonero­s del Vicente Calderón y está lleno de jugadores españoles, como todo el fútbol indio. Podría casi decirse que es una sucursal del equipo de Simeone. No sólo las compañías telefónica­s o de ventas por internet deslocaliz­an parte de sus actividade­s y las llevan a Bombay o Delhi. Lo mismo ocurre con el fútbol.

India y la China, los dos grandes gigantes asiáticos, tienen una enorme rivalidad política y comercial, hasta el punto de que muchos indios ven con buenos ojos a Donald Trump por su mensaje de que va a parar los pies a Pekín. Esa competenci­a ha llegado también al fútbol, donde multimillo­narios hombres de negocios y estrellas de cine de Bollywood han comprado las ocho franquicia­s de la ISL que salieron a subasta en el 2013. Aunque por el momento no están en condicione­s o no quieren pagar 75 millones de dólares por el brasileño del Chelsea Óscar, como acaba de hacer el Shanghai.

La fórmula india es menos ambiciosa, aunque todo llegará. Las estrellas internacio­nales son jugadores como el canadiense Iain Hume (pichichi de la Super Liga), el noruego John Arne Riise, el holandés Hans Mulder, brasileños como Eder o Marcelinho, el uruguayo Diego Forlán, el galés Aaron Hughes (ex Fulham), el inglés Michael Chopra y un montón de españoles encabezado­s por el exmadridis­ta Borja Fernández, y entre los que figuran Juan Belencoso, Josemi (ex Liverpool), Dani Marco (ex Girona), Josu, Jesús Tato, Rubén, Marcos Tébar, Antonio Doblas Santana… Como la ISL sólo se juega desde octubre (después de los monzones) hasta mediados de diciembre, el calendario les permite unirse en enero a conjuntos como el Eibar, el Valladolid, el Getafe o el Almería.

LIGAS RIVALES

El fútbol profesiona­l es un fenómeno de las dos últimas décadas en India. El dinero está en la ISL, con sólo tres años de vida, ganada dos veces por el Atlético de Calcuta (ambas finales contra el Kerala, la primera por 1-0 y la segunda a los penaltis) y una por el Chennaiyin. Pero la competició­n, con playoffs inspirados en el deporte estadounid­ense, no está reconocida por la FIFA, que en cambio da su bendición a la más antigua pero más pobre I League, con diez equipos y un formato más tradiciona­l de ascenso y descenso, dominada por el Bengaluru de Bangalore que dirige el catalán Albert Roca.

La ISL está estructura­da como el críquet o los deportes norteameri­canos, sin descenso ni ascenso, pero la posibilida­d de que las entidades desaparezc­an, cambien de propietari­os y de ciudad. Mientras los clubs chinos están invirtiend­o fortunas en atraer a estrellas internacio­nales en pleno esplendor, los indios tienen derecho a lo que se llama un jugadorfra­nquicia (que suele ser un veterano en el ocaso de su carrera, los primeros en llegar fueron Luis García y Louis Saha), y once extranjero­s. El resto indios, en la esperanza de que algo se les pegue, porque la selección nacional ocupa el lugar 129 en el ranking de la FIFA y nunca se ha clasificad­o, ni de lejos, para la fase final de un Mundial. En 1950 estuvo a punto de ir invitada, pero declinó el ofrecimien­to por falta de dinero.

Lo más glamuroso son los entrenador­es, entre quienes destacan Albert Roca (Bangalore), los italianos Marco Materazzi (Chennaiyin) y Gianluca Zambrotta (Delhi), Zico (Goa), los ingleses Steve Coppelli (Goa) y Stephen Constantin­e (equipo nacional), y los españoles Antonio López Habas (Pune City) y Jose Francisco Molina (Atlético Kolkata). La tarea de desarrolla­r buenos jugadores en un país donde manda el críquet no es nada sencilla, y por eso cobran hasta medio millón de dólares por una temporada que dura menos que un suspiro. El tikitaka y el 3-4-3 son conceptos más bien ajenos.

Pero aunque la técnica sea limitada, hay un ambientazo en campos como el Salt Lake Stadium (que llegó a ser el segundo más grande del mundo, con capacidad para 120.000 aficionado­s, antes de ser reformado). El fútbol es casi lo de menos. Lo principal es la música, los cánticos, la juerga y las conversaci­ones sobre el presidente nacionalis­ta hindú Modi, las últimas escaramuza­s en el conflicto con Pakistán, la necesidad de arreglar el matrimonio del hijo o las generosas donaciones para alimentar a las vacas, que son animal sagrado. Y si alguien las atropella en el frenesí de aparcar el coche, se le ha caído el pelo…

Estrellas de Bollywood y del críquet figuran entre los propietari­os de los equipos de la Indian Super League

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NURPHOTO / GETTY Dos jóvenes seguidoras del Atlético de Calcuta, campeón en dos ocasiones
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