Viene una ola
El último temporal ha dejado hecha unos zorros buena parte del litoral de Catalunya. Por eso, los alcaldes de las poblaciones afectadas han pedido a las administraciones competentes (Generalitat y Gobierno central) ayudas para reparar los daños y afrontar la temporada turística de verano en condiciones. Pero, al mismo tiempo, ya se han levantado voces de expertos que alertan de este erróneo proceder que lleva sistemáticamente a arrojar dinero público al mar porque no se atienden los informes científicos que avisan de los efectos del cambio climático en nuestro país. Sin ir más lejos, la semana pasada se presentó el último estudio que analiza el progresivo aumento del nivel del mar y cómo este fenómeno influye en la costa catalana.
A pesar de lo que diga el nuevo presidente de Estados Unidos al negar el cambio climático, en Catalunya ha subido el nivel del mar en los últimos cincuenta años y, según los estudios más recientes, lo seguirá haciendo a un ritmo mayor o menor en función de la rapidez de los cambios del clima. No obstante, estamos hablando de que cada año se registra un aumento y que el incremento total oscilará entre 18 y 82 centímetros en el 2100, según las predicciones más optimistas y pesimistas, respectivamente. Si tenemos en cuenta que Catalunya tiene 150 kilómetros de litoral urbanizado con paseos marítimos, carreteras, vías de tren, puertos o edificios, no hay que ser Einstein para concluir que estamos ante un grave problema.
Las imágenes del último temporal son un síntoma de lo que está por llegar. El carril bici de Pineda destrozado o el camping de Malgrat de Mar inundado son ejemplos del futuro que nos espera. De ahí que las administraciones deben actuar con previsión y olvidarse de reconstruir infraestructuras en el mismo lugar y con las mismas débiles características, porque el próximo golpe de mar se las llevará por delante. Soy consciente de que el verano está a la vuelta de la esquina y de que el negocio del turismo es capital para nuestro país. Por eso comprendo las prisas por abordar las reparaciones. Pero también es necesario que antes de hacerlas se empiece a considerar el escenario futuro a medio plazo. Por ejemplo, los paseos y los viales hay que alejarlos de la primera línea de la costa.
Más preocupante es la afectación del avance del mar en la infraestructura ferroviaria que transcurre paralela al litoral. Son muchos los viajeros de los trenes de cercanías que en los últimos temporales han visto como las olas impactaban contra los vagones y bañaban literalmente a los pasajeros que había en su interior. También hemos visto imágenes inquietantes de la estructura que soporta las vías del tren a punto de ser descalzada por la fuerza del mar. No estamos ante una broma ni ante un episodio excepcional, porque se repite cada vez con más frecuencia. Es fundamental la prevención y la planificación a medio y largo plazo teniendo en cuenta la inexorable evolución del clima, por mucho que nos cueste aceptarlo.
Cuando las olas entran en los vagones de los trenes de cercanías reiteradamente hay que empezar a preocuparse