Un Cervantes exigente
Bonet reclama una ley que asegure la autonomía de la entidad
El nuevo director del Instituto Cervantes, Juan Manuel Bonet, aprovechó su presentación pública para reclamar más dinero para la institución y más autonomía en su gestión, toda vez que apuntaba como grandes retos para la institución fomentar todas las lenguas oficiales, y no sólo el español, y expandirse por Latinoamérica.
“La primera carta que he recibido ha sido la del director del Institut Ramon Llull”, destaca Bonet
Para empezar, puñetazo en la mesa. El nuevo director del Instituto Cervantes, Juan Manuel Bonet, se estrenó en el cargo reclamando más dinero y autonomía para una entidad cuyas “estrecheces” por culpa de los recortes la obligan a obrar “milagros cotidianos”. En su toma de posesión ante los ministros de Cultura y Exteriores, Íñigo Méndez de Vigo y Alfonso Dastis respectivamente, Bonet reclamó además una ley que garantice la independencia política de la institución.
El flamente jefe del Cervantes combinó firmeza y cortesía para dejar claras desde el principio las condiciones bajo las cuales desea ejercer el cargo. “Quiero hacer dos peticiones a los dos ministros que me honran con su presencia”, anunció a menos de un metro de ambos. “La primera es que nos ayuden a superar las estrecheces del Instituto”, señaló en primer lugar, y al respecto lamentó la pérdida de “casi el 29% de las transferencias del Estado en los últimos ocho años”. Los cargos y funcionarios del Cervantes que asistían al acto recompensaron esas palabras con sonoros aplausos.
La segunda demanda que lanzó Bonet fue la relativa a la emancipación, a fin de que el Cervantes quede al margen de las trifulcas partidarias y, trabaje “con plena autonomía e independencia de criterio”. En este caso, el también crítico de arte y poeta se apoyó en las palabras que en esa misma línea pronunció Méndez de Vigo en la última reunión de directores del Cervantes. Añadió, en tono cordial, que está convencido de que tanto el titular de Cultura como el de Exteriores son “sensibles a la problemática”.
Bonet llegó a conceder que el Instituto ya goza de autonomía, pero matizó que ésta no se halla respaldada con el debido marco jurídico. Era su manera de reivindicar una ley reguladora del Cervantes como la que, en el 2003, vino a blindar al Museo del Prado de las refriegas entre organizaciones políticas.
El nuevo responsable del Cervantes, hasta ahora y durante cinco años delegado de la entidad en París, citó entre las funciones del Instituto la de “difundir la cultura en catalán, gallego y vasco”. Sobre el particular, y después de reconocer los reproches que a veces se hacen a la institución por no hacer lo suficiente en ese ámbito, dijo que “a nadie se les escapa que no es éste un terreno fácil y menos en estos momentos”. Pero enseguida anunció próximos encuentros con los directores del Institut Ramon Llull, el Consello da Cultura Galega y el Instituto Extepare, con el propósito de fortalecer sus relaciones. “Ojalá encontremos terrenos de entendimiento”, deseó. Y subrayó que la primera carta que había recibido a raíz de su nombramiento fue la del director del Llull, Manuel Forcano.
En presencia también de su predecesor, Víctor García de la Concha, Bonet apostó por hacer el Cervantes “más latinoamericano”. Recordó que, dentro de América del Sur, el Instituto sólo está presente físicamente en Brasil. “¿Por qué no podría el Cervantes enseñar español en ciudades con tanta demanda al respecto, con tanta población flotante extranjera en Ciudad de México o Buenos Aires?”, se preguntó.
Bonet prometió “explorar vías de colaboración inéditas con museos y fundaciones y editoriales”, así como el mundo de la moda y la gastronomía”. Habló de promover “un plan de choque cultural”. Y se propuso aumentar “el reconocimiento de la labor los hispanistas” extranjeros. Todo lo cual pasa por contar con eso que con más hincapié requirió: presupuesto y manos libres. ¿Una quimera? Montoro, Guindos y Rajoy tienen la palabra.