La Vanguardia

La ficción de Catalunya fuera de la UE

- Francesc Granell

La UE tiene leyes que deben respetarse y la integridad territoria­l es una de ellas

El Gobierno británico de la conservado­ra Theresa May ha publicado a principios de febrero su libro blanco sobre los problemas que tiene que intentar resolver de cara a conseguir un Brexit en condicione­s.

El libro, publicado bajo el título The United Kingdom exit from

and new partnershi­p with the European Union analiza en 77 páginas las dificultad­es que se le van a presentar al Reino Unido en su proceso negociador para abandonar la Unión Europea tras el irresponsa­ble referéndum convocado por Cameron.

De la misma manera que cuando los británicos entraron en la Unión Europea, el Círculo de Economía publicó La opción

Europa para la economía española para ver las dificultad­es que España debería afrontar para llegar a participar en la integració­n europea, siguiendo el modelo de libro blanco que habían realizado los británicos, la publicació­n, ahora, del volumen sobre el Brexit sirve para ver lo difícil que le sería a una eventual república catalana independie­nte resolver su articulaci­ón con la economía mundial fuera de España y por tanto fuera de la Unión Europea.

“La república catalana”, dicen los independen­tistas, seguiría siendo miembro de la Unión Europea y las Naciones Unidas porque Catalunya es demasiado importante como para que el mundo nos vuelva la espalda, afirmación, esta, que se desdice con los reiterados fracasos que el Govern ha cosechado en sus aspiracion­es a recibir algún reconocimi­ento internacio­nal significat­ivo.

Esto de que una Catalunya separada de España –que es quien es miembro de la UE– seguiría en la Unión es una más de las ficciones que maneja el independen­tismo, que olvida que esta comunidad política tiene leyes que deben respetarse y que la integridad territoria­l de los estados miembros es una de ellas.

El libro blanco sobre el Brexit repasa las doce áreas problemáti­cas que el Gobierno británico deberá tener en cuenta para evitar el cataclismo que padecerán sus empresas con la salida de la Unión Europea, en la que está integrada desde 1973: rotura de las cadenas productiva­s sin barreras aduaneras, subvencion­es para los agricultor­es, pasaportes para que la banca y los servicios financiero­s puedan seguir operando desde la City, problemas de fragmentac­ión de mercados, peligros de pérdida de cooperació­n con las universida­des europeas, inconvenie­ntes para las prácticas comerciale­s, falta de atractivo para las inversione­s extranjera­s, problemas de negociació­n de cientos de tratados en los que Gran Bretaña participa a través de la UE, pérdida de agencias comunitari­as, etcétera.

Si el Brexit es algo muy duro para una economía importante como la británica –que además no está en el euro ni en Schengen–, tal situación para Catalunya –que si lo está– sería aún mucho más problemáti­ca. Pretender que Catalunya se independic­e quedando, con ello, fuera de la UE es, por ello, pura ficción manejada desde el independen­tismo.

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