La cosmética también quiere ser verde
El boom de los productos naturales de higiene y belleza
Muchos comparan lo que se está moviendo ahora en el mundo de la cosmética con lo que sucedió años atrás con la alimentación saludable, con consumidores que empezaron a interesarse por la composición, elaboración y procedencia de lo que comían. El acceso a cada vez más información, una mayor concienciación de la importancia de llevar una vida saludable y el interés por conocer explican, en parte, el boom de la denominada cosmética natural. Crece la demanda y se multiplica la oferta de productos para la higiene personal y el cuidado de la piel o el cabello elaborados con una mayoría de ingredientes naturales que se comercializan como libres de tóxicos, con listas específicas de componentes que no se pueden utilizar.
El fenómeno, que algunas marcas han popularizado como la nueva cosmética saludable, por lo general bastante más cara que la habitual, ha irrumpido en el último año en España después de empezar con fuerza en otros países europeos, como Alemania o Francia, y en Estados Unidos. La moda, que parece que ha llegado para quedarse, siguiendo el paralelismo con la alimentación eco, ha despertado ya el interés de las grandes marcas y los gigantes de la cosmética, que han empezado a lanzar tónicos faciales o champús sin parabenos, sin sulfitos o sin siliconas, tres de los componentes más denostados por los defensores de la cosmética verde.
No se trata de elaboradores artesanales, que siempre habían existido a pequeña escala, sino de marcas que a escala industrial comercializan mayoritariamente sus productos a través de internet o, en menor grado, en tiendas especializadas. Su clientela es minoritaria si se compara con las grandes multinacionales de la cosmética, pero su velocidad de crecimiento, por encima del 10% anual en España y de un 15% en países como Alemania, ha convertido ya el fenómeno en una tendencia de alcance global.“Hemos detectado que se trata de personas que empezaron con la alimentación y que, a medida que se hacen estrictos con lo que comen y su estilo de vida, intentan regularizar después otros aspectos como la cosmética, con un consumo responsable para su salud y el medio ambiente”, explica Miquel Antolín, director general de Freshly Cosmetics, empresa fundada el pasado año por tres ingenieros químicos de la Universitat Rovira i Virgili (URV). Su proyecto está creciendo de forma fulgurante gracias al boom de un mercado en ebullición.
“El 40% de nuestros clientes son mujeres de 25 a 35 años, a quienes les gusta cuidarse, muchas son veganas, que descubren las marcas a través de las redes sociales, sobre todo Instagram. Las llamamos voraces aprendedoras, porque siempre quieren saber más y preguntan sobre los ingredientes”, añade Antolín. En la composición de los productos está justamente la clave. Los cosméticos saludables, como los comercializan algunas marcas, deben tener al menos un 90% de ingredientes de origen natural, desde el aloe vera, el té, los aceites, las algas o las frutas; pueden contener
otros de origen mineral, como las arcillas o la sal, y deben evitar a toda costa la utilización de lo que denominan componentes “tóxicos”. De ellos, los más conocidos son los parabenos, las siliconas, los sulfatos y los componentes derivados del petróleo.
Las marcas que más están triunfando basan su éxito en una apuesta por la transparencia, con listas exhaustivas en las que incluyen todos los componentes. “En la cosmética convencional se utilizan 12.000 ingredientes y sólo el 20% están testados. Debería aplicarse el principio de precaución con productos que estudios serios han demostrado que pueden ser nocivos para la salud”, dice Sara Werner, cofundadora de Cocunat, surgida en el 2013 en Barcelona, que comercializa con el
e-commerce medio centenar de marcas de “cosmética saludable y 100% libre de tóxicos”.
Se trata de una cosmética que garantiza también que ninguno de sus productos ha sido testado en animales, utilizando el sello cruelty
free, y que se vende como apta para veganos. Con la popularización de sus efectos beneficiosos para el cuidado de la piel o el cabello, y su poder para desintoxicar (detox), según aseguran productores y empresas certificadoras, se ha abierto el debate.
Frente a los grandes defensores, como Nicolás Olea, catedrático de la facultad de Medicina de la Universidad de Granada, popular por sus conferencias alertando de los efectos nocivos de los parabenos, aparecen otras voces que relativizan los beneficios para la piel de la cosmética natural y los perjuicios de la convencional. Ni lo natural es siempre mejor ni la química, si está bien utilizada, tiene por qué ser dañina, alertan.
“No estamos en contra de la química, sino de los productos tóxicos que se siguen utilizando. Los champús, las cremas, el jabón, el aftershave, el pintauñas o el pintalabios son productos que utilizamos a diario”, advierte Werner. “La problemática está en que, sobre todo en el caso de las mujeres, utilizamos 15 productos al día durante toda la vida, aquí está el impacto real de componentes que están en proporciones pequeñas; pero nadie lo estudia”, destaca Antolín.
Varios dermatólogos consultados por La Vanguardia no han querido evaluar públicamente los cosméticos naturales porque aseguran conocerlos aún poco. Dicen que hasta ahora han estado poco presentes en sus recetas, especialmente en la sanidad pública, ya que los precios suelen ser altos. “Todos estos productos nocivos se encuentran en la naturaleza, es cuestión de encontrar un sustitutivo natural, con la misma función y las mismas propiedades, sin que pueda producir efectos no deseados. Todo es química, empezando por nosotros mismos, y por eso no todos reaccionamos de la misma manera a los productos naturales”, reflexiona Víctor Molina, químico de la URV.
La popularización y el desarrollo de esta nueva forma de entender la cosmética debería ayudar, con el tiempo, a analizar científicamente sus pros y sus contras.
Entre los adeptos, muchos veganos y seguidores de una alimentación ‘eco’ Su consumo crece un 10% al año en España y triunfa en EE.UU. y Europa