La Vanguardia

‘MADE IN CHINA’

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Cuando se dirige a uno de los empleados de la empresa de reparto, Beth experiment­a perplejida­d e indignació­n. –Les ha caído este paquete. –No se lo puedo coger. No, no y no. Cuestión de seguridad. De pronto, tiene un vestido de una firma que jamás le había atraído, y menos ahora. Junto a la etiqueta blanca, con el símbolo de la marca y el nombre en letras negras, otra más pequeña que delata la demagogia del padre presidente. Made in China.

La mujer que ha dado con este hallazgo diría que se trata de una prenda de cóctel, color rosa palo –según la versión oficial, “color ballet”–, sin mangas, línea recta y con dos adornos frontales verticales de bisutería dorada, que se describen como “ranuras delanteras juguetonas”. Se recomienda lavar en seco. Sale por 138 dólares. Lo comerciali­za Lord & Taylor. Pero la compradora, Jessica R. –nombre e inicial reales–, lo ha adquirido on line (por eso el envío de Fedex), con un descuento que lo deja en 103 dólares.

Aquí surge el gran dilema. Beth ha intentado devolverlo en vano. Podría contactar con Jessica R. (en el paquete aparece la dirección de entrega).

Pero se le ocurre otra salida más activista. Como no ha habido entrega, si la compradora reclama, le enviarán otro. Y ella tratará de reclamar a la tienda a fin de recuperar ese dinero. De conseguirl­o –el azar existe–, lo donará a una organizaci­ón de refugiados o de mujeres en lucha contra las políticas del nuevo presidente.

Una manera de que Trump subvencion­e a los anti-Trump.

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