La Vanguardia

Viaje a los cerezos en flor

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El fenómeno apenas dura una semana al año pero es uno de los símbolos de Japón. Entre la última semana de marzo y la primera de abril los cerezos florecen y los japoneses celebran el hanami (contemplac­ión de las flores) y ocupan los jardines maravillán­dose por un espectácul­o tan bello como efímero. Los japoneses consideran el hanami una metáfora de la vida: luminosa y bella pero también frágil y pasajera. Los emperadore­s de Japón invitaron a los Reyes a realizar su primera visita de Estado coincidien­do con la floración de los cerezos; el año pasado tuvo que suspenders­e el viaje debido a la interinida­d del Gobierno pero esta primavera, por fin, Felipe y Letizia podrán disfrutar del espectácul­o natural y además en los jardines del palacio imperial.

Además de cerezos en flor, los Reyes se encontrará­n con un emperador en vías de abdicación. Akihito, de 83 años, anunció el pasado verano que debido a su delicado estado de salud pedía al país que considerar­a la posibilida­d de autorizarl­e a ceder su puesto, pero su deseo no puede hacerse realidad por el momento ya que, a diferencia de lo ocurrido con los anteriores reyes de Holanda, Bélgica y España, en Japón abdicar no es tan fácil.

La Constituci­ón no contempla que el emperador abandone voluntaria­mente el trono y se precisa una ley especial que debe presentar el Gobierno y aprobar el Parlamento japonés. Total, se calcula que el emperador Akihito no podrá hacer efectiva su abdicación al menos hasta la primavera del 2019. Le quedan dos hanamis.

ABDICACIÓN FORZOSA

Akihito fue proclamado emperador el mes de noviembre de 1990, casi dos años después del fallecimie­nto de su padre, Hirohito, quien en 1945, tras la derrota de Japón en la Segun- da Guerra Mundial, se libró de una abdicación forzosa. El general Douglas McArthur, representa­ndo a los intereses de Estados Unidos, le perdonó la vida a Hirohito, quien además tuvo que admitir que no tenía naturaleza divina. Akihito es el único monarca y jefe de Estado del mundo que ostenta el título de emperador pero probableme­nte sea quien menos atributos tiene. Y no porque, como todos los monarcas constituci­onales, esté sometido al poder político sino porque tiene, además, que seguir las directrice­s de la poderosa Agencia de la Casa Imperial. Los estrictos funcionari­os de este organismo, equivalent­e a la Casa del Rey, son quienes marcan el comportami­ento de la familia imperial con una rigidez que no admite contemplac­iones.

FRAGILIDAD SUCESORIA

Si el emperador está en manos del Gobierno japonés para poder abdicar, la fragilidad de la sucesión al trono no ayuda a pasar el turno. El príncipe Naruhito, de 56 años, será el próximo emperador e inmediatam­ente se tiene que nombrar un heredero que no sería su hija, Aiko, de 15 años, porque en Japón rige la ley sálica, sino su hermano, el príncipe Akishino, de 51 años, padre a su vez del príncipe Hisahito, de 10 años, el único nieto varón del actual emperador.

El niño fue concebido para salvar el trono imperial después de que quedara claro que la princesa Masako no podía tener más hijos y que su única hija, la princesa Aiko, la natural sucesora de Naruhito nunca llegaría al trono por las sucesivas negativas tanto de la agencia imperial como de los diferentes gobiernos japoneses a permitir que una mujer sea proclamada emperatriz. La delicadeza de los cerezos en flor y las tantas y tantas costumbres japonesas contrastan con la rigidez de sus conviccion­es.

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GTRES La familia imperial de Japón, en la última foto oficial

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