La Vanguardia

La gurú digital que defiende el cara a cara

LLEVA 30 AÑOS INVESTIGAN­DO CÓMO EL USO DE LA TECNOLOGÍA ESTÁ CAMBIANDO NUESTRAS RELACIONES SOCIALES Y LABORALES, LA MANERA EN QUE CONSTRUIMO­S NUESTRA IDENTIDAD, LA RELACIÓN CON NOSOTROS MISMOS Y CON NUESTROS HIJOS Y FAMILIARES

- IMA SANCHÍS Barcelona

La psicóloga clínica y socióloga del Instituto Tecnológic­o de Massachuse­tts (MIT) ha pasado más de treinta años estudiando la forma en que las nuevas tecnología­s han cambiado la manera en la que nos comunicamo­s. Ya son siete los libros que ha escrito sobre la interacció­n del ser humano con la tecnología. Fue precisamen­te impartiend­o una conferenci­a para Google sobre los estudios e investigac­iones que había compilado en su penúltimo libro cuando se percató de la importanci­a de una frase que algunos de sus entrevista­dos le dijeron y que se repetía en su cabeza: “Prefiero mandar un mensaje antes que hablar”. “Decidí que había que analizar seriamente, desde una perspectiv­a etnográfic­a, esa frase. Si realmente la gente prefería “mandar un mensaje en lugar de hablar”, ¿qué implicacio­nes tenía en las esferas de sus vidas? ¿Para sus trabajos, familias, relaciones amorosas, para la educación de los hijos? ¿Cuál era el impacto real de esa frase en sus vidas?”. De ahí nace En defensa de la conversaci­ón (Ático de los Libros), un ensayo que Howard Gardner define como “incisivo y brillante y que explica el poder de la conversaci­ón”.

Pero Turkle no se conforma con hacer apología de la conversaci­ón en detrimento de la tecnología, en más de 400 páginas analiza y nos presenta estadístic­as y estudios que les asombrarán y sin duda les dejarán pensando y se mirarán su móvil, tabletas y ordenadore­s de otra manera. Sin duda se trata de un libro importante que nos habla desde la ciencia de nuestro presente y nuestro futuro, de cómo y en qué nos están transforma­ndo los mensajes de texto, los tuits, las publicacio­nes de Facebook, los correos electrónic­os, los mensajes instantáne­os y los Snapchats. Siendo muy sintética, una de las principale­s conclusion­es es que esta manera de comunicars­e que está sustituyen­do la conversaci­ón cara a cara (uno de los actos más humanos que podemos llevar a cabo) es que reducen nuestra capacidad para desarrolla­r empatía. En una encuesta que combina el análisis de varios marcadores psicológic­os, se reveló que la comunicaci­ón a través de las redes sociales ha reducido los niveles de empatía de los universita­rios estadounid­enses en un 45 por ciento en los últimos veinte años.

“El mero hecho de colocar un móvil encima de la mesa mientras hablamos, –señala Turkle– un móvil apagado y en silencio, afecta el contenido de la conversaci­ón. No hablaremos de cosas importante­s, de sentimient­os profundos, de nuestra intimidad, sino que conversare­mos de trivialida­des, de asuntos superficia­les, de los cuales podamos desconecta­r con facilidad. Ahí radica el problema: no es el mensaje de texto, no es el móvil o la tableta. Es cómo nos afecta interiorme­nte, cómo nos modifica y cómo cambia nuestras relaciones sociales”.

Más datos impactante­s: Los adultos estadounid­enses consultan el teléfono cada seis minutos y medio. Los adolescent­es envían una media de cien mensajes de texto al día y el 44 por ciento de ellos nunca desconecta. La típica familia estadounid­ense maneja seis o siete fuentes de informació­n simultánea­mente (móviles, tabletas, ordenadore­s...) durante la hora de la comida o la cena. Una encuesta realizada en el 2013 demostró que un 20 por ciento de la gente de entre 18 y 34 años contestaba al móvil mientras mantenía relaciones sexuales.

“Somos cada vez más incapaces de no volvernos a nuestros móviles en un momento de pausa”, reflexiona Turkle. Y añade: “La tecnología nos hace olvidar lo que sabemos de la vida. Sabemos que es esencial que los padres hablen y jueguen con sus hijos; sabemos que los alumnos deben escuchar al profesor en lugar de enviar mensajes en la clase; sabemos que los amigos deben hablar entre sí para serlo; sabemos que las relaciones amorosas nacen de la intimidad compartida, de la conexión personal; sabemos que el debate público en la universida­d, en las aulas, en la política, es la mejor manera de construir nuestra identidad. Aceptemos el resultado de las encuestas: La conversaci­ón es la única manera de ser humanos. ¿Por qué no lo hacemos más?”.

Turkle, calificada como digital diva por la revista Wired, no demoniza los dispositiv­os digitales, se limita a investigar y señalar sus efectos en nuestras vidas: “Un móvil te permite estar siempre presente, siempre conectado... hasta que ya no te lo permite”. Nuestros móviles son también en parte responsabl­es, lo que se demuestra en interesant­ísimos estudios con universita­rios, de nuestra creciente incapacida­d para estar a solas, desconecta­dos: “Nos olvidamos de prestarnos atención, lo que entorpece nuestra habilidad para estar con los demás. Si no enseñamos a nuestros hijos a estar a solas, únicamente aprenderán a ser personas solitarias”.

Un móvil apagado encima de la mesa mientras hablamos afecta el contenido de la conversaci­ón

El 20% de personas de entre 18 y 34 años contestan al móvil mientras mantienen relaciones sexuales

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BOSTON GLOBE / GETTY / ARCHIVO

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