La Vanguardia

La lesión de Vidal empaña la goleada del Barça al Alavés

Medio centenar de encapuchad­os atacan con barras a seguidores culés

- CARLES RUIPÉREZ

El Barcelona no ha olvidado la lección. Pese a haber tenido problemas para sacar jugado el balón desde atrás últimament­e y haber mostrado predilecci­ón por jugar a espacio abierto, ayer demostró que aún sabe bordar su estilo de toque, dominio, fútbol de extremos y presión alta. El Barça recuperó su librillo, su brillo y su rodillo todo en el mismo partido, en un clima de fiesta y euforia en Mendizorro­za por la final de Copa. Los blaugrana golearon a un Alavés que se tomó el duelo como una celebració­n. El 27 de mayo será otra historia.

El equipo de Luis Enrique tuvo toda la iniciativa desde el minuto 1 y no lo desaprovec­hó. A diferencia de que lo habían hecho en los últimos partidos la Real Sociedad, el Athletic y el Atlético, Pellegrino, formado como técnico con Benítez, decidió replegarse cerca de la guarida de Pacheco. Aunque esta vez no utilizó de inicio los cinco defensas del Camp Nou –recurrió a ellos ya con 0-2–, la idea de los vitorianos era esperar, defender con uñas y dientes y salir a la contra.

Y el plan del entrenador argentino pudo salirle bien. Porque, con el Barça viviendo en campo contrario, su equipo pescó un balón que pudo costarle un disgusto al Barcelona. Como el martes cuando Carrasco se plantó ante Cillessen después de un córner a favor de los blaugrana, la historia se volvió a repetir. Neymar botó desde la esquina, el Alavés rechazó y Theo se marcó una carrera de 70 metros de una punta a otra del campo en la que humilló por velocidad a Digne para plantarse ante Ter Stegen. El alemán estuvo sensaciona­l en su salida y sacó el disparo con el cuerpo evitando lo que podría haber sido el 1-0.

Pese a ese gran susto, el Barça no se replanteó su forma de atacar y siguió con su asedio constante. Aprovechan­do que tenía la salida limpia desde atrás, el equipo de Luis Enrique hizo aquello que hacía tiempo que no le dejaban: instalarse cerca del portero rival y dominar totalmente la posesión.

El Barça abrió el campo con Neymar y Aleix Vidal, encontró jugadas entre líneas sobre todo gracias a la conexión de Busquets con Leo Messi y a una gran presión para recuperar el balón nada más perderlo para no tener que correr.

La euforia de ser finalista del Copa servía para los vitorianos para su defensa numantina, aunque la mejor virtud del Barça fue su paciencia. Igual que hay días en que los blaugrana han estado incómodos en espacios reducidos y parecían ahogarse en el juego posicional, ayer lo bordaron. Y su insistenci­a tuvo recompensa. No fue un preDespués

DOS CARAS IGUAL DE EFECTIVAS Los tres primeros goles son fruto del libreto clásico de dominio, los tres siguientes fueron en transicion­es

mio, no fue suerte, ni azar. El primer gol fue merecimien­to total al trabajo bien hecho. Rakitic abrió a la derecha, donde Aleix Vidal jugaba casi de extremo y el centro raso lo remató en el área pequeña Luis Suárez, el 9, a bocajarro, en su sitio.

Como suele pasar en estos casos, fue abrir la lata y llegar el segundo gol. Si el 0-1 fue producto de una triangulac­ión de tiralíneas, el 0-2 llegó precedido de una gran presión. Rakitic, de nuevo el croata, recuperó en el vértice del área y rápidament­e lo envió al otro lado para que al Alavés no le diese tiempo de bascular. Allí Suárez se apoyó en Messi, que le hizo la pared por arriba, Pacheco quiso salir pero su despeje de puños dio en la cabeza del uruguayo y la carambola dejó la pelota muerta para que Neymar rematase a placer a puerta vacía.

El Barcelona había derribado el muro pero a cada gol visitante la grada de Mendizorro­za respondía con más cánticos, con más fiesta, con más apoyo a los suyos. La goleada no hizo mella en una afición que vive en una nube. “Alavés, te quiero”, cantaban al ritmo de carnaval. O recuperaba­n su apodo de Glorioso para animar. La comunión entre afición y equipo de ayer augura una final de Copa con mucho ambiente el 27 de mayo, sea donde sea.

Los cánticos ni siquiera se frenaron cuando Messi, ya en la segunda parte, le robó la cartera a Vigaray en el área –de nuevo otra presión– para batir a Pacheco por debajo de las piernas. El argentino no quería ser menos que sus colegas del tridente y también forzó casi sin querer el cuarto gol, en propia puerta.

Como si el partido sólo le interesase a él y esa guerra no le interesase a Alavés, el Barcelona se dio un festín cuando su rival bajó los brazos. En dos contragolp­es, como le gusta ahora al este Barça, Rakitic y Luis Suárez redondearo­n un set de mucho mérito. Sin embargo, mientras Luis Enrique reservaba a Busquets y Umtiti y le daba otra media hora a Iniesta, perdía también a Aleix Vidal, con el tobillo maltrecho. La felicidad no fue completa.

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Luis Suárez celebró así el primer gol del partido y de su cuenta particular
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CESAR MANSO / AFP

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