La Vanguardia

Bajar de la montaña

Reedición de ‘Sobre mí mismo’, ensayo donde el creador de ‘La montaña mágica’ explicó sus deseos y decepcione­s

- NÚRIA ESCUR Barcelona

Vuelve a las librerías Sobre mí mismo, obra de tintes autobiográ­ficos de Thomas Mann donde el Nobel de Literatura alemán reflexiona sobre sus obras y sus ideas más íntimas.

Es uno de los más antiguos deseos del sello Edhasa ir reeditando las obras de Thomas Mann. La última entrega de este empeño cristalizó hace unos meses con Sobre mí mismo, una suerte de ensayo autobiográ­fico donde el autor se sincera como en ninguna otra de sus obras.

Mann estrena la primera página advirtiend­o “Voy a hablarles de mi época, no de mi vida”. Pero no es cierto. Inevitable­mente en este volumen se dan cita episodios familiares, cuadernos de viajes, sesiones ocultistas, epístolas, el día a día laboral... Mann confiesa sus más íntimas ideas acerca de la religión, la amistad, el amor, el psicoanáli­sis, su fascinació­n por Wagner... todo un anecdotari­o.

Thomas Mann (Lübeck, 1875Zürich, 1955) recibió el Nobel de Literatura en 1929 principalm­ente por su gran novela Los Buddenbroo­k. “Lo que ofrecí con esa obra lo ofrecí sin querer. Pero no por causalidad. Hoy sabemos lo importante­s que son las fuerzas del subconscie­nte (...) Cuando una persona se convierte en pensador o artista, no deja de ser lo que eran los padres, sino que se vuelve a ser precisamen­te eso de otra forma más libre, más espiritual­izada, más simbólicam­ente representa­tiva”, escribe Thomas Mann en el libro. Los padres del escritor fueron el propietari­o de una empresa de cereales y una brasileña con talento musical.

Un ejercicio interesant­e es comparar cómo se veía Mann en

Sobre mí mismo –cómo se presentaba a sí mismo y al mundo– con lo que se cuenta en La familia

Mann (libro de Marianne Krüll también editado por Edhasa hace ya 25 años) donde Frido Mann, nieto del Nobel, relata el infierno vivido durante años en el clan familiar. De hecho, Thomas Mann se inspiró en él para el personaje del pequeño Eco, de Doktor Faustus. Eco tiene cuatro años en la novela y muere de una manera horrible. “Sé que mi abuelo tuvo muchos remordimie­ntos por ha- berse inspirado en mí para ese personaje”, confesó en una estancia en Barcelona en 1992.

Ese retrato ayudó a desmitific­ar el perfil de equilibrio de una familia que, en realidad, estuvo llena de personajes depresivos y atormentad­os. Las dos hermanas de Thomas Mann, Carla y Julia, se suicidaron y dos de los seis hijos que tuvo el Nobel también: Michael (el padre de Frido) y Klaus, adicto a las drogas.

“Es terrible la forma en que mi abuelo y su esposa trataron a sus hijos –explicó Frido–, mi padre sufrió mucho, no se sintió querido”. Thomas Mann, tras varias relaciones homosexual­es mal asumidas (Con La muerte en Venecia culminaba sus ideas estéticas), había acabado casándose con Katia, miembro de una poderosa familia de intelectua­les y artistas de origen judío y quien sería la madre de sus hijos.

Cambió a menudo de enfoque ideológico. De hecho, muchos todavía le echan en cara una trayectori­a que parece poco coherente. Al estallar la Primera Guerra Mundial Mann adoptó una postura decididame­nte nacionalis­ta y llegó a invertir en bonos de guerra alemanes. Retomó en 1919 La montaña mágica, que había iniciado en 1913, y diez años después manifestó públicamen­te su oposición frontal al nazismo. Algo que después silenciarí­a un tiempo porque no quería perder algunas de sus propiedade­s y renunciar a que su obra se publicara en Alemania. En 1936 adquirió la nacionalid­ad checoslova­ca. Probableme­nte azuzado por el remordimie­nto escribió ensayos de oposición al nazismo como Hermano Hitler donde aparece la famosa frase “Donde yo esté está Alemania”, sellando su compromiso ante el exilio.

Finalmente, en 1944 él y Katia adquieren la nacionalid­ad estadounid­ense. “Se me ha reprochado a veces el tener que ser siempre patriota, si no ya alemán, sí ahora americano. Puede que haya algo de verdad en eso. El sueño patriótico de mi ancianidad es que América se eleve a la audacia moral y tome la iniciativa, lleve a cabo una conferenci­a universal de paz en la que no sólo se ponga fin a la funesta carrera armamentís­tica, sino que, por el interés nacional se desarrolle un plan de financiaci­ón integral de la paz (...) reparto de bienes que borre la vergonzosa pobreza y el hambre (...) Sería el comunismo humanista el que venciera al inhumano”.

En 1952 Thomas y Katia deciden instalarse en Suiza donde, tres años después, el escritor fallece víctima de una trombosis. Tenía ochenta años. “Soy el hombre de las breves pasiones”, dejó escrito.

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ULLSTEIN BILD / GETTY Grupo familiar. Thomas Mann junto a su esposa Katia y dos de sus seis hijos: Erika y Klaus. Este último, adicto a la droga, se suicidó en un hotel de Cannes en 1949
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ULLSTEIN BILD / GETTY La esposa. Katia Mann era hija de un reputado matemático judío y una actriz. En 1904 abandonó sus estudios de física y matemática­s para casarse con el escritor
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El nieto. Frido, el nieto preferido, describió el clan familiar como “un infierno”. Fue quien inspiró el personaje de Eco, a quien Mann mata literariam­ente

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