La Vanguardia

MÁS ALLÁ DE LOS CASINOS

La antigua colonia potugues de Mocao, ahora bajo control chino, se deb entre sus históricos casinos y la diversific­ación.

- ISIDRE AMBRÓS Macao. Correspons­al

Macao, que fue colonia portuguesa durante más de cuatrocien­tos años y una de las puertas de Europa en Asia, mira al futuro con incertidum­bre. Su población asume que el porvenir no está en el juego, en los casinos que durante las últimas décadas le han dado proyección internacio­nal y han contribuid­o a mejorar el nivel de vida. Temen, sin embargo, que este esplendor se evapore con el tiempo, al igual que se reduce la influencia portuguesa en esta península china, cuya exigua superficie de 30 kilómetros cuadrados la ha convertido en una de las áreas más pobladas del planeta con una densidad de más de 20.000 habitantes por kilómetro cuadrado. Una inquietud provocada por la advertenci­a que les hizo el presidente chino, Xi Jinping, cuando les indicó que tenían que diversific­ar su economía.

Las autoridade­s macaenses se debaten entre buscar una alternativ­a a la lucrativa industria del juego o adaptar a los nuevos tiempos ese ambiente que se respira en el casino del hotel Grand Lisboa y que responde a la imagen de esta urbe, conocida como Las Vegas de Oriente.

El mítico establecim­iento de juegos de azar hierve de actividad durante las 24 horas del día a lo largo de todo el año. Los crupiers, sin importar que sea madrugada, barajan las cartas ante ansiosos jugadores chinos que pierden la noción del tiempo en este templo de ocho plantas que el hotel dedica al juego.

El Grand Lisboa, del histórico magnate Stanley Ho, es uno de los 36 casinos que operan en este antiguo enclave portugués y cuya actividad genera el 80% de los ingresos de la economía local. No es de los más lujosos y modernos, pero su forma de flor de loto y su emplazamie­nto cercano al puerto han convertido este edificio de 58 plantas de un dorado refulgente en un punto de referencia para el visitante.

Ahora, es uno más de los seis grupos que controlan el negocio del juego, que el pasado año proporcion­ó unos ingresos en las arcas locales de más de 26.000 millones de euros. Una actividad que con el transcurri­r de los años ha superado a Las Vegas, ha contribuid­o a impulsar su economía y a convertir a sus ciudadanos en unos de los más ricos del planeta, con unos ingresos per cápita de 90.000 dólares. Una mejoría que también ha contribuid­o a elevar el precio de la vivienda, hasta situarlo a unos niveles inasequibl­es para una buena parte de la población. El alquiler de un piso de una habitación fácilmente supera los 1.000 euros, frente a un salario mínimo del orden de 735 euros.

“Está claro que los casinos han contribuid­o a mejorar el nivel de vida de Macao y han influido en mejorar la formación y la educación de sus habitantes”, subraya Antonio Guijarro, máximo responsabl­e del grupo que regenta el restaurant­e Bar.Celona y exdirector de hotel en Macao del holding Las Vegas Sands, de casinos y complejos turísticos. La afirmación de este ciudadano del mundo, que salió de Vilafranca en 1982 y desde entonces no ha vuelto a pisar España, se apoya en el hecho de que la irrupción de la industria del juego llegó en el momento oportuno a Macao.

Era una época en que la excolonia portuguesa se quedaba sin pulmones económicos. La industria local, dedicada al textil y a la fabricació­n de juguetes quedó desarbolad­a frente a la competenci­a china.

Desde entonces, y hasta que en el 2002 la nueva administra­ción de este territorio de apenas 647.000 habitantes devuelto por Portugal a China en 1999 puso fin al monopolio del juego, las arcas macaenses se nutrían básicament­e de los ingresos que generaban los casinos de Stanley Ho. Un magnate originario de Hong Kong que en 1962 obtuvo la exclusivid­ad del Gobierno colonial portugués para instalar salas de juego en la ciudad, a través de su empresa Sociedade de Jogos de Macao Holdings (SJMH).

Durante esos años Ho controló de forma absoluta el sector y se ganó el apelativo de Rey del Juego, además de atesorar un fortuna estimada en unos 2.000 millones de euros. “Se convirtió en una figura poderosa porque había corrupción y les daba el 30% de los beneficios del juego a los gobernante­s de entonces”, señala un veterano analista local que prefiere omitir su nombre. Una petición que sugiere la existencia de una omertà o regla de silencio en los círculos de poder.

Pero si la industria local desapareci­ó en los años ochenta, algo parecido ocurrió con los referentes arquitectó­nicos y culturales portuguese­s. “En las últimas décadas se han destruido muchos monumentos emblemátic­os”, explica César Guillén, un historiado­r del arte de origen panameño que ha dedicado toda su vida a estudiar la evolución artística de Macao. Una tendencia que lo atribuye a la voracidad del sector inmobiliar­io y que le impulsa a subrayar que de esta forma “están destruyend­o el carácter de Macao”, aunque subraya que “lo que queda es impresiona­nte”.

Y no le falta razón a este estudioso del arte que se siente macaense tras vivir allí durante más de treinta años. Un paseo por el centro histórico de la ciudad, que la Unesco declaró patrimonio de la humanidad, sumerge al visitante en un ambiente lusitano, con edificios de color amarillo, con azulejos en su interior, y el típico empedrado de sus aceras, con piedras de formas irregulare­s blancas y negras.

Pero pocos vestigios más de la presencia colonial quedan en esta ciudad. “Todos los símbolos de la cultura portuguesa van desapareci­endo, incluida la lengua”, lamenta Guillén. “Sólo las personas mayo-

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BOBBY YIP / REUTERS

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