SIN MÓVIL EN EL PATIO
Un instituto de Lleida que había apostado por el móvil en la escuela, recapacita y lo prohíbe en el patio a los más pequeños
Un instituto puntero en el uso del móvil en las aulas rectifica y prohíbe estos aparatos en el recreo.
Antonio esconde su cara tras la funda de protección de su teléfono móvil. Es la hora del recreo y la imagen se capta en el patio del IES Torre Vicens de Lleida. Antonio, de 12 años, ha dejado el aparato en casa. Pero no por propia voluntad ni tampoco se trata de un olvido. Desde la vuelta de las vacaciones de Navidad los alumnos de primero y segundo de ESO de ese centro educativo tienen prohibido llevar el teléfono móvil a la escuela. Así que Antonio tiene que conformarse con la carcasa de plástico. “La llevo para despistar a los profesores”, afirma con su cara más traviesa. Aunque en otro contexto, ambiente o circunstancias el comportamiento de Antonio podría interpretarse como una estrategia para superar el mono de una persona adicta al teléfono móvil al que de un día para otro le prohíben su uso en determinados escenarios. No sería este el caso. Ni tampoco el de la gran mayoría de compañeros de escuela de Antonio
Los alumnos de primero y segundo de ESO del Torre Vicens parecen haber asumido sin mayores problemas la nueva norma impuesta por la dirección, a pesar de que la prohibición les arrebata un privilegio que tenían ya ganado. Ese centro no sólo permitía, antes de las últimas vacaciones de Navidad, el uso de los teléfonos a todos los escolares en las zonas de recreo (incluido Antonio y sus amigos) si no que además estaba ensayando un plan para favorecer el uso de esos aparatos en las clases, siempre con el permiso del profesor y cuando la utilización en grupo del teléfono persiga un claro fin pedagógico.
Fue una apuesta –cada instituto decide cómo gestiona el uso de los móviles de los alumnos al no haber una norma global para todos– que ahora los responsables de esa instalaciones han tenido que replantearse. ¿Qué ha pasado?
Chus Castro, jefa de estudios, recuerda que la decisión de favorecer el uso del móvil en las aulas con fines pedagógicos se adoptó el curso pasado. Creyeron que era una buena idea, pero pronto se dieron cuenta de que la norma, especialmente entre los alumnos más pequeños, generaba mas inconvenientes que ventajas. “Se distraían mucho con los aparatos entre clase y clase, sacaban el teléfono a la mínima oportunidad y estaban enganchados a esos aparatos durante la hora de patio, lo que reducía las relaciones entre ellos o su participación en juegos”. Los alumnos de primero y segundo de ESO demostraron poca madurez con el asunto e interpretaron mal el mensaje. Creyeron que el plan anunciado en su instituto para explorar, desde la vertiente pedagógica, las prestaciones positivas del teléfono móvil era poco menos que un cheque en blanco para utilizar en cualquier momento esos aparatos. Así que a finales del pasado año la dirección del centro acordó la nueva norma, que prohíbe a los escolares de 12 y 13 años llevar su teléfono al instituto.
Chus Castro no esconde que la respuesta de esos alumnos de primero y segundo de ESO (la mayoría llevan ya en su mochila el teléfono en su primer año de instituto, con sólo doce años) ha sido más positiva de lo que cabía pensar. Apenas se han tenido que confiscar aparatos este último mes a escolares por infracción de la norma y la gran mayoría ha asumido sin rechistar, aunque en algunos casos sea a regañadientes, la nueva realidad.
El momento más complicado, para aquellos que encuentran a faltar el teléfono, llega con la hora de patio. Los alumnos de cursos superiores siguen jugando, enviando fotos, intercambiando mensajes o consultando las redes sociales con sus móviles, mientras que a los de primero y segundo de ESO no les queda otra que jugar, charlar o echar mano de la inventiva para matar el tiempo.
Para evitar tentaciones muchos de esos alumnos, cuenta Víctor, “nos hemos acostumbrado ya a dejar el teléfono en casa. Si no lo podemos usar en ningún sitio es absurdo tenerlo apagado en la mochila”. Esa es una buena señal que corrobora el éxito de la iniciativa, afirman los profesores. Aunque algunos escolares
confiesan en voz baja que los siguen llevando. El centro miraría hacia otro lado en esos casos (de momento no se hacen registros, ni está previsto imponerlos) siempre que ese aparato no se encienda dentro de las instalaciones escolares ni se exhiba.
Pero si alguien ha recibido de buen agrado la norma, esos han sido los padres. O al menos la mayoría de ellos, revela Chus Castro. Con hijos de doce años que piden ya con insistencia el teléfono, el hecho de que el instituto prohíba esos aparatos es un regalo para aquellas familias reacias a comprar un teléfono a niños de tan corta edad. Ahora lo tendrán, con toda seguridad, más fácil para mantenerse firmes en su decisión. Aunque hay progenitores que ya lo tienen muy claro cuando se trata de fijar la edad a partir de la cual sus hijos van a tener teléfono propio. Lo cuenta David, de cuarto de ESO, al que la medida impuesta en el instituto ya no le afecta por edad. “Aunque si fuera más pequeño esta norma tampoco tendría para mí ninguna trascendencia, pues mis padres no me compraron un teléfono móvil hasta el pasado año, en tercero de ESO”.
No es el caso de Pau o Yasin, de 15 y 16 años y también de cuarto de ESO, que tienen teléfono desde hace ya más de dos años. “Si ahora nos lo quitaran en el patio no sé qué haríamos. Lo encontraríamos a faltar y mucho, seguro”, afirman casi al unísono, sin apartar la vista de la pantalla sabedores de que al recreo le quedan minutos y tendrán que apagar enseguida los aparatos. Ambos pueden estar tranquilos, pues el instituto Torre Vicens, revela Chus Castro, no se está planteando, en estos momentos, ampliar el veto más allá de los escolares matriculados en primero y segundo de ESO. Esa sería ya otra batalla con consecuencias no tan predecibles y apacibles, como ha ocurrido con los alumnos más pequeños.
Los alumnos de primero y segundo de ESO no pueden llevar los aparatos al centro Los escolares afectados asumen la norma y algunos ya empiezan a dejar el teléfono en casa