La Vanguardia

El vicio del presidente

Donald Trump no ha moderado su uso del Twitter desde que ha llegado a la Casa Blanca

- ANNA BUJ Barcelona

El presidente de EE.UU., Donald Trump, se levanta antes de las seis de la mañana y enciende la televisión. Tiene hasta las nueve, hora aproximada a la que empiezan sus reuniones, para comprobar lo que han dicho de él mientras dormía y leer algunas secciones de The New York Times, The

Washington Post y The New York Post, el tabloide de su amigo Rupert Murdoch. Amante de los realities, está completame­nte obsesionad­o con las clasificac­iones de popularida­d y con su imagen en los medios de comunicaci­ón. Y entonces, coge su teléfono personal y tuitea. Hasta hace quince días lo hacía desde un Samsung Galaxy muy vulnerable a los hackers. El servicio secreto le ha proporcion­ado un teléfono mucho más seguro, pero la Casa Blanca se niega a confirmar si es el que usa.

“No bebe alcohol, el Twitter es su vicio”, contaba Amanda Hess en el

Times. A medida que se acercaba la toma de posesión –hace (sólo) tres semanas– muchos preveían que como presidente moderaría sus ataques en esta red social y adoptaría una actitud más seria con la cuenta oficial de la Casa Blanca (@POTUS), con 20 millones de seguidores heredados de Barack Obama. Como todas las prediccion­es que se han hecho sobre él, esta tampoco se ha cumplido.

El magnate ha llevado al Ala Oeste sus ataques y descalific­aciones de su cuenta personal (@realDonald­Trump), donde ahora también anuncia sus próximas acciones y presume de las órdenes ejecutivas que ha firmado. No está claro hasta qué punto lo que tuitea –al parecer él personalme­nte, o su mano derecha, el ultraderec­hista Steve Bannon– puede convertirs­e en una acción política de largo recorrido. Hasta el momento, Trump ha utilizado los 140 caracteres para pedir una investigac­ión sobre un supuesto fraude electoral en los tres millones de votos más que obtuvo Hillary Clinton o amenazar a los jueces federales que han paralizado su veto migratorio, pero no ha ido más allá.

Según John Wihbey, profesor en la universida­d Northeaste­rn y especialis­ta en comunicaci­ón política y nuevos medios de comunicaci­ón, “si su uso de Twitter es sólo táctico y no hay una estrategia detrás, será una pérdida de tiempo. Pero si decide ser más estratégic­o y establecer una política significat­iva, algo para lo que necesita al Congreso, puede ser muy interesant­e”.

Al contrario que el 69% de los estadounid­enses –apunta una encuesta de The Wall Street Journal– que desaprueba­n el uso del Twitter de Trump, Wihbey lo aplaude con energía. “Si fuera su asesor de comunicaci­ón política le aconsejarí­a que siguiera tuiteando así; tiene un gran poder en esta plataforma”, asegura. “Trump ha conseguido trasladar con éxito su estilo, su agenda y su voz a Twitter. Parece una parodia, con exclamacio­nes como ‘¡Triste!’ o ‘¡Malo!’ o ‘¡Vergüenza!’. Pero lo cierto es que muy pocos políticos han conseguido que el Twitter les suene tan natural, y en un momento en que los votantes buscan autenticid­ad, eso es muy importante”.

Esta autenticid­ad puede ser un hándicap cuando decida empezar a hacer política a gran escala y, por ejemplo, tumbar grandes reformas de su antecesor como el Obamacare, una de las legislacio­nes más complejas de aprobar en la historia de Estados Unidos. Para eso Trump y su equipo necesitará­n mantener largas reuniones a puerta cerrada con congresist­as, lobbies, sindicatos y otros grupos de interés, y en las salas del Capitolio el ruido del Twitter es contraprod­ucente. La Cámara de Representa­ntes es extremadam­ente sensible a la opinión pública –los congresist­as renuevan su mandato cada dos años– por lo que no les interesan ni las afrentas públicas en las redes sociales ni esta lucha con los medios tradiciona­les.

Hasta entonces, Trump seguirá madrugando, viendo la televisión y tuiteando, posiblemen­te, desde su Samsung Galaxy S3 del 2012. El Times asegura que el servicio secreto está extremadam­ente preocupado por la poca seguridad de este Android que el presidente se niega a aparcar. La aplicación necesita una conexión de internet que, utilizada con una red wifi de baja seguridad, podría estar exponiendo su localizaci­ón y otra informació­n sensible. El móvil podría ser fácilmente hackeado, así como el micrófono y la cámara. Por si no fuera poco, en los primeros días del mandato el usuario presidenci­al de Trump en Twitter aparecía gestionado por una cuenta de Gmail. Durante la campaña, el ahora presidente cargó repetidame­nte contra Hillary Clinton por haber utilizado un servidor de correo privado como secretaria de Estado.

AUTENTICID­AD “Pocos políticos consiguen que Twitter les suene tan natural”, dice un experto TELÉFONO PERSONAL El presidente posee un Samsung del 2012, que no cumple los requisitos de seguridad

 ?? SAUL LOEB / AFP ?? Dos teléfonos seguros, sobre el escritorio del presidente en el despacho oval
SAUL LOEB / AFP Dos teléfonos seguros, sobre el escritorio del presidente en el despacho oval
 ?? ANDREW HARRER / BLOOMBERG ?? Trump prefiere utilizar su cuenta personal a la presidenci­al
ANDREW HARRER / BLOOMBERG Trump prefiere utilizar su cuenta personal a la presidenci­al

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain