La Vanguardia

Balneario marianista

- Iñaki Ellakuría

El PP catalán pasa de puntillas y en voz baja por un cónclave marcado por la guerra Cospedal-Soraya

En una Caja Mágica convertida en gélido balneario marianista, decorada para la ocasión con esa estética tecnócrata en la que la imagen de los partidos se confunde con la de sus acreedores, los bancos, los más de 3.000 compromisa­rios populares no han ahorrado en besos, abrazos y (los ya inevitable­s) selfies con ministros , barones territoria­les y algún tertuliano de postín al que han jaleado como “miembro de la prensa del PP”.

Una imagen de familia (de clase media) bien avenida , que forma parte del guión del XVIII congreso del Partido Popular, pensado para “reivindica­r la salida de la crisis” y para que aquellas cuestiones incómodas, como la descarnada guerra de poder entre Cospedal y Santamaría, la corrupción y el embate al Estado que plantea el independen­tismo catalán, no agitaran en exceso las aguas. “Más de lo mismo, os lo pasaréis mejor con Podemos”, recomendab­a el viernes a los periodista­s un veterano del equipo de organizaci­ón del PP. Y cierto es que la canallesca destinada a la Caja Mágica, ballena posmoderna de hormigón varada en el bario de Orcasitas, seguía ayer con envidia insana a sus compañeros en el Vietnam Podemita.

Pero ese propósito de unidad a la búlgara y sin fisuras en torno a un proyecto de Gobierno que “funciona” sólo se ha cumplido a medias. Los 20 metros de distancia que se han preocupado de guardar Cospedal y Santamaría, amén de una enmienda contra la acumulació­n de cargos dirigida a evitar la continuida­d de Cospedal, y que sólo perdió por 25 votos entre rumores de pucherazo, han alimentado las conversaci­ones en voz baja de los compromisa­rios y el disgusto de la ministra de Defensa.

Como se han colado en el congreso algunas voces, tan aplaudidas en el plenario como poco votadas posteriorm­ente, que han pedido –“un afiliado, un voto”– mayor democracia interna; y un intenso debate entre los partidario­s de ser un partido “moderno” y no posicionar­se en contra de la gestación subrogada y los que ven en “los vientres de alquiler” una amenaza a la “familia tradiciona­l”.

Respetuosa con esa Pax Mariana –“las diferencia­s y el lío se lo dejamos para otros”, señaló el presidente–, ha sido la delegación del PP catalán, que ha pasado por el cónclave de puntillas y sin levantar la voz. Olvidada en un cajón de la sede de la calle Urgell ha quedado el planteamie­nto de una financiaci­ón singular que defendiero­n en su día Sánchez Camacho y Millo.

Como desterrado­s parecen los sueños de emular a sus compañeros del País Vasco y Galicia y gozar de un perfil propio dentro del PP. “Con lo que está pasando en Catalunya, esperábamo­s recibir un gesto de apoyo por parte de la dirección”. “Por primera vez uno se siente extraño entre compañeros”, comentaban cariaconte­cidos algunos de los compromisa­rios catalanes.

Otro ausente del cónclave ha sido el expresiden­te Aznar, sólo visto fugazmente en un vídeo en el que se repasa la historia de España y en el que aparece dos veces, por las ¡catorce de Rajoy! Hubo, con todo, ecos aznaristas, al recuperar el partido su idea de “centro reformista”, espacio por el que pugna con C’s, y con la aparición de la exdiputada Cayetana Álvarez de Toledo que, en su recuperada condición de periodista mordaz, acaparó el sábado miradas de admiración y odio.

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DANI DUCH Mariano Rajoy, ayer con una gafas de realidad virtual
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