Caminos de diálogo
Leí muy atentamente el artículo “Catalunya, 2017”del notario Juan-José López Burniol, en que afirmaba que “no habrá referéndum pactado ni unilateral; no habrá independencia; no habrá choque de trenes”. Estas aseveraciones, expresadas públicamente con rotundidad, se agradecen porque contrastan con el silencio prudente de tantas personas e instituciones preocupadas por el momento que vive Catalunya. Tengo la sensación de que tenemos el país divido en dos, pero además una de estas mitades se ha apropiado del discurso, sin tener claro que conduzca a alguna parte.
Ciertamente, la crisis económica que nos ha tocado vivir ha puesto de manifiesto la falta de inversiones del Estado en los últimos años y la necesidad de una mejor financiación. Y seguramente ha faltado sensibilidad del Gobierno de España en cuestiones emocionales, que tienen que ver con la lengua y la cultura. Pero de ahí a pensar que la independencia será la solución a todos nuestros problemas hay un abismo, por más que sea una idea que nos han vendido ciertos políticos. El mensaje ha sido recibido con euforia por una parte de nuestros compatriotas, pero tengo dudas razonables de que nos conduzca al paraíso. Más que nunca se necesita encontrar caminos de diálogo, sin la amenaza de romper las cartas. Hace falta serenidad, audacia e inteligencia para recomponer la situación.
El ultimátum del referéndum en septiembre –¿o será antes del verano?– acelera la preocupación en quienes pensamos que esto difícilmente acabará bien. El presidente Mas expresó hace un tiempo que ahora era el momento de hacer una política imaginativa y astuta, pero la conclusión ha sido pactar con la CUP, que ahora es quien pone las reglas en Catalunya. No parece ser un acto de astucia haber permitido que Mas diera un paso al lado, ni aprobar unos presupuestos en el último minuto en que se aumenta la carga fiscal.
Nací en Barcelona hace casi 90 años y las he visto de todos los colores, pero actualmente el horizonte se vislumbra oscuro. Me preocupa que esta Catalunya emprendedora, con su capital al frente, esté perdiendo empuje. Posiblemente porque gastamos demasiadas energías en cuestiones que aportan poco, generan desasosiego e inspiran incertidumbre. Tiene toda la razón López Burniol cuando dice que en estos momentos turbulentos deberíamos ser capaces de tomar decisiones inteligentes, demostrar nuestro pactismo y saber encontrar el camino correcto desde la centralidad que ha inspirado las mejores soluciones para el país. Estamos a tiempo, aunque cada vez queda menos.