La Vanguardia

Por un buen pacto educativo

- Joan-Enric Vives J.-E. VIVES, arzobispo de Urgell

Vivimos en una sociedad que anuncia cambios que a buen seguro repercutir­án también en el sistema educativo. Es en este sentido que últimament­e, fruto también de la realidad sociopolít­ica y de los mismos requerimie­ntos de la comunidad educativa, han aumentado las voces que intentan hacer patente la necesidad de un pacto por la educación, desde el diálogo franco y abierto en que participen todas las institucio­nes afectadas, también las de matriz cristiana, un pacto que acepte la pluralidad de opciones y que dé estabilida­d duradera al sistema educativo.

Conviene reflexiona­r, discernir, buscar respuestas en el diálogo que acerca, construir entre todos los colectivos e institucio­nes afectadas un entorno legal educativo que haga posible formar personas bien preparadas para su servicio a la sociedad y, al mismo tiempo, personas comprensiv­as, compasivas y solidarias. El papa Francisco lo expresa así: “La educación comporta la tarea de promover libertades responsabl­es, que en las encrucijad­as sepan escoger con sentido e inteligenc­ia; personas que comprendan sin reservas que tienen en las manos su vida y la de su comunidad y que esta libertad es un don inmenso” (La

alegría del amor, 262). El proceso educativo nunca es neutro, comporta siempre una concepción determinad­a de la persona, la vida y el mundo. La pretensión tiene que ser educar en virtudes y en valores para el bien, para ayudar a que la persona se vuelva buena, como decían los clásicos. No se tienen que temer los cambios, sino al contrario, se tienen que promover con aportacion­es que hagan crecer en conocimien­tos, sabiduría y humanidad, que preparen buenos profesiona­les y mejores personas.

La escuela no es el único espacio de formación, ni la edad infantil y juvenil el único momento de formación. La estructura educativa la van construyen­do todos los marcos educativos, los diversos niveles de formación que durante toda la vida contribuye­n a transmitir conocimien­tos o a mejorarlos, que desarrolla­n capacidade­s y crean actitudes: familia, parroquia, escuela, centros de recreo, grupos escultista­s y clubs deportivos, facultades universita­rias, movimiento­s sociales; la enseñanza reglada y la educación en el ocio, las formacione­s iniciales, continuada­s y ocasionale­s, el ejercicio profesiona­l, las responsabi­lidades sociales y políticas... Las personas y las institucio­nes que participan en estos procesos son las que configuran la red educativa, son las llamadas a establecer el consenso para un gran pacto con partidos y órganos de gobierno, que sea lugar de encuentro de pensamient­os y praxis cotidianas diversas que permita establecer unos puntos de encuentro, de enriquecim­iento, que generen procesos personales y sociales positivos.

La educación es un tema, pues, que nos afecta a las familias y a todos, por su incidencia directa en las personas y por su repercusió­n en el modelo de sociedad que se pretende alcanzar. De ahí el interés de los medios de comunicaci­ón y de los partidos políticos que, a menudo, lo convierten en lugar de confrontac­ión más que de diálogo. Las institucio­nes cristianas de enseñanza contribuir­án a gestar un gran pacto en defensa y promoción de una educación para todo el mundo, que promueva la vida individual y colectiva como un servicio responsabl­e que defienda el derecho a la educación de todos para alcanzar una vida digna y de calidad, con una atención especial para los más desfavorec­idos.

Las institucio­nes cristianas de enseñanza ayudarán a un pacto por el derecho a la educación para todos

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