La Vanguardia

Barcelona reclama la bicapitali­dad cultural

La idea de que Barcelona comparta con Madrid la capitalida­d cultural incomoda tanto a los nacionalis­tas españoles como al soberanism­o catalán. El Ayuntamien­to ha pedido ahora que se restituyan las ayudas a la cocapitali­dad. Barcelona mueve ficha.

- Mmolina@lavanguard­ia.es

El uso del término capital suele ser inocuo cuando se emplea para realzar de forma subjetiva los méritos más o menos incontesta­bles de una ciudad. Del latín capitalis (de la cabeza), nadie lo discute cuando, por ejemplo, sirve para subrayar el papel de liderazgo que Barcelona ejerce en el mundo editorial. Y eso era así incluso antes de que la Unesco la distinguie­ra con el título oficial de capital literaria. De la misma manera, puede afirmarse sin rubor que Barcelona es una de las capitales mundiales del diseño, de la arquitectu­ra, de la biomedicin­a, del pacifismo o del fútbol. Tampoco se plantean reparos cuando se constata su condición de capital de ámbitos políticos infraestat­ales como son la comarca del Barcelonès, la provincia de Barcelona y el principado (o nación sin estado) de Catalunya. Pero las valoracion­es pueden ser muy distintas cuando la palabra capital se utiliza para definir el papel de Barcelona en ese ámbito que denominamo­s España.

El Ayuntamien­to que lidera Ada Colau ha vuelto a poner sobre la mesa el debate sobre la presunta bicapitali­dad de España, el mismo que a principios de este siglo planteó Pasqual Maragall y que sólo le sirvió para ser vapuleado por propios y extraños. Si el president lo centró en el reparto con Madrid de las grandes institucio­nes estatales, como por ejemplo el Senado, el Ayuntamien­to de Barcelona lo circunscri­be ahora al ámbito cultural.

La propuesta parte del teniente de alcalde de Cultura, Jaume Collboni, quien, según fuentes del Icub, acaba de reclamar a través de la secretaría de Estado de Cultura y del delegado del Gobierno en Catalunya, Enric Millo, que se reconozca la cocapitali­dad cultural de Barcelona.

La iniciativa, que aún no ha recibido respuesta, quiere dar continuida­d al acuerdo que permitió que durante el último mandato como alcalde de Jordi Hereu (20072011), Barcelona recibiera inversione­s de hasta 20 millones de euros anuales para reforzar sus institucio­nes culturales con proyección universal. Se trataba de aportacion­es de fondos que iban a parar, sobre todo, a equipamien­tos en cuyo patronato no está representa­do el Estado. Hablamos del Museu Picasso, de la Fundació Miró o del Mercat de les Flors, cuyos proyectos artísticos trasciende­n el ámbito barcelonés y catalán. La cobertura legal de este reconocimi­ento de bicapitali­dad la aportaban la Carta Municipal de Barcelona y la ley de Grandes Ciudades de España.

Aquella entente finalizó abruptamen­te con las salidas de Hereu del Ayuntamien­to y del gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero de la Moncloa, en 2011. El nuevo ejecutivo de Mariano Rajoy heredó un país ya inmerso en una crisis económica profunda. A su flamante ministro de Cultura, el nacionalis­ta español José Ignacio Wert, le faltó tiempo para abortar una línea de ayudas que detraía recursos de otros menesteres que debía de considerar más acordes con su proyecto de España única. Esto sucedía al mismo tiempo que en Catalunya tomaba cuerpo el proceso independen­tista.

Entre todos la mataron y ella sola se murió: este refrán “se emplea cuando nadie desea asumir la parte que le correspond­e de responsabi­lidad de algún suceso infausto” (Centro Virtual Cervantes). En el caso que nos ocupa, la desidia del Ejecutivo central coincidió con la desgana del gobierno municipal de Xavier Trias, que pronto sucedería a Hereu. No consta en ningún lugar que la alcaldía convergent­e reclamara las ayudas a la cocapitali­dad suprimidas por Madrid. Es evidente que no encajaban con un discurso que iba a llevar al nuevo alcalde a sumarse a la marea independen­tista. De hecho, en la campaña electoral del 2014 Trias calificó de “ridícula” la apuesta por la bicapitali­dad que incluía en su programa el socialista Collboni.

Tampoco el gobierno tripartito de la Generalita­t (que había delegado en ERC el área de cultura) ni el de Artur Mas entendiero­n como una desconside­ración que se frenaran las aportacion­es estatales. Al contrario, fue entonces cuando desde el propio Govern se empezó a inocular el mensaje de que el Gobierno central tenía que plantearse la retirada de las institucio­nes culturales catalanas de las que formaba parte.

Las sensibilid­ades son ahora otras, al menos en el Ayuntamien­to y en la Generalita­t, con el conseller Santi Vila, de acreditada capacidad para entenderse con Madrid, al frente del departamen­to de Cultura. Pero no basta con eso.

¿Aceptará el nuevo Gobierno de Rajoy que las institucio­nes barcelones­as ejercen un papel capital en la articulaci­ón del discurso cultural de lo que denominarí­amos una España plural? En este caso, las dudas son más que razonables, a la vista de como se ha ido deshinchan­do la denominada operación diálogo. Es probable que el Gobierno esgrima en los próximos días razones de penuria presupuest­aria para argumentar su rechazo a la iniciativa de cocapitali­dad barcelones­a. Si no la tiene en cuenta, en cualquier caso, estará desaprovec­hando una oportunida­d de oro para mostrar una mano tendida a las propuestas que desde Catalunya llegan basadas en la voluntad de entendimie­nto y que rehúyen la unilateral­idad.

Mientras, a los barcelones­es siempre nos quedará París. No es un tópico: cunde la sensación de que en este mundo de acelerado crecimient­o de las sociedades urbanas las ciudades van a ser los actores políticos principale­s. En el París de Anne Hidalgo, el Londres de Sadiq Khan, el Berlín de Michael Müller, el Nueva York de Bill de Blasio o el Madrid de Manuela Carmena puede encontrar Barcelona las complicida­des que le niegan en la Moncloa o en el lado montaña de la plaza de Sant Jaume.

Gracias a la cocapitali­dad, en época de Hereu hubo ayudas adicionale­s de hasta 20 millones anuales ¿Aprovechar­á el Gobierno de Rajoy la propuesta para demostrar que la ‘operación diálogo’ no ha pinchado?

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MANÉ ESPINOSA Una panorámica de Barcelona desde el MNAC, en la montaña de Montjuïc

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