La Vanguardia

Enrique Peña Nieto

El Gobierno de Peña Nieto pretende reforzar el muro en la frontera sur para frenar la emigración de Latinoamér­ica a EE.UU.

- FÉLIX FLORES Barcelona

PRESIDENTE DE MÉXICO

Enrique Peña Nieto (50) parece decidido a fortalecer la frontera sur con Guatemala para impedir la entrada de inmigrante­s latinoamer­icanos con destino a Estados Unidos. La oposición le acusa de actuar a las órdenes de Trump.

EL EXPERTO MEXICANO Aguayo: “Si no van por México, será por otro lado; Trump olvida los dos mares de alrededor”

La actitud de Donald Trump hacia la población migrante es “extremadam­ente conservado­ra y racista”, según la diputada guatemalte­ca Nineth Montenegro, la figura más notable de la izquierda en su país y posible candidata a la presidenci­a. La pretensión de Trump de completar un muro “grande y bonito” en la frontera con México no sólo afecta a los mexicanos sino a toda América Central, porque al sur existe otro muro, entre México y Guatemala. En esta frontera de casi mil kilómetros, una valla intermiten­te separa las zonas urbanas y los puestos fronterizo­s entre los dos países.

A principios de febrero, dos altos funcionari­os del Pentágono viajaron a México, Honduras y Guatemala para asegurarse del “compromiso de México de asegurar su frontera sur”.

“El Gobierno del presidente Peña Nieto está aliado con Estados Unidos en el tema de la migración y ha hecho todo lo que ha podido por frenar la llegada de migrantes a la frontera norte, lo cual me parece comprensib­le desde un ángulo pero inaceptabl­e desde otro porque está haciendo el trabajo de gendarme de Estados Unidos”, afirma Sergio Aguayo, profesor del Colegio de México y un experto en la violencia en su país, sobre la que disertó hace unos días en el Cidob de Barcelona.

Nineth Montenegro, por su parte, visitó Barcelona con motivo de la concesión del premio del Institut Català Internacio­nal per la Pau a las Brigades Internacio­nals de Pau, que durante un decenio la acompañaro­n en Guatemala para proteger su vida.

“Incluso a pesar de que este señor –Trump– nos viene insultando desde junio del 2015, el Gobierno de Peña Nieto simplement­e sigue haciendo algo que debería reconsider­ar”, sentencia Sergio Aguayo. El 7 de julio del 2014, Enrique Peña Nieto y el entonces presidente de Guatemala, Otto Pérez Molina –hoy encarcelad­o por corrupción– firmaron el programa Frontera Sur, que fue presentado como un plan para regulariza­r y dignificar el tránsito de migrantes y darles apoyo. Pero no fue nada de eso. Todo se tradujo en una persecució­n policial más fuerte y en la dispersión de la marea migratoria hacia nuevas rutas, un fenómeno que puede volver a repetirse.

La medida más notoria aplicada entonces se dirigió al tren de mercancías llamado La Bestia, que atraviesa México de sur a norte y que los emigrantes abordan en marcha, perdiendo en muchas ocasiones las piernas o incluso la vida. Según explica Sergio Aguayo, “cuando la crisis de los menores –que llegaban solos a Estados Unidos–, Obama, aparte de llorar ante las cámaras, pidió un muro en la frontera sur de México y que se incrementa­ra la velocidad de La Bestia, que fue de 10 a 30 o 40 kilómetros por hora”. Además, un pequeño muro se erigió en Tapachula (estado de Chiapas) para impedir el acceso al tren.

Rápidament­e, los coyotes que trafican con migrantes optaron por rutas más alejadas y por el transporte público, que duplicó sus precios. Los centroamer­icanos continuaro­n dirigiéndo­se a las fronteras en grandes cantidades, lo cual se observó en el incremento de los controles policiales a lo largo de las rutas y en las detencione­s y deportacio­nes. Así, en los tres primeros meses del 2015, México deportó a 39.316 personas, un 79% más que en el mismo periodo en el 2014. Al año siguiente, 2016, México deportó a 147.000 personas, mucho más que EE.UU. (96.000).

Ahora, con las amenazas de Trump, se espera un renovado flujo de Centroamér­ica hacia el norte, antes de que el presidente cierre la frontera. “Mucha gente está deseando salir cuanto antes –dice Nineth Montenegro–. Sí, está ocurriendo en lugares del altiplano del país, es algo cotidiano, y Guatemala no hace nada para propiciar las condicione­s mínimas para que el guatemalte­co opte por quedarse”.

Según Montenegro, en Estados Unidos viven unos dos millones de guatemalte­cos, que son “producto de la crisis económica sistemátic­a que se mantiene en el área rural” y que aportan al PIB alrededor de 6.000 millones de quetzales (unos 750 millones de euros), más o menos un 30% del presupuest­o global”. Una de las amenazas de Trump fue la de confiscar las remesas que los inmigrante­s envían a su país. Trump parecía referirse sólo a los mexicanos, quizás ignorante de lo que hay más al sur… “Lo que he escuchado –dice Nineth Montenegro– es que va a imponer un impuesto, valga la redundanci­a, para las remesas con lo que se va a cobrar la reestructu­ración del muro. Eso tiene preocupado­s a todos los guatemalte­cos”.

“Retornar sería prácticame­nte ir a la nada, al crecimient­o del desempleo y de la economía informal”, subraya Montenegro. Y también a la violencia. En Guatemala y El Salvador, dos países azotados por la violencia política durante decenios, las pandillas o maras se han convertido –como en Honduras– en una amenaza cotidiana para cualquier persona.

En Guatemala “sería mentira afirmar que hay violencia política”, dice Montenegro, amenazada durante años por investigar el secuestro y la desaparici­ón de su esposo por la policía y el ejército en 1984. “Pero hay violencia común y vinculada a un estado mafioso que tiene cooptado el sistema, narcotráfi­co, pandillas, contraband­o y otras formas de crimen organizado. Todo genera muchísima violencia, a tal extremo que en los primeros doce días de enero ya habían muerto más de quince personas en el transporte urbano. La muerte de transporti­stas es sistemátic­a porque entraron ahí las mafias…”

El problema de las maras “no llega a las dimensione­s de El Salvador, pero si no se prevé cómo ponerle un dique el fenómeno va en crecimient­o, y es quizás el fenómeno más grande que tiene Gua-

LA DIPUTADA GUATEMALTE­CA “Mucha gente está deseando salir cuanto antes de Guatemala; es algo cotidiano”

temala, seguido del narcotráfi­co”.

Montenegro y Aguayo coinciden en que las maras, cuya expansión está ligada a la pobreza y la desigualda­d, fueron una exportació­n desde EE.UU. hacia el triángulo centroamer­icano en los años 90. Ya en 1996 unos mareros salvadoreñ­os explicaban a este periodista cómo las hoy ampliament­e extendidas Mara Salvatruch­a y M-18 nacieron en Los Ángeles. Esta última, en la calle 18 de la ciudad california­na.

Al otro lado de la frontera, en México, el problema no son las maras, sino los cárteles del narcotráfi­co. “Los Zetas –explica Aguayo– descubrier­on la extorsión a los migrantes. Les cobran según el dinero que tienen sus familias en EE.UU., y no cobran lo mismo si vienen de El Salvador, Honduras, Guatemala o Cuba”. A esto se suma que un buen porcentaje del negocio de la migración se lo llevan redes corruptas y que a lo largo de las rutas los migrantes son explotados, haciéndole­s pagar precios abusivos por todo.

“Es un problema endemoniad­o que no se va a resolver de manera sencilla, poniendo un muro en la frontera sur –afirma Sergio Aguayo–. Si no entran por México hacia la frontera de EE.UU. entrarán por otro lado. Donald Trump olvida que hay dos mares alrededor y que la gente va a venir igual… El tráfico de personas se hará más caro, se hará más selectivo… ¡Es un gran negocio!”.

“Desde otra perspectiv­a –añade Aguayo–, la única solución de fondo es llegar a un acuerdo regional, que tenga en cuenta lo que Acnur ya está sugiriendo, con mucho trabajo: la violencia criminal, los cárteles, sí pueden ser sujeto de derecho internacio­nal. Acnur está reconocien­do el derecho de asilo por motivos de violencia del crimen organizado. Creo que en esta crisis se está comportand­o a la altura, igual que la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas”.

En efecto, el 2 de diciembre del 2014, el entonces presidente de Acnur y hoy secretario general de la ONU, Antonio Guterres, inauguraba en Brasilia una reunión interminis­terial para ampliar el proceso de Cartagena+30 sobre protección internacio­nal y cuestiones humanitari­as en América Latina y el Caribe. Por primera vez, se señalaban “las necesidade­s de protección de los grupos más vulnerable­s, incluyendo las personas forzadas a desplazars­e a raíz de la violencia del crimen organizado transnacio­nal”.

Sin embargo, hace falta voluntad política, y Nineth Montenegro recuerda que “Centroamér­ica son cinco países muy divididos a pesar de ser tan pequeños. Son muy independie­ntes. Se ha hablado de unión aduanera, monetaria, de integració­n en temas económicos, políticos y sociales. Empieza a haber esfuerzos de cooperació­n en temas de pandillas porque es un problema que tiene que resolverse globalment­e, pero no he visto que el tema del migrante sea tomado coordinada­mente”.

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La pobreza, como la que se ve en este vertedero de Ciudad de Guatemala, impulsa la emigración hacia Estados Unidos
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FUENTE: Google Earth LA VANGUARDIA
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JOHN MOORE / GETTY

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