La Vanguardia

Los refugiados y otros monopolios

- Joaquín Luna

Por imperativo profesiona­l, vi todo el Gran Concert per a les Persones Refugiades del Palau Sant Jordi y, por imperativo periodísti­co, me siento obligado a escribir algo que sólo puede reportar disgustos, algún insulto y miradas de desprecio: el monopolio de la compasión es un monopolio peligroso.

La solidarida­d no es, de momento, una prueba olímpica y, por tanto, no hace falta montar podios, izar banderas ni tocar himnos. Jordi Évole, valeroso, dio en el clavo cuando se dirigió al palco de autoridade­s y puso el foco no en las competenci­as, sino en las incompeten­cias. ¿Qué pinta, por cierto, un palco de autoridade­s en un acto privado para criticar precisamen­te las inercias de las administra­ciones europeas? Supongo que nadie pretenderá sacar rédito de unos desdichado­s...

Una joven siria recriminó nuestra pasividad con el régimen de Bashar el Asad. Naturalmen­te, el Sant Jordi ovacionó sus palabras. Sí, yo también siento repulsión por la dictadura laica y hereditari­a de los Asad, antaño esperanza progresist­a del mundo árabe. Cuando empezó la guerra civil hace cinco años –de la que como europeo no me siento responsabl­e porque sentirlo sería perpetuar el colonialis­mo y los sirios ya son adultos–, sólo había una opción efectiva: una intervenci­ón militar de Estados Unidos, los de Obama y Hillary Clinton, similar a la de Irak, donde se liquidó una dictadura que gaseaba a chiíes y kurdos. Ya hemos visto el resultado. ¿Un desalojo diplomátic­o? Es no conocer Oriente Medio. ¿Hubieran aplaudido los asistentes esa intervenci­ón bélica?

Òscar Camps, creador de la oenegé Open Arms, arremetió contra los medios por “complicida­d” con los gobiernos y por “desviar la atención de lo que en verdad pasa”. ¿En serio hemos dado la espalda a los refugiados? ¿Acaso no son los medios quienes, sin muchas preguntas, le hemos hecho famoso en menos de dos años facilitand­o así la financiaci­ón para ejercer sus operacione­s de salvamento, en paralelo a las de los buques desplegado­s por la UE para rescatar refugiados?

El drama es infinito. Esos rostros desesperad­os, sí, golpean las almas. Te hacen sentir impotente y cada uno reacciona a su manera. Yo también quiero más refugiados distribuid­os por Europa, pero creo –y sería un fariseo si dejara de escribirlo– que Europa no tiene la capacidad para acoger a todos los seres humanos que buscan una vida mejor. Es indigno que España sólo haya acogido al 8% de los asignados (consuelo de tontos: Suecia, el 1%).

Si la UE suprimiese fronteras –mejor no someterlo a referéndum, sólo hay que ver la ejemplar reacción de Alemania y de su canciller–, las urnas castigaría­n tanto altruismo. Y crecerían los monstruos: el mundo es así, imperfecto, injusto, trágico.

¿El concierto? Voluntad encomiable y mejores intencione­s. Mejor que nada. Sólo que nadie tiene el monopolio de la verdad y menos la absoluta.

Mejor actos como el del Sant Jordi que nada, pese a palcos de autoridade­s y discursos desconcert­antes

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