La Vanguardia

Crítica a la perspectiv­a de género

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La perspectiv­a de género es una ideología determinan­te en la política española. En Catalunya ha conseguido que la Comissió d’Estudi del Procés Constituen­t la imponga como doctrina obligatori­a de la futura constituci­ón catalana, incluso antes de debatirla en un remiendo del atado y bien atado del franquismo.

La ideología Gender se propaga a caballo de una extraordin­aria confusión sobre su significad­o. Algunos la entienden como una inocua sustitució­n del concepto gramatical de sexo, masculino y femenino. Es un error visible en la presentaci­ón de datos estadístic­os. Bastantes más la conciben como la relación de equidad entre hombres y mujeres, y en este sentido es percibida como un feminismo.

Pero en realidad se trata de una ideología política, como pueda serlo el marxismo, o el comunismo, que persigue el poder, y la hegemonía cultural y social. Surge de un planteamie­nto que destruye el concepto objetivo de naturaleza humana, sustituyén­dolo por la pulsión subjetiva del deseo sexual elevado a categoría política. Niega toda verdad a otras concepcion­es, a las que persigue por medio de la censura, la represión, la descalific­ación personal y mediática. Promueve el camuflaje de las causas económicas de la desigualda­d, y al corroer el significad­o de ser humano, prepara las mentalidad­es para el posthumani­smo.

No es un feminismo porque no contempla a la mujer real, ni se preocupa por la situación de equidad de todas ellas. Así, los dos colectivos más numerosos, las madres y las viudas, nunca han formado parte de sus reivindica­ciones, pero sí la proporción igualitari­a en las listas electorale­s, con independen­cia de cualquier otro criterio. Sólo le interesa la mujer en la medida que se ajuste a su teoría, que tiene como referencia la imitación del hombre heterosexu­al, aunque ello le comporte perder años de esperanza de vida, y el conflicto con él, en un remiendo de la lucha de clases.

A la perspectiv­a de género no le interesa la equidad real. Manipula la realidad para presentar a nuestra sociedad como patriarcal, y falocrátic­a (sic), dominada por los machos heterosexu­ales. Pero ignora aspectos tan decisivos para la persona como la esperanza de vida y la educación, porque hay muchas más tituladas universita­rias que hombres por debajo de los 35 años, más ninis masculinos que femeninos, muchos más suicidios, repetidore­s, abandono y fracaso escolar entre los chicos, que en las chicas. Introduce un planteamie­nto falseado de la equidad, al diluir las causas económicas y educativas de la desigualda­d en el “conflicto de género”. El paradigma fue el Ministerio de Igualdad de Rodríguez Zapatero. Un gobierno socialdemó­crata que creó un ministerio para la igualdad sin ninguna función económica, centrado sólo en el conflicto entre la “clase mujer”, homosexual­es, bisexuales, etcétera, contra la “clase macho heterosexu­al”.

Pero no se trata de oponer a unas desigualda­des femeninas otras masculinas. De lo que se trata es de superarlas en términos de personas, de ciudadanos, en cada situación objetiva concreta. Todo lo demás es hacer el juego a la desigualda­d, y a la élite que vive instalada en ella.

Pero la perspectiv­a de género es algo mucho más confuso y destructiv­o que todo eso. Lo ejemplific­ó la exdiputada del Congreso de Estados Unidos Bella Abzug en 1995 en la Conferenci­a de Pekín, al afirmar que “el término género se ha diferencia­do de la palabra sexo para expresar la realidad que la situación y los roles de la mujer y del hombre son construcci­ones sociales sujetas a cambio”. En esta ideología no existe el hombre y la mujer como consecuenc­ia de su naturaleza. Sólo cuenta la construcci­ón cultural, que da lugar a sujetos cambiantes a su voluntad. Es el imperio de la subjetivid­ad, de la desvincula­ción. Una persona cuya biología la categoriza como mujer puede tener una identidad de género masculina y sentirse atraída erótica y afectivame­nte por hombres. Y a la inversa, y todas las variacione­s que se quieran, que además pueden modificars­e a voluntad a lo largo de la vida. Todo ello da lugar a una gran fragmentac­ión.

La unidad del ser humano en su especifica­d de hombre y mujer se ha transforma­do en multitud de identidade­s que exigen su reconocimi­ento político, y la existencia de derechos y prerrogati­vas específica­s junto con los heterosexu­ales: lésbica, gay, bisexual, transexual, transgéner­o, travesti e intersexua­l, que pueden llegar a 31 según la Comisión de Derechos Humanos de la ciudad de Nueva York, o incluso a 58 (¿o son sólo 50?) como ofrece Facebook. ¿Confuso? Esto es la perspectiv­a de género.

La ideología del género significa la destrucció­n de nuestra civilizaci­ón. Una sociedad justa y su economía no pueden sobrevivir a esta confusión, desorden, arbitrarie­dad y persecució­n del hombre porque destruyen los fundamento­s de la naturaleza, su compresión antropológ­ica, su manifestac­ión cultural, y con ello las institucio­nes sociales que, como la familia, son necesarias para nuestra vida común.

La unidad del ser humano en su especifici­dad de hombre y mujer se ha transforma­do en multitud de identidade­s La ideología Gender se propaga a caballo de una extraordin­aria confusión sobre su significad­o

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