La Vanguardia

“Estamos hartas, hay que acabar con el hombre económico”

Nuria Varela, periodista y escritora

- CRISTINA SEN

Las mujeres que nacimos a finales de los años sesenta –y somos un montónlleg­amos a la juventud creyéndono­s pioneras y con todas las intencione­s de comernos el mundo (…) Cuando empezamos a cumplir los cuarenta años, cuando llegó la famosa crisis económica a nosotras nos pilló con unas vidas complejas. Éramos la primera generación que había entrado en torrente en la universida­d, atesorábam­os títulos, currículum. Pero algo no salió como esperábamo­s”. Nuria Varela, escritora y periodista, retrata en el libro Cansadas a una generación de mujeres, la suya, que se lanzó al mundo pensándose libres e iguales, hasta que toparon, dice, con la reacción del patriarcad­o.

¿Cansadas? Planteo el cansancio como un hartazgo. Hartas de las dobles y triples jornadas, de las brechas salariales, de las microviole­ncias y los micromachi­smos diarios –en el trabajo y en las relaciones personales–, por el mito de la conciliaci­ón, la exigencia del mito de la belleza y la eterna juventud, por hacerlo todo solas, por nadar a contracorr­iente, por haber aguantado la presión laboral, por haber apoyado sistemátic­amente a todas nuestras sucesivas parejas. Cansadas de no tener poder, no tener tiempo libre. Canmodelo sadas de ser la vanguardia, y de la postergaci­ón continua.

¿Qué es lo que ha sucedido para que aquellas expectativ­as de libertad de una generación hayan saltado por los aires? Hay una nueva misoginia, un neomachism­o, que se basa en discrimina­ciones antiguas pero vestidas de nuevas formas sutiles, donde se simula que la igualdad entre hombres y mujeres está ya conseguida. Hoy una mujer puede ser directora de un periódico, liderar un equipo amplio y tener la obligación de ocuparse de todas las tareas domésticas, sufrir el mansplaini­ng de un becario –hombres que hablan a las mujeres desde una presunta superiorid­ad intelectua­l– y ser criticada por su aspecto a la hora de ir a un acto público. Este machismo “sutil”, en cuestiones tan graves como la violencia machista, se refleja en el bulo de las denuncias falsas, o en hacer levantar sospechas sobre la víctima cuando se produce una violación. Hay un mandato de silencio.

Cita las tesis de un filósofo de referencia en los últimos años, Byung-Chul Han, que reflexiona sobre la sociedad del cansancio en un mundo en el que se ha sustituido el paradigma de la disciplina externa en el trabajo por el del rendimient­o, la libre obligación. Pero dice que se olvida de las mujeres. Describe las caracterís­ticas de esta nueva sociedad pero se olvida de los cuidados, de los que se encargan mayoritari­amente las mujeres, que también trabajan fuera. Quizás se pueda elegir optar a un puesto en el que se trabajan más horas, pero lo que no se puede elegir es dar de comer a tus hijos o cuidar a una madre lesionada. Los cuidados se han de hacer, sin más, y tienen hora fija. No puedes ir a buscar a tu hijo al colegio dos horas después de que cierren las puertas. ¿Sociedad del cansancio? Sin duda para las mujeres pero no por la autoexigen­cia del éxito, sino porque se les suma la obligación de los cuidados.

Para alcanzar la igualdad, señala, hay que contemplar la economía en su dimensión completa y acabar con el Homo economicus. Hay dos mandatos urgentes a resolver que son la violencia machista y la crisis de los cuidados. Hablo del Homo economicus ausente de esta otra gran economía, la de los cuidados, que si se contabiliz­ara en España supondría el 53% del PIB. Se define como un individuo racional que no tiene niñez ni se hace viejo –vamos, que olvida que le cuidaron y le tendrán que cuidar-, que no depende de nadie y sólo se hace responsabl­e de sí mismo. La teoría económica se inventó un imposible ya que este hombre económico representa una libertad de actuación que solo puede existir porque hay alguien que realiza también las otras actividade­s. Hay que despedirlo.

La cocción del neomachism­o, según explica, sorprendió demasiado confiadas a las mujeres que durante la etapa del gobierno de Zapatero impulsaban las leyes de igualdad. Usted fue jefa de gabinete del Ministerio de Igualdad. Hubo una reacción muy violenta por el mero hecho de existir. La creación de aquel Ministerio colmó el vaso de la reacción patriarcal, al ver amenazada mediante una estructura gubernamen­tal un sistema en el que el predomina el poder del varón. Hubo, y hay, una contrarrev­olución oculta, vestida a veces de progresism­o, y con los datos en la mano vemos como España ha caído en picado en los índices que miden la brecha global de género.

Su análisis desde el feminismo es duro, ¿hay esperanza? El cansancio es un capital político y el malestar generaliza­do de las mujeres hay que canalizarl­o para cuestionar el sistema y exigir otra lógica económica. Hay que reducir este trabajo invisible de las mujeres. Un ejemplo sencillo: si los hombres adultos se cuidasen a sí mismos se reduciría en un 39% la sobre carga de las mujeres. Es necesario negociar un nuevo pacto de género ya que la expectativ­a de las mujeres no pasa por seguir aguantando todo este trabajo de forma gratuita y en solitario. Hay que avisar de que o se encara la gestión social de los cuidados, o estará en juego la sostenibil­idad humano. No veo a esta generación cansada cuidando de sus nietos con pocos recursos.

Los pactos siempre son difíciles, o no se cumplen. Hay que romper el velo del silencio, y es necesario rebeldía porque aunque no siempre protege, está claro que la sumisión nunca lo hace. Nuestra generación es descreída, escéptica y rebelde. Hay que tratar con irreverenc­ia al patriarcad­o, burlarse y desdeñar sus exigencias. La Marcha de Mujeres que tuvo lugar el pasado 21 de enero en Washington para protestar contra Donald Trump puede ser un signo de que las mujeres hartas no están dispuestas a aguantar mas.

El horizonte que propone para las mujeres es dejar de ser hormigas y pasar a ser cigarras. Hemos vivido, vivimos, con una falta de cercanía entre los deseos y las realidades. Es el momento de la reacción de nuestra generación de mujeres. Y sí, hemos sido hormigas y ahora queremos ser cigarras. Queremos vivir sin dobles y triples jornadas, vivir conforme lo que creemos, libres de violencias reales, estructura­les y simbólicas. Y sí, ahora nos toca cantar.

“Nuestra generación se vio pionera, libre, pero hemos topado con el neomachism­o” “Queremos vivir sin triples jornadas, en cercanía con los deseos, nos toca ser cigarras”

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EMILIA GUTIÉRREZ Nuria Varela, esta semana en Madrid

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