Mucho más que la voz de ‘Luz de luna’
Los acontecimientos se han precipitado en la vida de Al Jarreau en las últimas semanas: con una gira en plena marcha y que iba a acercarle a algunos escenarios europeos, hace unos días anunció de forma inesperada que se retiraba definitivamente de los escenarios, tras ser hospitalizado por fatiga. Desgraciadamente, no debió de ser suficiente porque ayer su mánager anunciaba el fallecimiento del glorioso cantante esa misma mañana en un hospital de Los Ángeles a causa de ese agotamiento. Tenía 76 años.
Junto a la vigorosa empatía que irradiaba encima de un escenario y de las buenas vibraciones que se establecían cuando se le entrevistaba, Jarreau era un vocalista de voz magnética y un extraordinario artista en quien confluían el buen gusto, la sensibilidad y la estética. Reconocido en la industria y por los aficionados por sus méritos artísticos y también generadores de dividendos, poseía un don especialmente singular en su momento y que no era otro que saber sacar el máximo rendimiento a su inconfundible y versátil voz de tenor, lo que le permitió transitar con éxito y convicción por el jazz, el pop, el rhythm and blues y el soul. Y las pruebas de su pericia e indudable arte se resumen en una: fue el único vocalista que ha ganado premios Grammy en las categorías de pop, jazz y R&B, hasta un total de siete.
Nacido en Milwaukee, era hijo de un pastor evangélico y se fogueó desde pequeño en la canción como miembro de un coro de una iglesia. Sus comienzos profesionales, sin embargo, fueron en el campo de la psicología y trabajó durante varios años como trabajador social antes de mudarse a Los Ángeles para dedicarse a la música y la canción.
Aunque desde un buen principio siempre se le calificó de cantante de jazz, era indiscutible que su ecléctico estilo vocal era absolutamente propio e intransferible, al que fue dándole forma y perfeccionando durante años de casi anonimato actuando en nightclubs y escenarios de nulo foco mediático. De hecho, no publicó su primer álbum hasta 1975, a sus 33 años, aunque a partir de allí su carrera y popularidad fueron vertiginosos, como demostró sólo dos años más tarde al obtener su primer premio Grammy gracias al álbum Look to
the rainbow.
Además de conseguir sacar esos aromas seductores y sedosos (y nada impostados como hacían algunos de sus coetáneos colegas) a su voz que le reportaron fama planetaria –como atestigua el éxito del tema central de Luz de luna, aquella legendaria serie interpretada por unos jóvenes Cybill Shepherd y Bruce Willis–, Jarreau también fue apodado el “acróbata del scat” por la asombrosa manera de adoptar el veloz silabeo de palabras sin significado típico de los jazzmen de bebop. Pero tampoco se quedó allí, ya que también aproximó y adaptó su manera de cantar a la marcada rítmica percutiva del funk y del r’n’b… hasta tal punto que llegó a ser capaz de imitar vocal y guturalmente casi cualquier instrumento o sonido.
Tras los primeros reconocimientos y su catalogación como intérprete de jazz, Jarreau amplió significativamente su público y su eco mediático con el notable disco
Breakin’ away, aparecido en 1981 y que colocó más de un millón de copias vendidas, además de reportarle un doble Grammy en la categoría vocal de pop y jazz. Pero, pese a su éxito, su aceptación entre aficiones
estilísticamente transversales y sus incontables giras internacionales, Jarreau nunca llegó a ser un superventas como Al Green, Lionel Ritchie o, por supuesto, Stevie Wonder. Y eso que consiguió un buen puñado de inolvidables números uno como We’re in this love together, After all, Boogie down, Never givin’ up y el mencionado tema para
la serie Moonlighting (Luz de luna).
En su página web puede leerse: “Le echaremos de menos. La segunda prioridad en su vida era la música. No había una tercera. Su primera prioridad, delante de la otra, fue curar o consolar a cualquiera que lo necesitase (…) Necesitaba ver una sonrisa cálida, afirmativa, donde no la había antes. La canción era sólo su instrumento para que eso ocurriera”.
“Su prioridad: consolar a quien lo necesitase; necesitaba poner una sonrisa cálida donde no la había”, dice su web